Economía prende alarmas | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Noviembre de 2016

Que el Producto Interno Bruto (PIB) colombiano haya crecido en el tercer trimestre de este año en apenas 1,2 por ciento, no hace más que confirmar que la desaceleración económica del país es más pronunciada de lo que se venía pronosticando. Aunque el Gobierno culpa de la descolgada al paro camionero que afectó por varias semanas el inicio del segundo semestre, lo cierto es que el aparato productivo viene mostrando señales preocupantes desde hace un buen tiempo.

Prueba de ello es que, por ejemplo, en el tercer trimestre del año pasado el PIB había crecido un 3,3 por ciento y el cuarto un porcentaje similar. De allí en adelante empezó a enfriarse aún más la economía, de forma tal que en el periodo enero-marzo de 2016 el crecimiento fue apenas de 2,5 por ciento y en el segundo trimestre llegó a 2 por ciento, para caer, a septiembre pasado, a ese magro crecimiento del 1,2 por ciento anunciado este viernes, pésimo desempeño que no se presentaba desde hace mucho tiempo en el país. Los datos más cercanos a ese bajo porcentaje se dieron en el cierre de 2008 y el arranque de 2009. Muy lejos se ven hoy indicadores como el 7,9 por ciento del tercer trimestre de 2011 o el 6,4 por ciento a marzo de 2014.

Si bien el Ejecutivo confía en que el remate de 2016 sea mejor, es claro que alcanzar la nueva meta de crecimiento, rebajada ahora al 2 por ciento,  no será nada fácil, ya que para ello la economía tendría que crecer entre octubre y diciembre, por lo menos, un 2,3 por ciento, es decir que prácticamente tendría que duplicarse la dinámica productiva del tercer trimestre.

Sin embargo, más allá del juego de los porcentajes y los análisis técnicos, para el operador bursátil más atinado, el empresario más dinámico, el comerciante más trabajador o el ciudadano del común, era claro que la economía en el último año se ha venido desacelerando de forma lenta y progresiva, incluso más allá del menor dinamismo productivo por el efecto transversal de la persistencia en la crisis de los precios del petróleo. Al comienzo de este año los temores rondaban principalmente sobre el coletazo del fenómeno de El Niño y el consecuente riesgo de apagón, que tuvieron como efecto paralelo una escalada inflacionaria sin precedentes, aunada a los altibajos cambiarios y de otros indicadores clave como el desempleo, la construcción y la industria, que si bien presentaba algún repunte los expertos señalaban que se debía más al efecto de la entrada en operación de Reficar.

Ya en el segundo semestre, como se dijo, el paro camionero impactó de forma sustancial todo el aparato productivo y aunque se pensó que los síntomas de una recuperación en los precios del petróleo podrían ser la cuota inicial del salvavidas para la economía, la cotización siguió por debajo de los 50 dólares, para decepción de todos los países productores.

Al final de cuentas, según el DANE, entre julio y septiembre si bien los sectores de la construcción (con 5,8 por ciento), financiero y de seguros tuvieron un buen desempeño, la industria manufacturera apenas creció un 2 por ciento, en tanto que registraron una evolución negativa rubros clave como el transporte (efecto del paro), el agro, el suministro de electricidad, gas y agua así como la explotación minera.

¿Y ahora qué se puede esperar? La situación, sin duda alguna, es muy preocupante. Para tratar de morigerar la desaceleración productiva el Gobierno suele acudir a comparar la situación colombiana con la de otros países. Para ello repite el expediente de que hay un clima general de enfriamiento económico en el planeta y que organismos como el FMI, el Banco Mundial, la Cepal, la CAF y la OCDE, entre otros, vienen advirtiendo que el promedio de crecimiento de América Latina a duras penas estará en un promedio del 1 por ciento en este 2016. Eso es cierto, nadie lo discute. Pero también lo es que así como hay naciones que como Brasil o Venezuela atraviesan periodos recesivos, otras como Perú, Bolivia, Paraguay o Panamá tienen un comportamiento superior al colombiano. Además, apostar por una tasa de crecimiento del 2 por ciento para este año (después de haber fijado inicialmente una meta del 3 por ciento como mínimo) no puede tacharse de positivo, por más elucubraciones y comparaciones que se hagan.

De otro lado, el dato del PIB en el tercer trimestre se conoce precisamente en momentos en que el Congreso tramita el proyecto de reforma tributaria estructural. Mientras que el Gobierno insiste en que la iniciativa es urgente para morigerar el hueco fiscal, impulsar la economía y evitar rebajas en la calificación crediticia del país, con el consecuente efecto negativo cambiario y presiones inflacionarias, los gremios replican que una sobrecarga impositiva en esta preocupante coyuntura podría ahogar aún más el sector real de la economía, afectando la ya golpeada dinámica empresarial, el comercio, el empleo y la tasa de consumo de los hogares, entre otros rubros. Incluso, ante la nueva descolgada del PIB se pidió al Banco de la República bajar sus tasas de interés, que subieron en forma sostenida en los últimos meses, pero el Emisor fue, de nuevo, muy cauto este viernes y dejó intactos sus tipos de intervención para no generar presión sobre el costo de vida, sobre todo ahora que ha empezado a reversarse la escalada del primer semestre.

A lo anterior debe agregarse que la caída del PIB se informa cuando arranca la puja por el aumento salarial para el próximo año, en donde temas como el efecto de la reforma tributaria y las alarmas sobre estancamiento empresarial y menor dinamismo productivo, serán centrales en la difícil discusión de patronos, sindicatos y Gobierno.

Como se ve, el escenario económico colombiano tiene prendidas todas las alarmas. Las mismas que empezaron a sonar preventivamente hace varios meses pero que el Gobierno y un país enfocados en la coyuntura del proceso de paz y el rifirrafe político del día a día, no supieron atender ni reaccionar a tiempo.