El año del plebiscito | El Nuevo Siglo
Martes, 27 de Diciembre de 2016

La noticia política del año en Colombia tuvo un solo nombre: el plebiscito. Primero fue la preparación de la ley correspondiente, durante varios meses, hasta que salió la reforma estatutaria en el Congreso, bajando el umbral drásticamente, del 50 al 13 por ciento, a fin de que se garantizara, a como diera lugar, el triunfo del Sí a los acuerdos de paz entre el gobierno Santos y las Farc que todavía se pactaban en La Habana. En ello se llevó buena parte de la legislatura ordinaria, en el primer semestre del año, y con esto, además de otros cambios favorables al querer oficialista, se produjo la votación casi unánime y un atronador aplauso parlamentario, con decorado especial en el hemiciclo de la Cámara, nutrido de bombas blancas y coloridas serpentinas. No había pierde.

Faltaba, sin embargo, que la Corte Constitucional diera su bendición a los recortes y retazos congresionales. Meses más tarde todo salió a pedir de boca, pues el máximo tribunal aceptó cambiar su doctrina plebiscitaria previa y estableció una nueva jurisprudencia según la cual, a diferencia de otros, este era un “plebiscito especial”, tratándose de la magna refrendación de los acuerdos entre el Gobierno y las Farc. De este modo avaló el umbral exiguo. También aceptó que los funcionarios públicos, dependientes en buena parte del Ejecutivo, participaran del evento refrendatorio así como dijo que no debía haber ningún tipo de financiación estatal para los sectores del No. 

Ya por entonces el Gobierno, adelantándose a la campaña, había dicho que la única alternativa era votar por el Sí porque, de lo contrario, es decir, votar por el No o incluso abstenerse, significaba volver a la guerra y sufragar por el terror. De esta manera se pretendió, a las primeras de cambio, dividir al país entre la guerra y la paz, aunque las Farc salieron al paso de las consignas electorales gubernamentales y afirmaron que regresar al monte no estaba dentro de sus opciones. En todo caso, dijeron que su única alternativa sería la entrega de las armas y el paso a la política. Así las cosas, las consignas gubernamentales iniciales se vinieron a pique.  

Lo cierto es que la Corte, en una sentencia bastante extensa, dio entonces curso al plebiscito prácticamente como había salido del Congreso. Y añadió, en un pequeño inciso del más de un centenar que tiene el fallo, que en caso de que ganara el No se podría renegociar el acuerdo entre el Gobierno y las Farc. Una pequeña eventualidad que se daba por imposible de ocurrir. No obstante, dejó claro que votar por el No permitiría, en caso de ganar, que el Jefe de Estado mantuviera todas sus facultades e incluso procediera a refrendar el acuerdo posterior vía la misma figura plebiscitaria.

Previamente a los acuerdos de La Habana y el plebiscito, el Gobierno había hecho aprobar un acto legislativo que llamó el ‘fast track’. Es decir que de un plumazo se cambiaron todos los procedimientos parlamentarios para que la denominada implementación de los acuerdos se hiciera en un dos por tres, en una combinación de facultades ordinarias presidenciales y leyes exprés. En los debates el Ejecutivo avaló que el ‘fast track’ entrara en vigencia únicamente si la refrendación popular salía avante, es decir si el plebiscito era positivo, como daba por descontado.

Tan así eran las cosas que todas las encuestas daban ganando al Sí por márgenes de 10 y 20 puntos. Todo iba viento en popa y la televisión se llenó de la propaganda oficial correspondiente. Pero, ¡oh sorpresa!, el día del plebiscito, el 2 de octubre, ganó el No, sin que nadie lo hubiera pensado o sopesado previamente. El voto popular o la voz del pueblo así lo había determinado. El golpe apenas sí pudo asimilarse por el Gobierno con el anuncio del Nobel de Paz para el Presidente. Acto seguido, se entró a la renegociación con las Farc, pero apenas en la primera reunión en La Habana el Gobierno, abandonando el consenso, dijo que todo estaba saldado y que se habían incluido algunas propuestas del No, y a su criterio las demás, que trataban del núcleo de lo que se votó en el plebiscito, no eran viables. Punto final.

En los últimos tres meses, la historia ha sido la del desconocimiento de la voz del pueblo. Se produjo un nuevo acuerdo, catalogado por todos los voceros del No como un ‘conejo’, en tanto que el Gobierno recurrió a las mayorías oficialistas del Congreso para equiparar una proposición parlamentaria con la refrendación popular. Para ‘legitimar’ la maniobra se expidieron consultas y fallos que aún los más oficialistas tildaron de dislates y el estado de derecho quedó por el piso. La polarización previa al plebiscito se profundizó al final del año, bajo la incertidumbre de todo lo actuado en torno a la paz. Lo que se pensó a comienzos de 2016 como motivo de euforia y unión, terminó acaballando el enfrentamiento y la desinstitucionalización. De comienzo a fin, pues, este fue el año del plebiscito.