2017 | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Diciembre de 2016

Las luces del año 2016 empiezan a apagarse. Ha sido un año difícil, lleno de sobresaltos e, infortunadamente, de oportunidades perdidas.

Durante estos doce meses los espacios en los medios se llenaron con noticias sobre las conversaciones con las Farc, las dificultades de la economía, hechos de corrupción y actos violentos en distintos lugares de Colombia.

Dentro de los últimos, el dolor y la indignación que causó el atroz asesinato de Yuliana Andrea Samboní dejarán una profunda herida en el alma de la nación.

El clamor generalizado es que se haga justicia, de manera implacable, ¡ya!

Ni qué decir de los informes acerca de la corrupción en los más variados sitios del país.

Estamos frente a un cáncer que carcome las estructuras de la nación.

Hoy nadie cree en nada, las instituciones están en su más bajo nivel de respaldo y, en consecuencia, el número de los que se autocalifican como independientes crece sostenidamente.

De cara a ese panorama es muy difícil construir un proyecto colectivo que le devuelva a la sociedad el vigor que se necesita para enfrentar las dificultades que nos aquejan.

No fue posible, de otro lado, debido a la inflexibilidad del Gobierno y de las Farc, construir un gran acuerdo nacional para la paz, que era el paso necesario dirigido a garantizar la implementación del acuerdo que alcanzaron y excluirlo de los avatares de la contienda política que ocurrirá el año que viene.

En lugar de optar por el camino de un entendimiento sólido y duradero, se prefirió, con soberbia y arrogancia inconvenientes, transitar la ruta definida en un documento caracterizado por la debilidad y la interinidad.

Y al final del 2016 se le está pidiendo al Congreso que corra con la aprobación de una reforma tributaria, mala y perjudicial, en el afán de recoger unos pesos más para tapar el hueco que causó el derroche del Gobierno, la improvisación y la falta de gestión.

Ese requerimiento se le hace a los congresistas, de otro lado, cuando caen la inversión, la producción, y el consumo, y suben el déficit en la cuenta corriente y la deuda externa, entre otros indicadores.

Lo más grave es que en momentos en los cuales se necesita incentivar el aparato productivo, la demanda y el flujo de capitales, se presenta una iniciativa que los seguirá desacelerando, toda vez que, tanto las empresas como las personas naturales pagarán más impuestos.

Estas son las realidades que predominarán cuando recibamos el 2017.

Cuando termine la acostumbrada celebración enfrentaremos un clima político enrarecido, la implementación de un acuerdo que no unió, en virtud de que lo impidieron el Gobierno y las Farc, una economía en dificultades, el impacto de la corrupción golpeando todo el aparato institucional, y los dolores de la violencia.

Habrá que hacer un esfuerzo enorme para transformar el pesimismo y las dificultades en una nueva oportunidad.

Parece imposible, pero no lo es.

A pesar de los obstáculos existentes hay que mantener viva la posibilidad de un acuerdo nacional en materia de paz; insistir en que la verdadera reforma tributaria se hace bajando impuestos, acabando con el derroche oficial y luchando eficazmente contra la evasión y la corrupción; plantear la lucha contra este flagelo como un propósito nacional, y obrar guiados por el criterio de que paz es poder  vivir y trabajar tranquilos.

Es decir, en un ambiente en el que jamás ocurran atrocidades como las que acabaron con la vida de Yuliana Andrea.

Lo anterior es posible.

Y será una realidad en la medida en que lo que predomine sea el compromiso de todos con Colombia.