¿Quién es Claribel Alegría?, la poeta que ganó el Reina Sofía | El Nuevo Siglo
Foto AFP
Domingo, 19 de Noviembre de 2017
Vivián Murcia G.*
Nicaragüense, de 93 años, esta poeta, ensayista, narradora y traductora, cuenta en su obra la historia de la mujer invisibilizada, el amor y las injusticias en Centroamérica

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CUANDO Virginia Woolf habló de la necesidad de toda mujer escritora de tener una habitación propia no se refería sólo al hecho físico de la imprescindible soledad, y silencio, para escribir, que también. La escritora inglesa reforzaba su conocida y perdurable frase: “En la historia, anónimo fue una mujer”. Woolf reivindicaba el papel de la mujer en la literatura, un aspecto de la cultura en el que el machismo también está presente, basta recordar que, por ejemplo, sólo 4 mujeres han ganado el Premio Cervantes de las Letras -el más importante en Iberoamérica-.

“Hay machismo en la cultura”, expresó sobre el tema Claribel Alegría (Nicaragua, 1924) en la rueda de prensa ofrecida previa a la entrega del XXVI Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana que le fue otorgado. En el discurso de la ceremonia, Alegría aprovechó para reivindicar el papel de las mujeres en las letras y la imperante necesidad de concederles «una habitación propia», un lugar en la cultura.

Tras siete décadas de trabajo poético, Alegría sabe muy bien de qué habla con respecto al machismo en la literatura. Una mujer que nació en Estelí, Nicaragua, en los años veinte y de madre salvadoreña, creció con un padre sandinista lo que provocó el exilio de su familia por sus ideas políticas, hicieron de Claribel una escritora comprometida con su tiempo y con el desgarro social y político centroamericano en el que el fenómeno de la agresión a la mujer está, lamentablemente, muy extendido.

Alegría, por encima de todo, es poeta, pero también narradora, ensayista, traductora. Los aspectos constitutivos de su obra poética se han mantenido a lo largo de las siete décadas de trabajo y los más de veinte libros de poesía publicados. Según la profesora y editora de su libro Aunque dure un instante (Ediciones Universidad de Salamanca), Eva Guerrero: “su verbo ajustado, sereno en ocasiones, certero y afilado en otras, nos conduce por un abismo que golpea a veces con una difícil hondura ontológica”.

Las claves temáticas de su escritura se centran en el dolor por Centroamérica, la lucha contra la injusticia y el amor. “En apariencia su poesía es sencilla, pero contiene toda una serie de esencias a las que resulta difícil acceder en una lectura somera. Su falsa sencillez esconde una gran depuración del lenguaje”, añade Guerrero.

 A los 18 años, Claribel Alegría se trasladó a Estados Unidos para continuar sus estudios. Allí, en 1943, envió una carta a Jiménez quien se convirtió, desde entonces, en su mentor. Con respecto a su trayectoria literaria, Alegría publicó Anillo de silencio (1948) bajo la tutoría de Jiménez. En el epílogo de la edición española, Roxana Méndez señala: “Claribel suele contar cómo fue su experiencia con el Nobel español, a quien considera un maestro amable pero severo, que le dio la rigidez en el estudio de la poesía”.

En palabras de Alegría: “Dos veces por semana le tenía que llevar un poema. Durante los tres años que estudié con él jamás me dijo que un poema era bueno. Siempre me decía: Este verso es un lugar común, esto sobra, esto es vulgar, este poema no vale nada”. A través de Juan Ramón Jiménez conoció tanto la poesía clásica como poetas de enorme diversidad como Ezra Pound o Walt Whitman.

En el ámbito iberoamericano, Claribel Alegría destaca como sus grandes maestros al poeta peruano César Vallejo “con esa capacidad de jugar con las palabras, descubre cosas en las palabras, las tritura y las ama y el otro es Fernando Pessoa, estoy enamorada de Pessoa, ellos dos son, para mí, la cúspide de la poesía iberoamericana”, comentó Alegría a El PortalVoz.

Eva Guerrero sostiene que es difícil insertar a Claribel Alegría en una generación poética concreta, pero “lo que sí es cierto es que ha sido tratada como una igual por los hombres en el momento en que escribe”. Este dato se evidencia en la admiración y la amistad personal que Alegría forjó con escritores como Juan Rulfo, Julio Cortázar, Mario Benedetti, José Vasconcelos, Augusto Monterroso y, el ya mencionado, Juan Ramón Jiménez, entre otros.

La carrera profesional Alegría no se puede desligar de su vida personal y, en especial, del que fuera su esposo y compañero desde 1947 hasta su muerte en 1995: el periodista y diplomático estadounidense Darwin J. Flakoll que en la obra de Alegría quedará siempre identificado como Bud. Según la propia poeta, Bud fue su “crítico más tenaz” y, cómo no, la persona de su máxima confianza. Su complicidad era tal que Julio Cortázar acuñó para ambos el término Claribud.

Después de Estados Unidos, la poeta nicaragüense vivió en México y luego en Chile. En 1995, con motivo de la publicación de su poemario Acuario, Mario Benedetti señaló que se trataba de “poesía adulta, que tenía algo que decir y lo decía de un modo personal, incanjeable”. En este poemario aparecen dos imágenes que reconectan a la poeta con sus raíces centroamericanas: la del volcán Izalco y la ceiba, un árbol de la región.

Para este momento, Alegría ya había pasado por el momento de máxima inflexión, que la autora ha reconocido, en su carrera: la Revolución Cubana de la que se expresa en estos términos: “Yo era, en esa época, una persona demasiado egoísta, vivía ocupada de lo que le pasaba a la pobrecita Claribel mirándome un poco el ombligo, de pronto llegó la Revolución Cubana y para mí fue el gran sacudón, empecé a ver no sólo lo que me pasaba a mí sino lo que pasaba a mi alrededor de mí. Mi poesía empezó a cambiar y no porque me propusiera escribir una 'poesía política', porque eso a mí no me gusta, era simplemente que la realidad nuestra empezaba a obsesionarme, es decir, todo lo que estaba ocurriendo en nuestros países. Me sentí llena de esa realidad y eso era lo que escribía”.

Claribel Alegría se volvió cada vez más comprometida en sus escritos en prosa, -en poesía no, ya que asegura que la poesía no debe estar contaminada por la ideología- de ahí que en su texto Literatura y liberación nacional en El Salvador denuncie abiertamente la imposibilidad de mantener la cultura -de El Salvador y, quizás, también, del mundo-, en las condiciones actuales:

Al recibir el XXVI Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, volvió a arremeter contra la cultura en un discurso que dejó claro que las mujeres están cansadas de pasar como anónimas por los grandes premios de las letras, necesitan algo más que una habitación propia, necesitan su lugar en la historia de la literatura universal. 

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