Ebullición geopolítica | El Nuevo Siglo
Sábado, 17 de Diciembre de 2016

Las noticias sobre la política exterior de las principales potencias mundiales dejan ver un panorama preocupante, plagado de nubarrones, contradicciones y reacciones encontradas que buscan afianzar el poder geopolítico de cada una. La revista Forbes presentó esta semana su tradicional listado sobre los políticos más poderosos del planeta, encabezado por Vladimir Putin, Donald Trump y Angela Merkel. Es decir los líderes de Rusia, Estados Unidos y Alemania. A la par de ello, otras potencias como China sorprenden con la instalación de bases militares en las islas artificiales que viene construyendo en zonas marítimas en disputa. En medio de ello, por cuenta de una llamada de la presidenta de Taiwán al mandatario electo estadounidense se generó una reacción airada en Pekín, exigiéndole al próximo titular de la Casa Blanca que Washington no se entrometa en temas del gigante asiático…
Al mismo tiempo, la Unión Europea, que se muestra cada vez más indignada por los bombardeos de Rusia en Siria, principalmente en Alepo, anunció que mantendrá las sanciones económicas a Moscú por su intervención en Ucrania. Advertencia que el Kremlin considera una injerencia abusiva en su zona de influencia. Esto ocurre en momentos en los cuales el prestigio de Putin sobrepasa el de cualquier otro gobernante de su país.
Como se recuerda, muchos analistas pronosticaron, cuando cayó de manera vertical el precio del petróleo, que Rusia se sumiría en la debilidad económica y política, e incluso en el caos. Nada de eso ocurrió. Pese a que las finanzas rusas se resintieron, el fomento a la industria militar y la venta de armas amortiguaron ese impacto económico y mantuvieron a flote la economía.
A la par de ello, Moscú ha modernizado y repotenciado todo su arsenal bélico. En el proceso de aprovechar al máximo las contradicciones de sus enemigos, el gobierno de Putin ha conseguido mantener la atención mundial e imponer, por ejemplo, sus criterios en Siria, respaldando al régimen de Bashar al-Asad, que estaba sentenciado a salir del poder por las potencias occidentales y el gobierno de Obama. Este último, incluso, sorprendió al mundo al entregar armas a los revolucionarios de izquierda en ese país, so pretexto de impulsar la ‘primavera democrática árabe’. La inusual jugada de Washington no sirvió para fomentar la democracia y, por el contrario, gran parte del arsenal pasó a manos de la peligrosa facción yihadista y terrorista del ‘Estado Islámico’ (EI).
Mientras que la prensa de Occidente daba por segura la caída del presidente sirio, se pronosticaba que las tropas rusas corrían el riesgo de sufrir una derrota en ese país. Si eso hubiese pasado, Moscú habría perdido la estratégica base naval en esa nación y parte de su influjo en el resto de la región. Pero nada de ello ocurrió. El régimen se mantiene y Putin aparece triunfante en lo militar en la cruenta ofensiva en Siria contra el EI.
De otro lado, por cuenta del pulso geopolítico que se libra en el planeta la rivalidad entre los gobiernos de Rusia y Estados Unidos está llegando a los extremos al final del gobierno Obama. La filtración de información de cuentas y archivos de altos funcionarios de Washington abrió una especie de campo de batalla cibernético. Es una guerra silenciosa y clandestina, en la que las potencias se valen de las últimas tecnologías para espiar o develar los secretos de sus contendores. Datos de seguridad nacional de Estados Unidos, obtenidos por los piratas del ciberespacio, han sido vendidos a terceros o filtrados a la prensa estratégicamente para poner en evidencia a la administración Obama, que ahora acusa a Moscú de interferencia y ciberespionaje en los recientes comicios presidenciales, a lo que Putin contesta exigiendo que se presenten pruebas o se retiren los señalamientos.
En tanto, se sabe que Trump contempla atraer a Rusia como una estrategia para distanciarla un tanto de China, lo mismo que armar a Japón y Corea del Sur. De otro lado, Moscú ha firmado uno de los contratos petroleros más gigantescos de exploración de crudo con la multinacional  ExxonMobil, de Estados Unidos. Su presidente, el millonario Rex Tillerson, ha sido nombrado por Trump como secretario de Estado. Al mismo tiempo, Rusia es signataria de un gigantesco y contrato para suministro de crudo a China… Un entramado de intereses económicos y políticos difícil de precisar.
Trump, a su turno, viene marcando una pauta interesante en la confección de su equipo de gobierno, al convocar un número importante de millonarios para el gabinete. Al caso de Tillerson se suma el de Wilbur Ross, flamante  secretario de Comercio, quien ocupa el puesto 232 de la lista de los hombres más ricos de Estados Unidos, según la revista Forbes. Ross es firme partidario de impulsar el proteccionismo y la inversión para la expansión industrial de su país. Otro ejemplo: la futura secretaria de Educación Betsy DeVos está casada con un integrante de la familia dueña del gigante estadounidense del marketing Amway, principal donante del Partido Republicano y heredera de una fortuna estimada en US$5.100 millones…
Todos esos movimientos en las grandes potencias lo que evidencian es que la geopolítica está en plena ebullición y asoma en cada medida, anuncio, acusación o nombramiento, sin que ninguno de ellos sea gratuito o apenas coincidencial.