La cortina de hierro vive | El Nuevo Siglo
Sábado, 2 de Septiembre de 2017

Tal y como lo advirtió con superior lucidez Sir Winston Churchill, tras las conferencias de Yalta y Postdam, el mundo se vio ensombrecido por una enorme cortina de hierro, de esas temibles que solamente el ser humano es capaz de construir. Invisible pero notoria que en no pocas ocasiones se vio acompañada de barricadas, trincheras y muros, como el famoso de Berlín.

Corría la mitad del siglo XX y las personas entre estupefactas y dolidas observaban cómo se desplegaba sobre naciones enteras un muro de lamentos que dividía el oriente comunista de Stalin y el occidente libre de Roosevelt.

A partir de allí todo fue catástrofe para los países satélites del “imperio del mal” como lo denominara valiente y acertadamente el presidente Reagan. La escasez de alimentos y medicamentos era una constante suficientemente conocida a pesar de que se entregaban periódicas raciones a las familias y formalmente todo el mundo tenía derecho a la salud pública y gratuita.

Lo peor, sin embargo, estaba por verse. Es que el comunismo no se sacia con robarse la riqueza material de los pueblos, va por todo. Arrasa con las ilusiones y con las conciencias de sus gentes, como que les roba el alma, como que las hace ver más humanas, más mendigas, más temporales de lo que ya son.

Reconstruir una nación que ha padecido las inclemencias del comunismo/socialismo toma décadas. Tomará el tiempo que se necesita para que las nuevas generaciones nazcan en un ambiente de libertad, progreso, desarrollo y expansión espiritual. Donde no se conozca sino por su significado la palabra censura y en donde la expresión poder sea más sinónimo de servicio que de secretariado de un partido político.

Visitando Praga y Estonia y algunos otros países que pertenecieron a la infame cortina de hierro, puedo testimoniar la manera como sus gentes encuentran en la libertad su principal refugio, pero aún sorprenden al mundo porque los mayores de 30 años sonríen poco; su mirada es ciega no obstante el esplendor de sus calles, plazas y edificios, y sus ojos carecen de brillo.

El comunismo no les robó únicamente cinco décadas de crecimiento y libertad, les robó su alma, lo que por supuesto no aparece en las estadísticas de la burocracia internacional.

Creo que algo parecido nos está sucediendo a los colombianos que creemos que el socialismo venezolano, cubano, ecuatoriano o nicaragüense es noticia de otros pagos. Después del 2 de octubre de 2016 veo entre nosotros desaliento, división, odio, resistencia, duda, desilusión, como si nos hubieran hurtado el alma.

 *Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI.

@rpombocajiao