Cita con la historia | El Nuevo Siglo
Miércoles, 5 de Octubre de 2016

La reunión de hoy entre el presidente Juan Manuel Santos y los voceros del No, especialmente el expresidente Álvaro Uribe Vélez, es a no dudarlo una cita con la historia. Después de que el país quedó prácticamente dividido en dos, entre los partidarios del Sí y el No en el plebiscito, es una labor indispensable producir la unidad nacional dentro de los más altos criterios patrióticos y la sindéresis política que las necesidades nacionales exigen.

Siempre fuimos partidarios de esta reunión, no como un acontecimiento para la galería, sino porque es fundamental en la marcha hacia el futuro y el mensaje de estabilidad tanto a los mercados como al concierto de naciones. Tiene Colombia una democracia a toda prueba, cuya madurez incontestable fue demostrada en el último evento plebiscitario, en el que el país votó a conciencia por las alternativas que se presentaban. Por lo demás, la votación no fue menor. La gran mayoría de expertos vaticinaban unos 10 millones de sufragios, pero en realidad se produjeron casi 13 millones, un poco menos que en la segunda vuelta presidencial de hace dos años, pese a que este tipo de sucesos electorales excepcionales no suelen convocar a la opinión pública de manera eficaz y efectiva como sí los comicios ordinarios.

De tal manera que no hay excusa para disminuir el resultado de las urnas, luego de que la totalidad de votos sumó más que en las últimas elecciones parlamentarias. Es deseable, por supuesto, que la democracia colombiana tenga una mayor cantidad de participación, pero es igualmente importante destacar que aquí no hay voto obligatorio y que el derecho y el deber de votar es un acto típicamente individual.

Hemos sostenido, reiteradamente desde hace tiempo, que la refrendación popular debió abocarse con un consenso político previo que integrara mancomunadamente a todas las fuerzas del país. No solo en estas páginas sino también en muchas otras opiniones esa fue una súplica que, por desgracia, cayó en el vacío y que hoy, sin embargo, es la única ruta fehaciente para retomar las esperanzas colombianas y dar un parte de tranquilidad a la ciudadanía.

Se entenderá, desde luego, que la reunión hoy entre el Jefe del Estado y el jefe de la oposición será en términos cordiales. Es lo que el país quiere ver, no por la fotografía del evento, como algunos quisieran desestimarlo, sino especialmente porque en manos de los dos personajes están concentradas las decisiones que enmarcarán la ruta a seguir en los próximos días, las semanas siguientes y los meses por venir.

No es fácil, claro está, para ninguno de los dos. Ambos se han enfrentado de manera acre, con duros episodios de por medio y acusaciones mutuas de alto calado, pero es en oportunidades como estas en las que se puede ver el talante de los estadistas. Y estamos seguros de que así, con madurez y espontaneidad, el país podrá salir del interregno en que se encuentra.

Es evidente, por otra parte, que ambos líderes tienen que leer el resultado electoral dentro de sus realidades insoslayables y las consecuencias jurídicas sobre el denegado acuerdo de La Habana. La voz del pueblo es expresión sagrada de la democracia y sería un despropósito que fuera a malinterpretarse su sentido y mensaje categóricos.

Con la votación del domingo pasado está claro que los términos textuales del acuerdo de La Habana no pueden entrar en vigencia y los instrumentos que se tenían previstos para su aplicación han quedado eliminados, en sintonía con la sentencia de la Corte Constitucional, del acervo legal colombiano. Pero el acuerdo de La Habana, con sus correctivos, continúa siendo la ruta aconsejable para generar puntos de encuentro y las reformas aceptables que aglutinen a los 13 millones de votantes.

Es obvio que un tema tan complejo no puede despacharse en una sola reunión y que seguramente habrá delegados posteriores para ir estructurando lo acordado. En principio, lo básico es establecer si el presidente Santos acepta cambios en el Acuerdo, firmado por él mismo, y hasta dónde es el alcance de esa determinación. Como también lo ha dicho el expresidente Andrés  Pastrana -quien se reunirá hoy con el Primer Mandatario antes del expresidente Álvaro Uribe-, Santos representa la unidad nacional constitucional y en él reposan todas las atribuciones y facultades del orden público y la transformación del proceso de paz. Del mismo modo, el expresidente Uribe, por cuya iniciativa pudo darse esta reunión, ha dicho claramente que el plebiscito no dejó vencedores ni vencidos.

Es, ciertamente, la hora de los altos intereses patrióticos y nada más. Y frente a ello nos atrevemos a decir que, en ese caso, buen viento y buena mar.