Retos de asamblea de OEA | El Nuevo Siglo
Martes, 4 de Octubre de 2022

* Nicaragua, Venezuela y Rusia en la mira

* Inapelable vigencia de Carta Democrática

 

Si bien es cierto que la 52 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), que comienza hoy en Lima, tiene como tema principal el de “Juntos contra la desigualdad y la discriminación”, son otros los asuntos que concitarán el mayor interés, no solo del pleno de cancilleres de todos países del continente sino de la comunidad internacional.

La agenda del cónclave es muy amplia desde el punto de vista geopolítico, económico y social. La era pospandemia, la crisis haitiana, el impacto de la guerra en Ucrania en nuestro hemisferio, la urgencia de una solución trasnacional a la migración ilegal, el temor a una recesión y la cresta inflacionaria que afecta a la mayoría de naciones americanas, hacen parte del extenso temario. Igualmente hay mucha expectativa en torno a la próxima la elección del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cargo vacante luego de que su titular estadounidense fuera destituido días atrás por una relación personal inapropiada. Tras un duro pulso por la dirección de la Organización Panamericana de Salud (OPS), que se zanjó a favor del aspirante brasileño, es claro que el consenso latinoamericano se inclina porque uno de los suyos vuelva a asumir las riendas del principal ente financiero multilateral, eventualidad que depende en gran parte del guiño de la Casa Blanca, mayor accionista.

Sin embargo, serán las votaciones sobre crisis puntuales del continente las que focalizarán las miradas en un hemisferio que ha visto crecer los gobiernos de izquierda en el último año y medio. Es claro que los regímenes autoritarios y violadores de los derechos humanos continúan representando un alto riesgo que debe ser condenado sin ningún tipo de excusa ni contemplación, no solo por vulnerar de manera flagrante los principios fundacionales de la Carta Democrática sino porque la pasividad e impotencia del concierto internacional de naciones al respecto se está convirtiendo en una especie de patente de corso que prolonga el clima de impunidad y sufrimiento de decenas de millones de personas.

En ese orden de ideas, se espera lograr un consenso mayoritario para aprobar resoluciones de condena a gobiernos autoritarios como el Daniel Ortega en Nicaragua, que si bien ya no hace parte de la OEA es claro que comanda uno de los regímenes dictatoriales más oprobiosos del planeta.

También se espera poner a consideración del pleno de cancilleres y embajadores el dramático agravamiento de la violación de derechos humanos por parte del gobierno chavista de Nicolás Maduro en Venezuela, según lo volvió a alertar recientemente una misión independiente de la Naciones Unidas, recalcando sobre el aumento de los delitos de lesa humanidad a manos de funcionarios del régimen.

Otro de los asuntos centrales será lograr que la asamblea general pueda reiterar su condena a la invasión rusa a Ucrania. Aunque es sabido que Moscú ha desplegado una intensa maniobra diplomática con el fin de que su injustificada acción militar no sea descalificada, todos los gobiernos americanos están llamados a reprobar el uso de la fuerza, violación de soberanía y drama humanitario causado por esta guerra que ya avanza sobre los ochos meses y cuyas consecuencias económicas y sociales han sido muy lesivas para nuestro continente.

El gobierno Petro asiste a su primera asamblea general. Ya tuvo un primer y grave traspié al no votar semanas atrás una resolución de condena de la OEA a la satrapía de Ortega en Nicaragua, postura que luego, tras múltiples reclamos nacionales y en medio de la estupefacción continental, tuvo que corregir. Se espera, entonces, que ahora Colombia no dude en descalificar el autoritarismo de Ortega y, en cuanto a Venezuela, que no desconozca la gravedad de la violación sistemática de derechos humanos por parte del régimen chavista, una realidad innegable por más que la Casa de Nariño y el Palacio de Miraflores hayan restablecido relaciones políticas, diplomáticas y comerciales.

Arranca, entonces, el principal foro continental. La coyuntura es grave en varios flancos y se espera que la OEA, más allá del pulso geopolítico interno, sea una sola voz en la defensa de la democracia, los derechos humanos y el orden institucional.