Los factores del pesimismo | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Septiembre de 2017
  • El pozo de la incredulidad
  • Justicia para que renazca la esperanza

La situación del país pasa por una ola de pesimismo sin precedentes. Por desgracia, la estela dejada por el Papa Francisco se ha venido difuminando en medio de los escándalos que tienen estupefacta a la gran mayoría de colombianos y es comprensible que así sea.

Las circunstancias por las que atraviesa la majestad de la justicia, a raíz de la gigantesca herida inferida por algunos magistrados de la Corte Suprema, la mayoría de ellos incluso habiendo ejercido la presidencia de esa magna corporación, no tienen precedentes en ninguna parte del mundo. Es difícil encontrar, desde luego, casos universales en que expresidentes del máximo tribunal jurisdiccional sean investigados por vender los fallos al mejor postor. Uno de ellos, Francisco Ricaurte, ya está en La Picota a instancias de la Fiscalía General de la Nación y otros de semejante rango están en la mira de las autoridades competentes sobre la base, además, de las delaciones de quien fungía en el cargo de fiscal anticorrupción. Las cifras, por lo demás, son inconmensurables y no cabe en la mente de los colombianos semejantes tropelías en aras de exactamente lo contrario a lo que se predica de las más altas instancias del derecho.

De otra parte, como se demostró esta semana, avanza igualmente el caso de Odebrecht que, de antemano, invadió buena parte de América Latina. Se había dicho en un comienzo que Colombia parecía, en medio de semejantes corruptelas, afectada en menor medida por el monto de los sobornos comparado con el de otros países. Esa tesis se vino paulatinamente al piso gracias a las investigaciones de la Fiscalía. Pero el tema ha tomado aún mayor envergadura una vez, como sucedió en esta semana, se fueron conociendo públicamente los testimonios de los implicados y automáticamente se dio un espiral en la gravedad de los hechos. La misma Fiscalía trajo a cuento las declaraciones de quienes buscan el Principio de Oportunidad y que han hablado ante la Corte sobre el tinglado de la farsa montado de forma metódica y con el propósito de zaherir el tejido estatal a cambio, igualmente, de cifras multimillonarias. Las campañas presidenciales han quedado, de acuerdo con los testimonios, seriamente comprometidas. Y es necesario aclarar a la mayor premura posible lo que verdaderamente ocurrió entre las afirmaciones y las desmentidas.

Es por ello, claro está, que la gente piensa, en las encuestas, que el país va por mal camino. Aun así, como se demuestra en el último sondeo de Yanhaas, la corrupción no ocupa el primer lugar de las preocupaciones colombianas, sino que por encima están otros ítems como la seguridad, la salud, el desempleo y la economía.

Por igual, el proceso de paz ya no suscita mayor interés entre los colombianos. Pese a que la implementación se ha venido mostrando bastante improvisada, el foco del país está, en primer lugar, en la seguridad. Es decir, que de alguna manera los colombianos no han sentido directamente beneficios de aquel proceso, seguramente más enraizados en las zonas del llamado conflicto armado interno. En todo caso, la seguridad ciudadana prevalece  sobre cualquier otra preocupación y ello es también           sintomático del pesimismo que ronda a los nacionales.

El muy exiguo crecimiento económico, combinado con el impacto de la reforma tributaria, ha llevado a una irritación ostensible en los colombianos. La caída del consumo, así como el golpe que se comienza a sentir en el empleo, son agravantes de la melancolía reinante.     

Para pensar en recuperar la esperanza es imperativa la actuación rápida y determinante de la justicia. Así lo viene haciendo y seguramente vendrán más determinaciones en el mismo sentido. A ello hay que añadir algún tipo de aliciente del lado económico, porque el coletazo está siendo de muy alto costo. El desgaste institucional, percibido en las tres ramas del poder público, es tal vez la peor llaga de todo cuanto viene ocurriendo.  El optimismo no se obtiene con campañas publicitarias o evadiendo las realidades. Este comenzará a percibirse solo cuando el país adquiera un rostro diferente al que ha tomado en el último año, desde que el manejo del plebiscito abrió un abismo. La gente ya no tiene razones para creer, y eso es lo más grave.

 

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