Moda amoratada | El Nuevo Siglo
Miércoles, 17 de Noviembre de 2021

En días pasados asistí a un coloquio entre unas reputadas editoras, quienes hablaron de sus oficios, de las decisiones que tienen que tomar, de la sensibilidad ante las obras literarias, del amor y la pasión por el mundo del libro, además de la posición predominante de la mujer en el ámbito editorial.

Mujeres brillantes, que desde nichos de diferente tamaño (Penguin/Candaya/Sin Fin), dieron a la concurrencia in situ e in virtu, más de una lección y reflexiones nutritivas. Una de ellas, ante la avalancha de escritoras que inunda el mercado, opinó que habría que tener cuidado con “esa moda” y aterrizar los contenidos y la calidad de los manuscritos, de los cuales muchos han visto la luz con cuestionable nivel. Desde la ventana de la subjetividad, todo es publicable o auto-publicable. Pero una cosa es el equilibrio, la visibilidad reclamada y otra, lo que va de remolque.

¿Quién discute -a estas alturas tan bajas- que la mujer tenga pleno derecho a los espacios arrogados por los hombres durante milenios? ¿Por qué tendrían que firmar con seudónimos masculinos como las hermanas Brontë, for example? ¿Quién negaría a una mujer un puesto de trabajo y una recompensa igual a la de un encorbatado? Si se está capacitada-o-@-e, que así sea. Pero todavía no, que no. Hay que derribar esos muros de Berlín, aquellas barreras del Sahara, estas alambradas polaco-bielorrusas. Y tantas otras talanqueras que se interponen en la ruta (larga y abusiva como las nombradas) de la mujer en todos los ámbitos.

Ahora yo pregunto: ¿por qué me miraron feo las señoras de la lencería cuando entré a preguntar por un vestido de baño para mi esposa? ¿Porque soy un depravado? o ¿Por qué ni me miraron las dueñas de una librería feminista? ¿Porque bastó el olor a testosterona? o, ¿Por qué no pude participar un concurso de relatos exclusivo para mujeres? Lo evidencia el carácter de exclusión del certamen. O, ¿por qué me regañó la señora a quien cedí el paso para entrar al bus? ¿Será que ya va siendo hora? Me resisto, aún quedamos algunos gentlemen de bluyín.

¡Vamos chicas! señoras, señoritas y niñas, a luchar con toda por lo que es justo, pero no usen las mismas armas que los machos re-machos de toda la vida y más allá. Me importa un carajo el género. Me interesa la gente buena y competente. Pero no me seducen las que van con la ponzoña en ristre, con las aletas de la nariz en sístole y en diástole, amoratadas, congestionadas, con los pulgares lívidos en las redes; parecen enfadadas siempre, en una suerte de fundamentalismo de banderas que van desde el malva hasta la frontera con el púrpura. Tranquis. Tal vez se escriban buenas historias con este germen; una saga literaria, una serie, un podcast de ficción. Ahora que todo está tan publicable, tan amoratado, tan de moda.

*Escritor. Ganador del XX Premio Clarín de Novela y finalista del V Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana

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