¿Dónde está el conservatismo? | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Octubre de 2017

En una época de franco liderazgo de las doctrinas conservadoras en el mundo entero, nuestro partido fundado por José Eusebio Caro y  Mariano Ospina Rodríguez,  parece ir desapareciendo y eclipsándose lastimeramente,  sin que a propios y  extraños les cause mayor preocupación. Quizás porque nos criamos en las toldas azules y toda nuestra existencia estuvo arropada siempre bajo sus doctrinas  filosóficas, hoy más que nunca echamos de menos ese norte ético que marcaba nuestra colectividad. Hoy las cosas son a otro precio. Es evidente que padecemos  un profundo sentido de orfandad.

Cuando los acuciosos historiadores traten de levantar el acta definitiva de su defunción, lamentablemente no podrán identificar con claridad las causas de su desaparición.  Quizás la llamada "complicación de males" podría testimoniar a manera de síntesis el deceso, O, quizás más acertadamente podría alegarse que el colapso lo ha producido la llamada crisis de los valores. O el relativismo rampante que hoy signa a la mayoría de los movimientos políticos. Luego de haber gobernado la mayoría del devenir histórico de nuestra nacionalidad y de haber realizado grandes  aportes a su institucionalidad y modernización, los últimos años cincuenta años el conservatismo ha existido tan solo vegetativamente y como simple apéndice burocrático  del liberalismo, eso cuando el bipartidismo era fuerte en la conducción del estado.

Enfrascado en forma casi permanente en una fratricida división política, ha terminado optando por el más descarado populismo y acompañando a causas suprapardistas de dudosa reputación. Como lo ha hecho en repetidas ocasiones sigue renegando de sus mejores hombres y busca afanosamente cobijarse en alianzas de ocasión que solo le garantizan  su presencia en la nómina oficial. Lo compromisos del día y no los programas de largo aliento parecen ser su divisa.

Hoy, en pleno siglo XXI, sin dirección egregia, sin ruta conocida, sin destino manifiesto, nuestra querida colectividad se encuentra a la deriva. No cuenta con curtidos navegantes y no avizora puerto seguro. Por el contrario, parecería que nadie quiere dirigirlo. En una vergonzosa actitud los llamados a hacerlo, hacen mutis por el foro y cogen las de Villadiego en busca de firmas. Una triste modalidad que nos recuerda los tiempos del maestro  Goyeneche. Hoy se ha dado a la búsqueda de un candidato presidencial y éste no aparece. Lo grave de la situación es que todo apunta a que el próximo mandatario de los colombianos será producto de una sólida coalición. Y al paso que vamos ese candidato se lo impondrían al partido en el caso de sellar una eventual  alianza ganadora. Seguiríamos de simples comparas.

Hay quienes hablan de refundarlo y hay quienes pretenden revocarlo. Su oposición frente al proceso de paz, por decirlo de alguna manera, es la de simple acompañante de las decisiones presidenciales. Los silencios conservadores sobre los temas más críticos del país son alarmantes. En todo caso, el precio que vamos a tener que pagar por seguir con vida será  altísimo. Como ha sido siempre.

 

Adenda

El último partido jugado por la selección Colombia frente al Paraguay es para sentir vergüenza deportiva. Si vamos a seguir así es mejor no ir al Mundial para no hacer el oso.