La diplomacia total | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Enero de 2012

 

*Entente hispano-colombiana

*Crecer mancomunadamente

 

 

El triunfo del Partido Popular en España y la posesión en el gobierno de Mariano Rajoy son de esas noticias que agradan a todos en Colombia, no solamente por la afinidad que tenemos por sus ideas y propuestas, sino, es preciso reconocerlo, por cuanto también tuvimos buenas relaciones con su antecesor del Partido Socialista, en cuanto los políticos y las gentes bien informadas de España y de nuestro país están al tanto de la importancia del intercambio bilateral para ambas partes. Una abultada cifra de los ingresos en el exterior le llega a España por cuenta de las compañías establecidas entre nosotros. El aporte humano, cultural, tecnológico, comercial y científico de España ha repotenciado algunas zonas de nuestra economía y las ha hecho más competitivas. La inversión en diversos campos es muy positiva y la relación comercial ha contribuido a recomponer los lazos afectivos de siempre, que en vano cada cierto tiempo algunos descriteriados pretenden enturbiar, como ocurrió en Cartagena, donde a algún listo se le ocurrió atentar contra la tradición secular y cambiar el nombre del Teatro Heredia. O cuando algún representante de la franja lunática pretendía atentar contra la estatua de Cristóbal Colón, sin que esos casos de perturbación demagógica prosperen y con razón los rechaza el grueso de la población.

Los cantos de sirena de mal agüero sobre la ideologización de las relaciones diplomáticas de España con Hispanoamérica no pasan de la especulación y el desconocimiento de la habilidad con la que la Cancillería ibérica maneja los hilos de la diplomacia a lo largo de la historia, descontando etapas críticas de pasión política, confusión y atolondramiento de todos conocidas. El concepto de diplomacia ha evolucionado en nuestro tiempo y los países con visión y sentido de la historia se concentran en adelantar una diplomacia total, que consiste en apoyar no solamente lo político, las coincidencias, los grandes proyectos económicos estatales y la cooperación especializada mutua, sino en favorecer lo cultural, lo tecnológico y la solidaridad humanitaria. En tal sentido el gobierno de Juan Manuel Santos, abierto al fluido intercambio comercial y sensible a lo educativo y cultural, puede jugar un papel decisivo en favorecer esas relaciones con Rajoy. Ese pragmatismo de Santos, que le permite jugar un papel clave en el Mercosur y mantener relaciones fraternas con sus vecinos, como facilitarlas a terceros, favorece el papel de Colombia para trabajar conjuntamente con España en proyectos de largo alcance en nuestra región.

Y para Colombia la crisis de la economía ibérica, que contrasta con nuestra bonanza minera, debe ser motivo para favorecer la inversión en grandes proyectos de ambas naciones. España tiene capital humano valiosísimo, maquinaria parada para grandes obras, tecnología probada en diversos campos, experiencia pedagógica de primera, que pueden encontrar un campo de desarrollo entre nosotros. El centrismo de Santos, que le permite pisar con seguridad terrenos de diversas ideologías, le facilita entenderse con Rajoy, que es un político que respeta las leyes y favorece el orden. Les ha faltado a las relaciones entre España y Colombia un gran aliento comunicativo y de propósitos comunes que trascienda las fronteras y se proponga grandes metas. Parece llegada esa oportunidad con la presencia de dos gobernantes que valoran en grado superlativo el entendimiento entre las naciones, con miras a pasar del verbalismo protocolario a las grandes realizaciones.

Y, claro, la calidad humana de Rajoy, la comprensión y el vivo interés que muestra por nuestro país, son el mejor augurio de una relación diplomática total. España debe volver a ser el puente natural de Colombia con Europa. Y los españoles, en el gobierno o la oposición, deben saber que estamos con ellos en medio de la crisis y que les daremos la mano para salir de la misma. Así como nosotros somos en estos momentos para España el puente geopolítico con el resto de Hispanoamérica, no solamente por la reflexión político-económica, sino también por los lazos espirituales que nos unen por encima del convencionalismo político.