Barbarie en Egipto | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Noviembre de 2017
  • Del fundamentalismo al terrorismo
  • El Gobierno se mantiene firme

 

El mariscal Abdelfatah Al-Sisi gobierna con mano de hierro y habilidad negociadora a Egipto luego del intento de su antecesor por convertir el país en una república islámica. Si bien el alto oficial comandó un golpe militar en 2013 y poco se apostaba por su capacidad para mantenerse en el poder, consiguió recuperar las calles tomadas por los extremistas en El Cairo y otras grandes ciudades. Desde entonces su  gobierno ha logrado restablecer el orden y reprimir en buena parte a los opositores del islamismo radical. Tras conseguir esa estabilidad para su pueblo y hacer despegar la economía de nuevo, se lanzó a disputar el poder en las urnas y lo obtuvo con más del 90 por ciento de los votos. En tanto su antecesor, junto con los jerarcas del gobierno derrocado, ya acumula una larga temporada en prisión.

Al-Sisi, desde el primer momento en que asumió la conducción egipcia, ha dado muestras de un carácter mesiánico y conocimiento de los sentires del pueblo que orienta. Recalca que su gestión representa “una nueva era” y le ha permitido fortalecer su régimen así como dividir y debilitar a los opositores. No reconoce otra instancia que la de la Constitución que juró cumplir y defender. Se distingue, igualmente, por un criterio amplio y pragmático, con una gran habilidad para simplificar los problemas y tomar decisiones políticas innovadoras.

Cuando asumió el Gobierno las arcas oficiales estaban en bancarrota y los analistas económicos daban un corto lapso para que el país colapsara, cercado por las deudas y la presión de los fundamentalistas. El terrorismo hizo de las suyas asesinando a varios turistas, golpeando así una de las principales fuentes de ingresos del país. No pocas empresas turísticas quebraron. Tras ello, los servicios de inteligencia consiguieron desarticular varios comandos terroristas e imponer el orden, con lo que poco a poco el turismo volvió a tomar el vuelo de siempre y mejoraron las finanzas particulares y estatales.

Uno de los factores que más ha contribuido al restablecimiento del orden en Egipto es que en vez de perdonar a los terroristas, una nueva ley aprobada por el Parlamento prohibió la concurrencia a las elecciones de los miembros de organizaciones violentas, como el movimiento islamista con 86 años de antigüedad de su predecesor. La permisividad que habían tenido anteriores gobiernos es claro que contribuyó a debilitar el Estado y favorecer a los “Hermanos Musulmanes”, entre las facciones más radicales. También se esforzaron las autoridades en neutralizar a  Jemaah Islamiya, organización extremista responsable de varios de los atentados más terribles.

La decisión inquebrantable de Al-Sisi en cuanto a perseguir el terrorismo islámico, mantener relaciones positivas con Estados Unidos y con su vecino Israel así como de intentar blindar la frontera con Palestina, determina que los fundamentalistas lo tengan como objetivo militar. Se sabe que los sectores integristas más decididos están en alianza con el llamado ‘Estado Islámico’ o Isis, por lo que ofrecen grandes sumas por la cabeza del gobernante. Saben que Egipto es clave en la lucha de las potencias de Occidente y sus aliados en la región para frenar la expansión del terrorismo de Isis, que aunque ha sido prácticamente derrotado y expulsado de Irak, parte de Siria y otras zonas, todavía se mueve de manera zigzagueante, perpetrando o inspirando atentados en diversos lugares del globo.

El desquiciante ataque ayer, que cobró la vida de más de 236 personas al norte de Egipto, es otro intento por desestabilizar a ese país. De allí que el gobernante haya declarado que tomará todas las medidas a su alcance para castigar a los terroristas, al tiempo que decretó tres días de duelo nacional.

El atentado ocurrió en la mezquita Al Rauda, situada en el distrito de Bear al Abd, en la zona  de Al Arish, a la que llegaron los terroristas en vehículos todoterreno. El comando disparó a los fieles reunidos en la sala de oración. Previamente habían sembrado de explosivos el terreno de la mezquita, en tanto que otro grupo de terroristas incendiaba los autos. Luego atacaron al personal sanitario y de emergencia. Una masacre sin límites, calculada al más mínimo detalle fatal.

En Egipto también entre los sectores religiosos que más han sufrido por cuenta de los ataques terroristas, que arrecian desde el año pasado, están los cristianos coptos.

Frente al peor ataque terrorista de la historia de Egipto, el gobierno mantenía ayer en alerta a sus Fuerzas Militares y los servicios de inteligencia redoblaban la vigilancia de los lugares estratégicos. Es claro que el desafío de los violentos es muy fuerte y que la comunidad internacional no puede dejar solo a Egipto en esta lucha.