La calidad del discurso | El Nuevo Siglo
Lunes, 18 de Septiembre de 2017

“El país sigue a la espera de propuestas de los candidatos”

La visita pastoral del Santo Padre con el poderoso mensaje sobre la primacía del derecho la vida, de la “verdad compañera inseparable de la paz y de la misericordia”, que “debe conducir a la reconciliación y al perdón”, y su llamado a “atreverse a soñar en grande“, convocó el entusiasmo del pueblo y encarna una insoslayable exigencia de nuevos derroteros para quienes compiten por orientar el presente y futuro del país. Sin embargo, aún se insiste en reducir el debate a precarios niveles que contrastan con las inmensas dificultades que agobian al país y que desafían la capacidad de su dirigencia para recuperar la confianza de los colombianos en su inmediato futuro.

No es de extrañar entonces que las encuestas persistan en señalar el reducido respaldo con que cuentan los distintos precandidatos, en su mayoría más concentrados en las descalificaciones y estigmatizaciones mutuas que en aportar respuestas a las preocupaciones de los ciudadanos. A pesar de que muchos de ellos acudieron a la recolección de firmas para inscribir sus candidaturas, la mayoría no escapa a la desconexión con el sentir ciudadano que caracteriza hoy a los partidos políticos de los cuales pretenden desmarcarse. Con ello, solo contribuyen a potenciar la crisis que hoy padecemos, que erosiona la legitimidad de las instituciones y acrecienta las inquietudes y temores de las gentes sobre el destino del país.

Colombia confronta una acumulación de desafíos que amenazan la estabilidad de sus instituciones, la convivencia ciudadana, la soberanía nacional y la integridad de su territorio. La respuesta no puede ser recurrir al simple descredito de los adversarios, sino la de ofrecer soluciones  apropiadas  a la naturaleza de los retos que se nos imponen. Es hora de elevar el nivel del debate para ofrecerle al elector elementos necesarios a la definición de sus preferencias electorales. Están en juego las características de la sociedad que deseamos, que implica la determinación de los valores y principios que han de guiarla, el fortalecimiento del régimen democrático, con la preservación de la propiedad privada, de la libre empresa, y de las libertades y del orden que habrá de preservarlos. De la decisión popular dependerán las políticas para una paz sostenible, la erradicación del narcotráfico y de los cultivos de coca, hoy desbordados,  la recuperación de la seguridad ciudadana, así como las medidas sociales para rescatar el sistema de salud, mejorar el educativo y progresar en los índices de equidad. El resultado electoral influirá en la capacidad de defender la integridad territorial y de asumir las responsabilidades de potencia regional.

Los colombianos esperan la elevación de la calidad del discurso y de los  programas que sustituya la insustancialidad que hasta ahora ha prevalecido. 

 

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