Trump, la acrofobia y los estados “oscilantes” | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Martes, 25 de Octubre de 2016
Pablo Uribe Ruan @UribeRuan

Aunque pocos lo saben, las votaciones  en Estados Unidos por la presidencia ya empezaron. Más de 4 millones de norteamericanos depositaron su voto el fin de semana pasado y se espera que cerca de 50 millones lo hagan antes del 8 de noviembre, día de la elección general.

A diferencia de la mayoría de las democracias, Estados Unidos no tiene un sistema electoral centralizado, permitiendo que cada estado establezca cuándo y cómo –por correo o papeleta- sus residentes pueden votar. Según el Centro de Investigación Pew, casi 60 millones, de 130 que están llamados a las urnas, votarán antes de la fecha determinada.

Los resultados, sin embargo,  se darán a conocer la noche de ese martes (8 de noviembre), incentivando la lucha entre Hillary Clinton y Donald Trump hasta el último minuto por subir en las encuestas, a las que el magnate ha calificado de “amañadas” –rigged- por los demócratas y los medios.

Trump aparece en el promedio general de Real Clear Politics -25 de octubre- 5.2 puntos por debajo de  Clinton, subiendo 7 escalones en comparación al lunes. Pese a esta repentina subida, sigue perdiendo en estados claves como Florida, Carolina del Norte y Ohio, conocidos por su volatilidad electoral.

Por donde se mire, Clinton es la favorita. En los tres debates presidenciales resultó ganadora y demostró las falencias de su rival, que, auspiciado por el amarillismo mediático, intentó hacerle quite a su inexperiencia y explotar los escándalos de ella, sin éxito.

El candidato republicano mostró en el último debate, durante 30 minutos, que podía fungir como presidente, al menos al comienzo. Pero simplemente fue eso: media hora que se diluyó cuando entró en calor. Tanto como su campaña que, a mediados de septiembre, lideraba los sondeos y comenzó, luego de incesantes revelaciones personales, a caer en picada. 

Después de esta campaña presidencial es probable que Donald Trump le tenga miedo a las alturas. Es que no volvió a subir. De picar en punta y sentirse cómodo en las encuestas, sufrió un desconocido síntoma: la acrofobia.

Para que el republicano gane tiene que lograr un noche perfecta, según la revista TIME, triunfando en Florida, Ohio, Pensilvania y Carolina del Norte, conocidos como los estados swing o “oscilantes”. Semana tras semana estos estados vienen siendo disputados por los candidatos, con una leve inclinación por la aspirante demócrata. Además, debe asegurar Utah o Arizona, de tradición republicana, que en los últimos días inesperadamente han virado hacia Clinton.

Son las leyes, no las encuestas

A Trump, como a muchos políticos, le gusta la conspiración. Pintar un mundo funesto, negro y en crisis es su estrategia de campaña. La esperanza, como discurso, no le interesa. Porque, al contrario de Clinton, que vivió acompañada de los hippies en el campus de Yale, fue un joven de negocios que se paseó por la Universidad de Fordham, Nueva York, sin pensar en un mundo mejor.   

La semana pasada el magnate dijo que no reconocería los resultados electorales, avivando un debate nunca antes visto en Estados Unidos, y hasta se refirió a una encuesta publicada internamente por los demócratas, en la que salía perdiendo, criticando su credibilidad.

Trump arremete contra las encuestas porque son su peor enemigo. Cuando competía por la nominación republicana, las quería, pero ahora la mayoría de ellas son las “culpables” de sus aparentes malos resultados.

Aunque las encuestas no son las culpables de su posible derrota. Sirven, sin duda, para catalizar las emociones de los electores, pero muchas veces no son el elemento central que afecta la elección de los votantes.

Según la revista  Político, en al menos cinco estados, funcionarios no han autorizado a los ciudadanos para votar. Esto se presenta porque las autoridades judiciales no reconocen el cumplimiento de requisitos para ejercer el voto.  En este marco, algunos estados como Texas han sido demandados por racismo al no permitir el voto de ciudadanos de origen latino.   

¿Este impedimento es un mal síntoma de la democracia de Estados Unidos? Para muchos sí, quizá el peor de todos, por encima de las encuestas y los grandes paquetes de financiación de las campañas, abriendo el debate para las elecciones de 2020. 

Lo cierto es que en estas elecciones los candidatos tienen que conquistar el mayor número de estados para alcanzar  270 jueces electorales, de 538. Hay grandes estados, como Texas y California, con un número importante de jueces, que seguramente serán asignados respectivamente a Trump y Clinton, al igual que otros.

Pero la clave, como se ha dicho, está en los estados swing. El recuerdo más reciente de cómo uno de estos definió una elección ocurrió en el año 2000,  cuando George W. Bush ganó en Florida por un voto, apeló en la Corte y terminó posicionándose como presidente, ante la furibunda mirada de Al Gore.