Folklor tributario | El Nuevo Siglo
Jueves, 30 de Noviembre de 2017

DICHO y hecho, habrá otra reforma tributaria en 2018. Confirma que el Ejecutivo continúa dando tumbos y complicándole la vida a los inversores.

También comprueba que el Gobierno sigue alterando cada año las reglas de juego, espantando a los inversionistas.

Igualmente se reitera que los hogares colombianos seguirán a merced, casi siempre, de aumentos en gravámenes.

Es tan elocuente el descuadre fiscal del país que la mayoría de aspirantes a la Presidencia de la República dan por descontado que vendrá una nueva reforma al sistema impositivo nacional.

Colombia es una nación altamente fiscalista. Padece la peor inequidad global.

Los que más tienen pagan menos, evaden, gozan exenciones, gabelas y privilegios.

Los que menos perciben asumen una carga costosa que limita su capacidad de pago y de compra.

Se factura el IVA, pero se hace ‘conejo’ al fisco. Negocios medianos y grandes venden en efectivo, evitan tarjetas de crédito para burlar pago del IVA que sí cobran al cliente o usuario.

Es una colcha de retazos nuestro sistema tributario, atiborrado de distorsiones y enredado para contribuyentes.

Volver a barajar un ya cargado y pesado universo tributario es equivocar el camino.

No contribuye a la reactivación de alicaída economía.

Pone cortapisa al raquítico consumo de los hogares.

Es complicar a quienes tienen proyectado hacer nuevas inversiones.

Es enrarecer el clima de negocios y el ambiente político-electoral.

No se sabe qué produce más desconfianza, si candidatos presidenciales o  tambores de nuevos impuestos.

Confirma, además, que aquí prima el Estado recaudador. Cada Gobierno tiene un arsenal de argumentos para hacer trizas los impuestos.

Al Estado parece no importarle la estabilidad en reglas de juego. Es urgente mantener certidumbre en garantías jurídicas y reglas tributarias.

Próximo Gobierno deberá sincerar puntos cardinales que orientarán nueva reforma tributaria.

Sucesor del Presidente Santos en Casa de Nariño hará bien, desde junio próximo, en poner cartas tributarias sobre la mesa.

Mejor atenernos a consecuencias que ser sorprendidos.

Trabajadores a prepararse para asumir en la próxima administración nuevos compromisos fiscales.

Empresarios a barajar de nuevo planes de expansión, empleo e inversión.

Acaudalados, entender que tener más equivale a pagar más.

Evasores y socios de paraísos fiscales ojalá comiencen a honrar obligaciones con la Dian.

Gobiernos no pudieron con carteles de evasores. Tampoco han podido repatriar riquezas que rentan paraísos fiscales. Lo uno y lo otro evitaría nuevas reformas tributarias.

 

Si el Ejecutivo rastrea y pone en órbita dineros, propiedades e inversiones que andan fuera de su radar, se financiaría prosperidad económica sin echar mano de ajustes en impuestos.

No le cabe un tomate más a la canasta tributaria colombiana.

En nada quedó publicitada, costosa e inoportuna reforma tributaria estructural que hoy padecemos con IVA del 19%.

El rótulo de estructural de nada valió. O de mucho, justificar con coraza de hierro la decisión de este Gobierno de meterle la mano al bolsillo roto de los más necesitados.

Nos aguardan dos caminos: elecciones presidenciales con candidato de las Farc reconocido por deudas con justicia y las víctimas y otra descarada reforma tributaria que muy seguramente dará paso a otra.

Danza del Gobierno que más tramite proyectos de reforma a los impuestos.

¡Qué folklor! ¡Qué desorden fiscal! ¡Qué equivocado el camino!