El Salado, de economía de la nada a riqueza de la esperanza | El Nuevo Siglo
Domingo, 29 de Noviembre de 2015

Gustavo Veloza Posada

Periodista El Nuevo Siglo

Enviado Especial a El Salado

LUEGO DE quince años de perder los sueños y de tener una economía en ceros, El Salado pasó a la riqueza de la esperanza, de la tragedia convertida en terror por culpa de una masacre cometida por los grupos paramilitares, a volver a tener sueños de desarrollo y de una mejor calidad de vida. Esto es lo que ahora inspira este corregimiento de 5.000 habitantes, pertenecientes al municipio de El Carmen de Bolívar en la costa Caribe colombiana y que hace década y media pasó de tener un producto interno bruto per cápita de 2 dólares diarios, 740 dólares anuales, a vivir cada poblador con 15 dólares diarios, según estadísticas no oficiales.

A esta población, que por años derivó su sustento de los cultivos de tabaco, ñame, yuca, maíz y ajonjolí, además de la ganadería y la leche, se le vino la noche un día pleno de luz y calor. Eran las 10 y 30 de la mañana de ese fatídico 18 de febrero del año 2000, cuando 450 hombres de bloques paramilitares de los Montes de María o autodefensas, irrumpieron en el casco urbano, sembrando la muerte de 62 campesinos salaeros. Fueron dos días donde la muerte no se detuvo y sepultó de la mano de los paramilitares la paz y el sosiego en que vivían los 7.000 habitantes de este pueblo.

De esos 7.000 habitantes, en quince años solo han regresado alrededor del 75 por ciento de las personas, que están disgregadas en 290 familias en la zona urbana y otras 120 en las áreas rurales, de acuerdo con la Unidad de Víctimas de Bolívar.

Según datos del Centro Nacional de Memoria Histórica fueron 62 víctimas fatales, aunque algunos campesinos dijeron en voz baja que fueron más de cien personas asesinadas entre el 18 y 19 de noviembre.

La producción

Cálculos de fundaciones que acudieron en apoyo de la población, estipulan en una pérdida de producción del pueblo de casi el 45 por ciento. “La pérdida de las personas significó para el pueblo un retraso de casi 20 años ya que la mayor parte de las víctimas eran campesinos que con su fuerza laboral aportaban a la economía de El Salado”, sostiene Benjamín Sepúlveda, colaborador de una ONG.

Una de las personas afectadas por la tragedia fue Aide Ortega, 76 años, quien dice a El Nuevo Siglo, que “soy nacida y criada aquí”. Luego de 2 años de estar desplazada y arrumada en la casa de su hermano en Sincelejo, decidió regresar a pesar del peligro que representaba para los desplazados, volver tan pronto a la tierra que les arrebató a sus familias.

“No fue la tierra, quien me quitó a dos hermanos, precisa, sino los asesinos de los paramilitares, eso no se nos puede olvidar. Fueron ellos quienes acribillaron a mi hermano José, de 30 años, y a mi hermano menor Tomás José, de 22 años. Ellos no alcanzaron a escapar ese día pero yo sí me fui por entre el monte con mi compañero Ramón Sánchez. Cuando escuchamos los primeros disparos, yo me alerté porque los paramilitares estaban reuniendo a la gente en la plaza donde mataron a los primeros vecinos y luego se fueron para la iglesia, donde la gente se refugió y pensó que hasta allí no se atreverían a disparar contra nadie. Se equivocaron, porque allí fue donde mataron a la mayor cantidad de gente”, relata la anciana con ojos llorosos.

El cacao de cacao

Hoy, quince años después, Aidé recuerda toda la tragedia como si fuera hoy, pero sabe que luego de tantos años de llorar a sus muertos, debe respirar hondo y seguir adelante. Esa valentía es lo que le permite levantarse cada día a las cuatro de la mañana para coger el molino y preparar la harina con la que fabrica el cacao que vende en el pueblo.

“Ese cacao, con el que me gano entre diez mil y quince mil pesos cada día, es lo que me ha permitido resurgir con mi compañero. Esa es la labor que desarrollo y que me permite soñar”.

Entre esos sueños, poco a poco  han aparecido en el pueblo huellas de un resurgir hacia el pleno desarrollo al que tiene derecho Aide y todos los habitantes de El Salado. Uno de esos rastros de prosperidad lo da la nueva carretera que los sacó en nueve meses del siglo XVIII al XXI.

“Con esa carretera se nos disminuyeron los costos del transporte, antes teníamos que pagar casi 20 mil pesos en el viaje de ida y vuelta al Carmen de Bolívar. Ahora ese traslado nos cuesta 16 mil pesos, pero ya podemos sacar nuestros productos y venderlos a mejor precio en otras partes”, señala Aidé.

Quien decidió meterle mano a la construcción de la carretera de 14,1 kilómetros, fue Cementos Argos con la intervención directa de su presidente, Jorge Mario Velásquez. La inversión fue de 553,9 millones de pesos por cada kilómetro y recursos totales de 8.143 millones de pesos.

La obra, que comprendía la construcción de cunetas, el reemplaza de la placa huella de la carretera por el cemento, además de la señalización y el alcantarillado para el adecuado manejo de aguas, se hizo en 9 meses, desde noviembre de 2014 y julio de 2015.

El transporte

“No le miento, antes rezábamos para que por la trocha no nos cogiera un aguacero porque eso hacíoa imposible el desplazamiento. Podíamos demorarnos hasta 7 días a El Carmen”, sostiene el campesino Luís Eduardo Caro, quien hoy busca reorganizar su vida con algún trabajo. “Llevamos casi 3 años de verano y eso ha acabado con los cultivos, por eso nos toca dedicarnos a otra cosa aquí en el pueblo, para poder mantener a la familia”, dice señalando a su pequeña hija Ruth, de 6 años y quien estudia en la Institución Educativa Técnica Agropecuaria, IETA, el único colegio que tiene El Salado.

El rector de este colegio, el profesor Wilson Martínez Martínez, se mostró complacido con el anunció del presidente de la República, Juan Manuel Santos, de destinar 2.500 millones de pesos para la construcción de una nueva sede del colegio.

“Ese es el apoyo que necesitamos, que el alto gobierno nos de esas esperanzas de desarrollo, de una nueva vida que tanto estamos esperando en El Salado”, sostiene el educador.

Pero Martínez no quiere dar muchas muestras de optimismo sino de esperanza. “No podemos lanzar las campanas al aire, pero sí debemos reconocer que hoy tenemos mucha esperanza, somos ricos en ello”, señaló

Uno de los mayores retos de este profesor, fue inculcarle a sus 465 estudiantes que tenían derecho a soñar pero sin olvidar lo que había pasado para evitar que se repita la tragedia.

¿Cómo ha sido ese proceso de superar la tragedia?

Ha sido bastante difícil aliviar los sentimientos de tragedia, de abandono, de sin sentido, de estar en la oscuridad, nos ha tocado a los que estamos al frente de la institución tener mucha paciencia con nuestros chicos.

¿Cómo reaccionan los niños?

Que todo va a seguir así, lo mismo, ellos están con mucha apatía, se ve que los sueños de la familias se acabaron, pero ahora es que la gente está como superando esa tragedia.

¿Desde su visión como educador cómo están reconstruyendo la vida?

Hay que seguir adelante, mirar al cielo y decir que por hay una que un personaje que nos transmite caridad, amor, hay esperanzas, que nos infunde un poco de fortaleza en los seres, definitivamente, el país como tal, el Estado ha contribuido a devolver un poco la confianza a las personas, no es por las dádivas que se han dado , sino que los niños se sienten acompañados, ya no se sienten abandonados, la lucha de los docentes es para decir que a pesar de todo se puede empezar a dar realidad a los sueños, a las familias.

En el único colegio de El Salado, la edad de los estudiantes oscila entre los 5 años, de preescolar, y los muchachos de undécimo que tienen entre 16 y 18 años.

No es fácil para los profesores transmitir un mensaje a sus alumnos para que se levanten en paz  no guarden resentimientos.

Martínez es consciente de eso y dice que “esta es una lucha diaria, es la convicción que tenemos como docentes, es un mensaje diario que les transmitimos que deben luchar y que deben aspirar a algo mejor mediante la educación. Solo a través de la educación pueden salir adelante. Les decimos que no se cansen, que deben cambiar de vida en un futuro, por eso el mensaje es de paz,  de convivencia, de tolerancia, de no repetir las equivocaciones y de mirar con más claridad hacia el futuro”.

En ese intento por demostrar que sus anhelos no son solo palabras, el profesor Martínez me muestra la camiseta que han diseñado para los estudiantes de undécimo grado como una forma de validar el esfuerzo de los estudiantes. “Como institución les dimos la camiseta que dice: IETA El Salado, educamos para el desarrollo humano la convivencia y la paz, promoción de bachilleres 2015”.

Sobre el hecho de no olvidar lo que pasó hace 15 años, Martínez señala que “de hecho se está trabajando con una fundación que se llama Memoria Històrica. Se está intentado rescatar de como era la vida antes y después de la masacre y por eso se ha podido diseñar una estrategia par poder educar en medio de esta situación. Pero es importante recordar lo que pasó y por qué pasó entre todas las partes, no de la población y que todo terminara en una barbarie. Lo que se está trabajando con los estudiantes es la exhortación que se sacudan de todo el lastre de la violencia, pero sin olvidar lo que pasó. Apoyados en las equivocaciones que tuvimos, la vida nos enseña a salir adelante para que no se vuelva a repetir la tragedia bajo ninguna circunstancia”.

¿Cómo era antes El Salado y cómo es ahora?

Yo soy de El Carmen de Bolívar pero he vivido siempre aquí. Si no hubiera pasado esa tragedia, El Salado ya fuera municipio. Aquí había mucha prosperidad, esta era un población rica, había mucha abundancia de comida, de cultivos, había tabaco en cantidad, se generaban empleos directos e  indirectos con el tabaco, todavía existen cuatro bodegas de tabaco, aquí se sembraba y se hacia el proceso de alisado, de desvenado y se llevaba directamente a los muelles para la exportación del tabaco.

¿La entrega de viviendas gratis y vías, no supone entrar a una etapa de desarrollo?

Yo diría que ya hay un desarrollo, lento pero ya empieza, con el apoyo de muchas fundaciones. Pero todavía hay mucha pobreza y la generación de empleo directo e indirecto en la población ha mejorado mucho, por eso el colegio se ha sostenido gracias al Estado y a las mismas fundaciones que han impulsado a los chicos, hoy tenemos una granja donde se desarrolla el proceso agrícola, y hoy la forma de vida y de ver la vida es diferente.

Ante la presencia de los periodistas, el profesor Martínez hace un llamado casi desesperado: “yo quisiera hacer un llamado de atención al gobierno central, al gobernador y al secretario de Educación departamental, que si consideramos que la educación es el motor del desarrollo humano, acá en El Salado necesitamos que a los profesores nos estabilidad laboral, esto nos permite organizar la institución para el futuro, para el desarrollo de la población, con los 23 docentes estamos montando nuevos proyectos apoyados por fundaciones. Pero para adelantar ese desarrollo necesitamos estabilidad y que nombren a los docentes no en calidad de provisionales sino de forma definitiva”.

La vivienda

Otro de los rastros del nuevo despertar del pueblo, fue la construcción de vivienda, programa promovido por el gobierno nacional y donde precisamente el presidente Juan Manuel Santos entregó la vivienda número 100 mil de casas gratis a una de las residente en El Salado.

Una de las beneficiarias, Norma Arias, 44 años, tiene 8 hijos, el menor de 8 años y el mayor de 18. También estuvo desplazada por la masacre y estuvo viviendo en casa de sus abuelos, hasta cuando el gobierno le anunció que era una de las personas beneficiadas con una vivienda gratis.

“Esa ha sido la mejor noticia de mi vida, eso alivia el dólar que tengo por perder a varios familiares hace 15 años cuando el terror llegó al pueblo. Actualmente vivo en una casa prestada pero ahora mi diosito me permite ser dueña de una casa, es algo que no puedo creer. Hace muchos años  nos tocó salir del pueblo perseguidos por los asesinos de mi hermano. Salí entre los arbustos con un hijo recién nacido que casi se me muere de sed en el monte. Pero pudimos sobrevivir y ahora ese dolor se transforma en felicidad con esa casa”, sostiene Arias, quien cree que de verdad hoy sus sueños se han convertido en riqueza, transformados en una casa de ladrillo.