Transformación verde | El Nuevo Siglo
Martes, 18 de Octubre de 2016

Lo importante de los tratados no es la voluntad política que requiere su debate y firma, sino primordialmente el grado de obligatoriedad que se pacte para su aplicación. Esa es una máxima del derecho público internacional que cae como anillo al dedo frente al hecho trascendental para el futuro del planeta y la humanidad que acaba de ocurrir en Kigali (Ruanda), en donde más de 200 países firmaron un acuerdo para reducir las emisiones de los gases hidrofluorocarbonos (HFC) con el objetivo de disminuir el calentamiento global en 0,5 grados al final de siglo.

Se trata, sin duda, de un acuerdo histórico porque los HFC no sólo están considerados entre los gases de efecto invernadero más peligrosos, sino porque la meta del medio grado menos de incremento en la temperatura planetaria es muy ambiciosa.

Esta enmienda al Protocolo de Montreal, que establece las políticas globales para combatir las sustancias que agotan la capa de ozono es, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la mayor contribución que el mundo ha hecho para mantener el aumento de la temperatura global muy por debajo de 2 grados centígrados, un objetivo acordado en la conferencia climática de París el año pasado. En segundo lugar, es una clara afirmación de todos los líderes mundiales en torno a que la transformación verde, que comenzó con el acuerdo de la capital francesa, es irreversible e imparable. Un tercer punto clave es que muestra que las mejores inversiones son aquellas que van a tecnologías limpias y eficientes. Y, como cuarta conclusión pero no menos importante, pone de presente que debe haber complementariedad e integralidad entre las políticas  para proteger la capa de ozono y luchar contra el calentamiento global.

Esto último porque los hidrofluorocarbonos empezaron a ser utilizados en la década de los 90 en sistemas de aire acondicionado, refrigeración, espumas y aerosoles, entre otros productos, para reemplazar los que usaban clorofluorocarbonos, que entonces eran señalados como los mayores enemigos de la capa de ozono que protege la atmósfera y permite preservar la vida sobre la Tierra, ya que actúa como escudo contra la radiación ultravioleta proveniente del sol, que si se recibe de forma directa es muy peligrosa.

Sin embargo, estudios posteriores demostraron que los HFC si  bien eran eficientes en cuanto a evitar un mayor deterioro de la capa de ozono, son gases de efecto invernadero y, por lo tanto, causantes del calentamiento global, incluso por encima de las emisiones de dióxido de carbono.

El pacto firmado en Kigali es, entonces, un paso muy importante en ese objetivo de complementariedad de políticas para la protección del medio ambiente. Aunque no todos los países firmantes irán al mismo ritmo en el combate a estos gases, ya que hay distintos cronogramas -y muy polémicos- para las naciones “desarrolladas”, "en vías de desarrollo" y "en desarrollo", lo cierto es que aun así es un paso trascendental.

De igual manera, el pacto de Kigali sirve de positiva antesala para la conferencia anual sobre el clima (COP 22), que se realizará en Marrakech (Marruecos), en las próximas semanas y en donde el acuerdo firmado en París entrará en vigor al haber alcanzado ya el mínimo de países firmantes que lo han ratificado.

Colombia, que participó en la cumbre en Ruanda, también respaldó el nuevo pacto. El país, según el Ministerio de Ambiente, ya viene trabajando en la reducción de los HFC, sobre todo en el sector de la refrigeración doméstica. Incluso espera recibir recursos internacionales para acelerar estos procesos. En la misma línea el Gobierno presentó semanas atrás al Congreso el proyecto de ley para ratificar el Acuerdo de París, iniciativa que fue aprobada en primer debate. Como se sabe el país se comprometió en dicho tratado a reducir en un 20% las emisiones de gases de efecto invernadero frente a lo proyectado a 2030, avanzar hacia la adaptación a los efectos del cambio climático e implementar gradualmente una economía baja en emisión de carbono, entre otros.

Buenas noticias, entonces, a nivel externo e interno en la prioritaria, complicada y larga tarea de proteger el planeta y la vida humana. Pero, como se dijo, lo importante no sólo es firmar pactos, sino obligarse a cumplirlos.