ANÁLISIS. 100 días para definir su revolución | El Nuevo Siglo
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Miércoles, 9 de Noviembre de 2016
Unidad de análisis

En los  Estados Unidos, los primeros 100 días de Gobierno, a partir del 20 de enero, son fundamentales para establecer la agenda de corto, mediano y largo plazos, que inclusive llega hasta la reelección.

Es precisamente lo que tiene desde anteayer por delante el nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump Trump, de 70 años, una vez le fue reconocido su triunfo sorprendente por la candidata adversa, Hillary Clinton.  Desde ese mismo momento, aún antes de haber llegado a los 270 votos electorales de rigor, Trump se puso en esa tarea, donde la palabra más importante de su discurso de agradecimiento y de victoria fue “unidad”.

Pero la agenda gubernamental, desde luego, va mucho más allá de una retórica, esta vez amable, en la que se le vio tranquilo y sin ningún ánimo vindicativo, después de una de las campañas más duras de la reciente historia de los Estados Unidos. Finalmente Trump se acercó a los 300 votos electorales, dando un batacazo electoral que no estaba en la mente de sus más avezados seguidores. Está claro, pues, que Trump logró sintonizarse con las grandes masas norteamericanas, por encima de los designios tradicionales neoyorquinos y californianos, donde están las votaciones más grandes, y desde ese mismo momento se le vio en disposición de entrar a gobernar ya.

En efecto, ayer tanto el presidente Barack Obama como la candidata derrotada Hillary Clinton, aceptaron su discurso de unidad  y pidieron seguir avanzando, porque precisamente la base del país norteamericano es el trabajo conjunto hacia propósitos nacionales.

En referencia a la agenda, a diferencia de otros países, como Colombia, ella es fundamental para la marcha del Estado y del Gobierno por cuanto en los Estados Unidos no existe, como aquí, por ejemplo, un Plan Nacional de Desarrollo o un sistema por medio del cual se disciplinen las políticas públicas a través de una carta de navegación establecida.

Lo que allí existe, claro está, es el libre juego de la democracia, donde la relación entre el Ejecutivo y el Congreso se desenvuelve a través de las leyes y es en ellas donde se crean las políticas públicas. Como se sabe, en los Estados Unidos el Parlamento tiene un gran poder, primero porque tiene iniciativa presupuestal y poder de veto sobre los rubros económicos; segundo, porque en las leyes no existe unidad de materia y, por lo tanto, en cualquiera de ellas pueden introducirse cláusulas que resuelvan problemas de índole político, como una inversión en tal o cual estado; y, tercero, porque el Congreso interviene en el aval de los más altos cargos del Ejecutivo, particularmente de ministros y embajadores.

La nueva agenda

La gran ventaja del nuevo presidente, Donald Trump, como pocos en la historia reciente de los Estados Unidos, es que el Partido Republicano, por quien fue nominado, también logró las mayorías en Senado y la Cámara de Representantes. Ello lo hace, del mismo modo, tenedor de un gran poder que le permite, al inmediato plazo, pasar las leyes que considere pertinentes para la reforma prometida. De hecho, el presidente de la Cámara, Paul Ryan, ya prometió trabajar en conjunto y los republicanos disidentes de su candidatura llamaron a felicitarle, entre ellos el propio expresidente George W. Bush y los excandidatos John MaCain y Mitt Romney. Lo cual pone de presente la unidad republicana, tal vez con la más grande ventaja en su favor de los últimos tiempos.

El presidente Obama había propuesto para los 8 años la “audacia de la esperanza” mientras que el mandatario electo, Donald Trump, ha propuesto “Volver a hacer grande a América”.  En tal sentido, como se dijo en el editorial de ayer de este periódico, mientras que para los demócratas y la gran mayoría de analistas estadounidenses, alineados con la prensa liberal, el propio Trump encarnaba la crisis, para los electores éste fue el denunciante, el que la puso en evidencia y propuso resolverla.

De esta manera, los primeros 100 días de Gobierno con la agenda a bordo, son fundamentales por cuanto Trump, en el fondo, ha propuesto una revolución. Que consiste, básicamente, en volver los ojos hacia el interior de los Estados Unidos y dejar la obsesión internacional, característica después de la Segunda Guerra Mundial. Esa fue justamente la tensión durante toda la campaña, ya que Hillary Clinton encarnaba el gobierno cosmopolita, globalizador, de libre comercio y con la agenda direccionada al exterior, mientras que Trump propuso exactamente lo contrario.

Lo hizo, fundamentalmente, llegando a la gente, casi sin intermediación partidista, por lo cual  ha dicho que es el líder de un movimiento, cuya responsabilidad está determinada por los cambios en los cinturones de miseria y el creciente desempleo en las áreas industriales.  Con ese discurso logró voltear estados últimamente demócratas como Ohio, Wisconsin, Pensilvania y Michigan, generando un palo electoral sin precedentes. A ello sumó su triunfo en la Florida, cuando los demócratas la tenían asegurada. A no dudarlo, un cobro de cuenta a la política internacional del presidente Barack Obama frente a la Cuba de los Castro.

Al mismo tiempo, si bien se presumía que el voto de las mujeres, los latinos y afrodescendientes estaría en su inmensa mayoría con Clinton, la verdad es que Trump logró también capturar simpatías en estos sectores. A su vez, con una enorme mayoría en los sectores blancos, dentro de ellos fue bastante extensa lo que llaman la participación de la mujer “no educada”. Fuere lo que sea, se dio un gran castigo al denominado “establecimiento”, en particular a Washington y los demócratas, que dijeron no a la perpetuación del matrimonio Clinton en el poder.

No es, como suele decirse, que las encuestas se hayan equivocado. Alguna de ellas, como la de Los Angeles Times, desde hace meses dio triunfante a Trump, mientras que periódicos como The Washington Post, The New York Times y muchos más, que se habían jugado plenamente contra él, recibieron un baldado de agua fría.  Si bien The Washington Post entró por la vía de pedir la unidad, The New York Times, en cambio, emitió ayer un editorial más rabioso que los previos.

Retos inmediatos

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En este escenario, donde el Partido Republicano domina como pocas veces la política en los Estados Unidos, por lo demás, con una gran mayoría de gobernadores a su favor, Trump tiene el reto de proponer una agenda inmediata de gran envergadura y de largo plazo.

En principio, está la nominación para el cargo vacante de la Corte Suprema de Justicia donde seguramente postulará a uno o una republicana coincidente con sus ideas. De esta manera, igualmente, la prevalencia “demócrata” de los últimos tiempos en el pensamiento de la Corte Suprema cambiará de forma sustancial. Es claro, por su parte, que el triunfo de Trump también se debió a su concepto de familia que fue su baluarte de campaña, a la suma de sectores católicos y cristianos, a su concepción de libre mercado e iniciativa privada y al concepto democrático dentro del cual no son solamente dables los derechos sino particularmente los deberes.  Su duro discurso anticorrupción, enfocado en la familia Clinton en Washington, tuvo éxito y estará de su parte cumplir con la limpieza prometida.  (Lea también Presidente con mayoría republicana en Congreso)

En buena manera, también, el escenario es parecido a la época en que se pasó de Jimmy Carter a Ronald Reagan, en el fracaso de la liberación de los rehenes de Irán y la economía en estanflación. De tal forma que el resultado adverso para Hillary Clinton también fue una derrota para el presidente Barack Obama, cuyos resultados económicos son inferiores a lo presupuestado, cuando Estados Unidos aún se mantiene, de algún modo, en la crisis originada en la burbuja económica de 2008.

Para ello fue fundamental, también, que George W. Bush se hubiera separado de la aspiración republicana, por cuanto Trump pudo englobar la crisis económica en los dos últimos mandatos.

 

Alivio tributario y más infraestructura

En primer lugar, dentro de la agenda, al igual que lo hizo John F. Kennedy en sus primeros 100 días y particularmente Ronald Reagan, está el tema de la rebaja de impuestos. Trump propuso un alivio tributario para la clase media y aquellos de menores ingresos  para lograr mayores tasas de ahorro, mientras que generará las exenciones propias para que empresarios e industriales puedan inyectarle inversión a sus empresas. Esto despertó, por supuesto, una protesta generalizada de los sectores políticos y la prensa demócrata. Pero el resultado electoral así compromete al mandatario electo. No se sabe, sin embargo, si recurrirá a la misma reducción de las agencias estatales que hizo tanto Ronald Reagan como Richard Nixon en su momento, reestructurando administrativamente el Gobierno, pero se sabe que tiene la propensión a la reducción del gasto público.

Semanarios como el prestigioso The Economist han puesto el grito en el cielo por una presunta crisis fiscal que se avecina y aduciendo que la rebaja de impuestos incrementará los precios de los productos al consumidor.  Esto no es tan claro si se da una verdadera reactivación de la demanda interna y se recortan los gastos estatales, al mismo tiempo produciendo mayor empleo.

De otra parte y para ello, Donald Trump ha prometido un gigantesco plan de infraestructura, por cuanto denunció durante toda la campaña la decadencia de carreteras, viaductos, puentes y aeropuertos.  En tal sentido, presentará el proyecto en los primeros 100 días y promete ser de corto, mediano y largo plazos.  En Colombia eso ha recibido el nombre de primera, segunda, tercera y cuarta generación. En los Estados Unidos está pendiente por saberse cuáles serán los traslados presupuestales y los mecanismos de financiación.

Así mismo, Trump tiene proyectado un plan de inversiones para que los trillones de dólares que tienen los empresarios norteamericanos en el exterior retornen al país, jalonando el mercado. No solamente propone alivios tributarios a los efectos, sino estímulos a las empresas, siempre y cuando se comprometan en la creación de nuevos puestos de trabajo e implementación de tecnología de punta.

Dentro de la reforma a la salud, entre otros temas que valdrán leyes correspondientes, Trump tiene la idea central de que la seguridad social esté adscrita a partir del médico que el usuario quiera escoger. De tal manera, ha dicho, se recuperará la competencia entre las compañías aseguradoras en torno a un mejor servicio y no a partidas de antemano comprometidas. Propone, en el sector de la educación pública, la misma competencia a partir de exámenes a los profesores, de suerte que los padres puedan escoger los colegios mejor acreditados. Sostiene, a su vez, que el currículum no puede ser exclusivamente pedagógico sino bajo un sistema que permita recuperar la disciplina y el rigor estudiantil.

 

Reingeniería en el exterior

En el frente militar ha sostenido que su idea es la de dejar de ser el policía del mundo. Se ha opuesto a la cantidad de tropas que los Estados Unidos tienen en el extranjero, tanto en Europa como activas en algunas guerras. En su campaña Trump contó con 200 generales y almirantes retirados y sobre ellos también basará su estrategia para hacer unas fuerzas militares más fuertes.

Del mismo modo se verá a Trump haciendo un gran ejercicio político en todos aquellos distritos industriales y de pequeña iniciativa privada que prometió recuperar. En ese sentido es muy posible que haya un presidente más bien dirigido hacia grandes viajes interiores que hacia el exterior.

Dentro de la agenda internacional, fue claro durante la campaña que pretende mejorar las relaciones con Rusia y que frente a China tendrá una actitud distante en la medida en que no se mejoren las cláusulas de la libre competencia, sobre lo cual ha dicho que este país recurre a las trampas y al dumping. 

En general, las dos propuestas centrales de Trump son la recuperación de la economía y la seguridad nacional. Dentro de lo primero no solamente está el tema de los impuestos, sino un libre comercio ajustado a los intereses de la población norteamericana. Para ello ha dicho que renegociará, desde el primer día, el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, México y Canadá (Nafta) y que igualmente sacará a los Estados Unidos del Tratado Transpacífico, recientemente firmado por el presidente Barack Obama con la mayoría de los países costeros de lado y lado del océano.

¿El muro mexicano?

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La relación frente a México, uno de los grandes aliados norteamericanos, será punto central en los próximos tiempos. Trump fue el primero en acoger la invitación que le hiciera el presidente Enrique Peña Nieto, mientras Hillary Clinton se abstuvo de ir. Como se sabe, Trump planteó construir un muro de cuenta de los mexicanos, para controlar la inmigración en la frontera. El nuevo presidente ha dicho que es un tema de ambos países y el mismo Peña Nieto se mostró dispuesto a hablar, sobre bases razonables.  Habrá que ver cuál es el resultado de las primeras conversaciones, que serán centrales en la agenda de los primeros días.

Frente al cambio climático, Trump tiene la misma idea republicana de que existe calentamiento global pero que ello no está científicamente comprobado que se relacione con las industrias o actividades productivas, es decir, antropogénicas, sino a los cambios naturales del clima. En todo caso, al respecto, plantea levantar las restricciones a la explotación de combustibles fósiles y relanzar los oleoductos detenidos durante la administración Obama. Muy posiblemente se mantenga en la línea de la nueva explotación petrolera y gasífera a partir del sistema del fracking, prohibido en algunos estados norteamericanos, pero utilizado en otros como Pensilvania, donde triunfó.

De otra parte, la nueva política de inmigración, uno de los puntos básicos de la campaña, será motivo de la agenda en los primeros 100 días. En los Estados Unidos existen alrededor de 11 millones de inmigrantes ilegales. De hecho, el gobierno del presidente Barack Obama se caracterizó por ser el que mayor número de deportaciones produjo en la historia del país. En los últimos días Trump propuso suspender el programa de refugiados sirios, provenientes de la zona donde el ‘Estado Islámico’ mantiene su yihad.

Su revolución consiste en crear 25 millones de empleos para esta década, es decir unos 250 mil cada año.

Todas las propuestas anteriores las enmarca dentro de una especie de “contrato con el elector”, tomando eventualmente la idea de un representante y candidato presidencial republicano, Newt Gingrich que en su momento, hace algunas décadas, publicó una carta de navegación llamada “Contrato con América”. Ese dirigente, inclusive, podría ser el Secretario de Estado u ocupar un importante cargo en la nueva Administración.

Por todos los medios, igualmente, el nuevo presidente se ha encargado de exaltar el trabajo del exalcalde de Nueva York, Rudolph Guilliani, quien posiblemente ocupe la cartera de Justicia.

Por lo pronto como coordinador del grupo de empalme con el gobierno del presidente Barack Obama fue designado el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, quien compitió con Trump en las primarias y desde el principio adhirió a su candidatura.

Entre los posibles secretarios y directores de las agencias se cuentan varios senadores y empresarios.

Como se ve, hay mucho trabajo por delante y estos primeros 100 días serán clave para establecer el tono del nuevo gobierno. Hoy se arranca el empalme y en él se le descubrirán los secretos, en especial los militares y geopolíticos, que ahora guardará el hombre más poderoso del mundo: el nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.