Post Papa (1) | El Nuevo Siglo
Martes, 19 de Septiembre de 2017

Pasada ya la euforia de la visita de Francisco a Colombia, viene bien un ejercicio de seguimiento y prospectiva sobre el impacto y la influencia de su viaje en materia sociopolítica.

Lo primero que puede resaltarse es el momento que se eligió para la travesía. 

De hecho, el Gobierno y las Farc buscaron que el viaje se produjera al momento de firmar los acuerdos en Cartagena para inducir a los votantes en el referendo.  Pero no lo lograron.

Tras el rechazo ciudadano del 2 de octubre, ellos trataron de que el Papa los acompañara en la firma del Teatro Colón para convalidar moralmente el texto que ignoró la voluntad popular.  Pero tampoco lo lograron.

Sabia, como es, la diplomacia de la Santa Sede no cayó en la trampa de la manipulación y evitó en todo momento la reificación, la cosificación, la utilización del Papa como un instrumento más en el marco de la estructura simbólica del poder establecido.

En segundo lugar, es importante subrayar el propósito con el que se definió la visita.  En vez de asociar el eslogan a cualquier tipo de semántica oficialista, el Secretario de Estado dejó absolutamente claro que se trataba de promover la reconciliación.

Al privilegiar lo pastoral frente a toda tentación politizante, la Santa Sede evitó que la coalición gobernante y las Farc pudieran imponer su criterio de que Francisco viajaba a apoyar el proceso de negociación e implementación de los acuerdos, con lo cual, tampoco pudieron involucrarlo, implícitamente, en una especie de aval anticipado para el proceso con el Eln.

Tercero, al mantener solo contacto organizado con las víctimas y personas sinceramente arrepentidas, el Vaticano también logró que ninguna organización política u Ong politizada instrumentalizara el periplo a su favor, de tal modo que, a la postre, resultó muy fácil armonizar con las fuerzas de la oposición que supieron mantenerse prudentemente al margen.

Cuarto, la diplomacia pontificia supo transmitir la idea de que la Iglesia no es advenediza en materia de resolución de conflictos y que Colombia no es el primer lugar del hemisferio donde sus buenos oficios han tenido relevancia.

Más allá de experiencias amargas como la tregua del 2012 con las maras en El Salvador, o la facilitación en Venezuela, cuyo sinsabor se superó gracias al documento redactado por monseñor Parolin en diciembre del año pasado, la Iglesia rescató, en el marco de este viaje, su tradición diplomática basada en la prevención de la violencia, la mediación entre los adversarios y la reconciliación entre las víctimas.    

Continuará.