La crisis de la socialdemocracia | El Nuevo Siglo
Foto AFP
Martes, 26 de Septiembre de 2017
Pablo Uribe Ruan
El principal perdedor en las elecciones legislativas en Alemania fue el partido socialista, favoreciendo a los extremistas. En Francia y España, también pasó lo mismo. Es una tendencia en alza. ¿Qué le pasa a este movimiento que fundó las bases de los estados modernos?

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BASTA retroceder 17 años para entender la crisis de la socialdemocracia en Europa. En 2000,  10 de los 15 países que formaba la Unión Europea eran dirigidos por socialistas. Ahora, la realidad es distinta. ¿Fracasó la socialdemocracia europea?

Lo que pasó en Alemania, el domingo en las elecciones legislativas,  es síntoma de una tendencia en alza. Por primera vez en casi setenta años, la ultraderecha volvió al Parlamento, robándole electores a la derecha de Merkel y dejando en una crisis interna a los socialistas, como en Francia.

El partido Alternativas por Alemania (AfD) creció 168% logrando casi el 13% de los votos. En contraste, los cristianos demócratas  (CDU) de Merkel ganaron, pero con un sinsabor evidente, y los socialistas rompieron un récord: obtuvieron el peor resultado de su historia.

Los socialistas alemanes, sin embargo, pueden dormir tranquilos: no son los primeros en romper ese récord. Al occidente de su país, en Francia, a sus pares les fue peor y vieron cómo el partido de León Blum y François Mitterrand, padres del eurosocialismo, quedó relegado a un quinto lugar, detrás de Le Pen, Macron y los conservadores.

La nebulosa justicia social

La crisis de la socialdemocracia se explica por diferentes razones. Una de ellas es la incapacidad para llegarle a los sectores populares. Esa incapacidad, dicen algunos, se debe a la debilidad de su discurso o a su falta de proyección para conectarse con viejos y jóvenes.

El caso alemán explica bien este fenómeno. En la campaña que acaba de terminar, Martin Schulz, candidato de la socialdemocracia,  tuvo como lema: “la justicia social”. Hoy, con sólo nombrarlo, el término significa muchas cosas más de lo que podía entender el electorado de William Brandt,  en 1972, cuando logró el mejor resultado de la historia del partido en Alemania.

En esencia, la socialdemocracia se fundamenta en el Estado Social de Derecho que garantiza y promueve una serie de prerrogativas para todos, en especial, para los trabajadores. Tras el auge de este modelo, y su posterior consolidación, esos trabajadores, aparte de pedir que se les garanticen aquellos derechos, buscan que se les aseguren su estabilidad laboral frente a dos fenómenos muy concretos: la migración y la automatización (robots).

A diferencia de Macron, los socialistas franceses hablaron poco de los robots. Mientras, el joven candidato le dedicaba parte importante de su discurso sobre las implicaciones por la pérdida de millones de puestos de trabajo que serán reemplazados por máquinas.

Aunque no todos los trabajadores fueron seducidos por el discurso de Macron. Una parte importante de ellos votó por el Frente Nacional, partido de Marine Le Pen, que propuso un gobierno contra el Islam, la migración y la globalización.

En Alemania pasó lo mismo. Parte importante de los votantes socialistas prefirió el discurso de los ultraderechistas o la estabilidad de Merkel, antes que optar por la “justicia social”, un término abstracto que terminó sepultando las intenciones presidenciales de Schulz.

Pensionados, base del AfD

Las encuestas reveladas por Infratest -consultora alemana- sobre las preferencias electorales de los alemanes demuestran que el mayor interés era, ¿qué hacer con los migrantes?

El AfD se opuso a recibir más inmigrantes y propuso expulsar a parte importante de los que ya están en Alemania. Al contrario, Merkel dijo que había que seguir trabajando en el tema, aunque le puso ciertos límites. Mientras, los socialdemócratas se quedaron en la mitad: más de lo Merkel, pero no como lo proponía. Y al final, fueron víctimas de su falta de precisión.

Igual  les pasó con los pensionados, población importante y determinante a la hora de las elecciones. Decepcionados de Merkel, se pensaba que estos iban a votar en masa por los socialistas. Pero no fue así. “Muchas personas de la clase obrera ahora votan por populistas de derecha y de izquierda”, escribió la famosa revista Der Spiegel en su edición de ayer para explicar este fenómeno.

La extrema derecha ha logrado quitarle parte del discurso a los socialistas en Alemania. Se comprobó que, como en Francia, la propuesta proteccionista y nacionalista le llega mejor al elector contemporáneo, ávido de respuestas concretas y fáciles de digerir.

En cada elección se comprueba esta tendencia. En Inglaterra y Francia, por citar sólo dos ejemplos, los partidos de extrema derecha ganaron en las regiones más apartadas y con menos ingresos. La hábil candidata del Frente Nacional, Marine Le Pen, se vio más cercana a los campesinos que Hollande, pese a que ella vive en un castillo a las afueras de París.

En el caso alemán, ha pasado igual (en menor medida, eso sí). El AfD ganó en Sajonia y baja Sajonia, donde vive el mayor número de personas de la tercera edad y el nivel de ingresos es uno de los más bajos en el país.

La socialdemocracia ha venido perdiendo terreno. Ha dejado de latir, como dice el Berliner Morgenpost. “Desde las ciudades alemanas de Hamburgo y Bremen hasta las regiones carboníferas de Francia y las regiones industriales del norte de Inglaterra, cada país tiene su llamado centro socialdemócrata. Pero casi en todas partes, esos corazones han dejado de latir”, dice el diario.

Fresca, tradicional y directa, la estrategia política de la extrema derecha ha sido efectiva. Liderado por dos mujeres y un hombre mayor, el AfD presenta a sus líderes de camisa remangada y pelo corto (en el caso de las mujeres), y los tradicionales colores -verde y amarillo- de la vestimenta tipo bocadillo en los hombres.

Para volver, los extremistas de derecha tienen la estrategia política clara. Mientras, los socialistas no dan un giro de modernidad en sus propuestas. No proponen, por ejemplo, qué van hacer con el reemplazo de la mitad de los empleos tradicionales por robots, que, según la Universidad de Oxford, se prevé para 2030. Poco dicen de ello y sólo hablan de “justicia social”.

La falta de discurso está sepultando a la socialdemocracia. Mientras otros, como el AfD, están surgiendo con fuerza, dirigiéndose a sectores que se sienten excluidos, como ocurrió en 1933 con el Nacional Socialismo.

 

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