Francisco, personaje del año | El Nuevo Siglo
Foto AFP
Domingo, 26 de Noviembre de 2017
  • 2017: un año inmemorial
  • Lecciones de alegría y humildad

 

A no dudarlo, ahora que se empiezan a escoger las figuras principales de 2017, el papa Francisco es el personaje de este año en Colombia. Con su visita, en septiembre, el país se volcó literalmente a las calles y su voz se convirtió en bálsamo de una nación necesitada de alivio y serenidad. Todos los colombianos, tanto cristianos como incrédulos, tuvieron en su figura un plebiscito en pos de reconocernos a nosotros mismos. Y en ese sentido pidió que viéramos hacia la Colombia profunda, aquella que en medio de las vicisitudes cotidianas se suele perder en el fárrago de los problemas. Por eso dijo, apenas bajó del avión, que “quise venir hasta aquí para decirles que no están solos”. Y  luego, en su discurso oficial como máximo representante del Vaticano, sostuvo que “el lema de este país es libertad y orden. En estas dos palabras se encierra toda una enseñanza. Los ciudadanos deben ser valorados en su libertad y protegidos por un orden estable”.

En medio de una nación políticamente polarizada, Su Santidad no tomó ningún partido, ni dejó en modo alguno que su viaje fuera aprovechado para cualquier causa que no fuera la de predicar la doctrina católica sin sectarismo ninguno. Con ello el país vio desfilar y pudo escuchar la palabra de un pontífice que habló para todos, sin distinción. De allí que cada frase suya, en un sinnúmero de discursos, homilías y saludos, caló hondo en el corazón de los colombianos, especialmente en los jóvenes. Nadie olvidará, en ese sentido, sus palabras a la juventud en la Plaza de Bolívar, cuando sostuvo: “Jóvenes, sueñen, muévanse, arriésguense, miren la vida con una sonrisa nueva, vayan adelante, ¡No tengan miedo! Solo así descubrirán el país detrás de las montañas”.

Por igual, el papa Francisco habló, como motivo central de su visita, del primer paso hacia la reconciliación. Fue claro en sostener que ella no llegaría de la noche a la mañana. Por eso dijo que primero había que sanar el corazón a partir de la verdad. Y en esa dirección dijo: “Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y abusos”.

Su Santidad, al mismo tiempo, dejó dos claros símbolos contra la violencia. De una parte la santificación del Cristo de Bojayá, con su oración correspondiente, luego de la matanza perpetrada por las Farc en la iglesia de ese pueblo, y de otro lado la beatificación del obispo Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, asesinado por parte del Eln. Con ello, asimismo, quiso encarnar un testimonio como ejemplo de lo que nunca debe volver a ocurrir en Colombia. Porque, como bien lo afirmó desde el comienzo de su periplo: “La Iglesia, en fidelidad de su misión, está comprometida con la paz, la justicia y el bien de todos. Es consciente de que los principios evangélicos constituyen una dimensión significativa del tejido social colombiano, y por eso pueden aportar mucho al crecimiento del país; en especial, el respeto sagrado a la vida humana, sobre todo la más débil e indefensa, es una piedra angular en la construcción de una sociedad libre de violencia. Además, no podemos dejar de destacar la importancia social de la familia, soñada por Dios como el fruto del amor de los esposos”.

Cuando Su Santidad volvió a Roma, después de esta visita exclusiva a Colombia, dejó tras de sí una estela de enseñanzas inolvidables. Prácticamente de cada frase, de cada gesto, de cada celebración, los colombianos pudieron sacar lecciones de humildad, sabiduría y sintonización con las realidades profundas del país, mucho más allá de las vicisitudes políticas y las circunstancias inmediatas. Muchas cosas quedaron claras. La primera, tal vez, que ciertamente el país tiene una raigambre católica de hondas raíces que se rejuveneció con la vocación de futuro propia de unos creyentes que recibieron la bendición papal desde el fondo de sus corazones. La segunda, de la cual podrían desprenderse muchas más, un acervo doctrinario que le permite a cualquier persona adoptar las palabras de Francisco de sendero iluminante de la vida.

Al despedirse Francisco de los colombianos fue a todas luces claro que se quedó incrustado en el corazón de todos. Por eso decir que Su Santidad es el personaje del año, en Colombia, puede ser poco, pero a su vez no registrar semejante hecho, que paralizó al país durante casi una semana de alegría, sería desconocer que fue el apogeo de 2017 y que solo por eso será un año inmemorial.