Nobel de Paz Suu Kyi fijará posición sobre rohinyás | El Nuevo Siglo
Foto AFP
Lunes, 18 de Septiembre de 2017
Redacción internacional con AFP
Expectativa por discurso de Nobel de Paz ya que definiría si continúa apoyando al ejército de su país, acusado de “limpieza étnica” contra esa minoría musulmana
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Horas antes del inicio de la Asamblea General de la ONU, la líder birmana Aung San Suu Kyi hablará por primera vez a sus compatriotas sobre la crisis de los rohinyás, en un mensaje destinado también a la comunidad internacional. Suu Kyi decidió romper su silencio, pero no lo hará desde la tribuna de Naciones Unidas en Nueva York, a donde anunció que no viajará, sino desde Naypidaw, la capital administrativa de Birmania, este martes.  Un gesto simbólico, en un momento en que el nacionalismo birmano suscita numerosas críticas internacionales.

Suu Kyi decidió romper su silencio, pero no lo hará desde la tribuna de Naciones Unidas en Nueva York, a donde anunció que no viajará, sino desde Naypidaw, la capital administrativa de Birmania, este martes. 

Un gesto simbólico, en un momento en que el nacionalismo birmano suscita numerosas críticas internacionales por la situación de los más de 400.000 rohinyás que huyeron a Bangladés tras abandonar el estado de Rakáin, en el oeste de Birmania, donde el ejército lleva a cabo una amplia campaña de represalias desde varios ataques de los rebeldes de esta comunidad, a finales de agosto. 

El discurso televisado de Suu Kyi, previsto para las 10H00 locales (03H30 GMT), genera mucha expectativa porque permitirá comprobar si la Nobel de la Paz mantiene su apoyo inquebrantable al ejército, acusado de perpetrar todo tipo de atrocidades en su operación antiterrorista. 

Hasta el momento, la líder birmana, que hizo sus únicas declaraciones públicas sobre los rohinyás a través de su servicio de prensa y en una entrevista para una televisión india, pidió al ejército que actuara con moderación y perdonara la vida a los civiles.

Parece poco probable que su discurso del martes se inspire en el que dio el año pasado desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU, en el que prometió defender los derechos de esa minoría musulmana, considerada como una de las más perseguidas del mundo, y dijo que "se opondría firmemente a los prejuicios y la intolerancia". 

Todos con Suu Kyi

Desde el principio de la crisis, la mayoría de la población birmana apoya al régimen, tanto al gobierno civil como a los militares. 

"Estamos con nuestra Consejera de Estado" (el título oficial de Suu Kyi), titulaba este fin de semana en su portada el diario oficial New Light of Myanmar, con una foto de miembros de la diáspora birmana manifestando en Londres a favor de la líder. 

Otras fotos, en las que se ven manifestantes que queman retratos de ella en países musulmanes, incendiaron las redes sociales de Birmania, un país donde más del 90% de la población es budista y en el que los musulmanes se consideran como una amenaza para la identidad nacional.  

Mayzin Aye, una mujer de negocios birmana conocida por su compromiso con Suu Kyi, reflejó la opinión de muchos en su país al dirigirse a la comunidad internacional a través de Facebook. "No es su líder, es NUESTRA líder", escribió. "Tiene a millones de hijas, hijos y hermanas que la apoyan al 100%", añadió. 

Suu Kyi, hija del padre de la independencia birmana y figura icónica en su país, denunció el "iceberg de información" difundido por los medios internacionales sobre la crisis, y prometió decir "su" verdad el martes. 

Su discurso también le permitirá presentarse como la persona que manda en el país, mientras, en la sombra, el jefe del ejército, el general Min Aung Hlaing, desempeña un papel clave en la situación actual. 

"Señala que su prioridad es la relación entre el gobierno y el ejército, y que el pogromo (antirohinyá) es una cuestión secundaria", afirma Francis Wage, autor del libro "Myanmar's enemy within" (El enemigo del interior de Birmania), dedicado al rechazo antimusulmán. 

Los generales siguen siendo muy poderosos en el país asiático, a pesar de la disolución en 2011 de la junta militar que alentó el miedo a la islamización de Birmania durante sus décadas en el poder. 

En tierra de nadie

Entre tanto son centenares los rohinyás atrapados entre su natal Birmania y Bangladés, huyendo de la violencia y los incendios que arrasaron sus poblados.

Más de 400.000 miembros de esta minoría musulmana han pasado a Bangladés desde fines de agosto, escapando de la represión del ejército birmano desencadenada tras los ataques de los rebeldes rohinyás.

Pero a diferencia de los que hoy sí pueden atravesar la frontera, los primeros en huir el pasado mes de agosto no tuvieron inicialmente el derecho de ingresar en Bangladés.

Así, tuvieron que instalarse en una porción de territorio entre los dos países, esperando que la comunidad internacional haga presión sobre Birmania para autorizarlos a regresar.

"No tenemos ninguna intención de ir a Bangladés. Queremos volver a nuestro país" explica Dil Mohamad, uno de los rohinyás atrapado en esa zona. "Birmania es mi país. Mi familia vive ahí desde hace generaciones".

Este campesino de 51 años asegura que 150 familias de su pueblo de Mae Di, en el estado de Rakáin, viven ahora en un campamento instalado en lo que antes era una tierra de nadie.

Las miles de personas instaladas en este campamento, ubicado a unos centenares de metros de una valla con alambrada, tras la que empieza el territorio birmano, reciben alimentos, medicinas y agua potable.

"Esta gente podría permanecer aquí mucho tiempo" se inquieta el teniente coronel Manzurul Hasan Khan, del cuerpo de guardias fronterizos de Bangladés.

"Bangladés es un país pobre, pero les hemos tendido la mano y estoy orgulloso de ello", agrega sin embargo.

Este oficial fue probablemente uno de los primeros en haber tomado conciencia del drama que se gestaba en Birmania, cuando los guardias apostados en la frontera escucharon en agosto el crepitar de las armas automáticas y de los morteros del otro de la frontera.

La primera reacción del teniente coronel fue llamar a sus colegas birmanos para proponer una reunión en la frontera. Pero incluso antes de que esta reunión fuera organizada, el hombre vio a mujeres y niños bajar de las colinas birmanas, hacia la frontera.

Sus hombres intentaron tranquilizar a estos civiles, que finalmente regresaron voluntariamente a sus hogares. Pero al día siguiente, los disparos volvieron a sonar, y los refugiados regresaron a la frontera, más numerosos aún.

"Ahí comprendí que estábamos ante una crisis humanitaria", dice.

Por ello permitió a los más enfermos ingresar a Bangladés, y organizó la distribución de agua y alimentos a los demás. En los días siguientes, siguió aumentando el número de refugiados que llegaban de Birmania, algunos de ellos heridos.

Los rohinyás, tratados como extranjeros en Birmania, un país en donde más del 90% de la población es budista, son considerados apátridas a pesar de que algunos estén instalados allí desde hace generaciones.

 

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