Los ojos de EU en Colombia | El Nuevo Siglo
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Miércoles, 20 de Septiembre de 2017
  • La nueva política internacional
  • Estreno de Trump en la ONU

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump,  ha señalado en estos días, ratificándolo en su discurso ayer en la ONU, las directrices centrales y formales de lo que será su política internacional.

Uno de los aspectos más contundentes ha tenido que ver, ciertamente, con su decisión ineluctable de atacar las drogas ilícitas y el narcotráfico. Otro es, desde luego, su propósito de mantener la seguridad internacional bajo una óptica diferente a la de Barack Obama, quien prefería una diplomacia más horizontal. Por el contrario, Trump ha sido claro en cambiar todo el enfoque, por ejemplo en el caso de Norcorea, frente a la cual pide una gran coalición para acabar con el régimen comunista que allí gobierna.

Igualmente no ha escatimado esfuerzos en demostrar su política en relación con América Latina. Frente a Venezuela mantiene la idea de una intervención militar, como última opción, aunque no se ha salido de la línea de ir acrecentando las sanciones sobre el régimen de Nicolás Maduro. En todo caso es muy factible, a diferencia de la época de Obama, que no vaya a mantener en modo alguno el statu quo ante Caracas y vaya endureciendo paulatinamente su posición. La reunión con algunos presidentes latinoamericanos, entre ellos Juan Manuel Santos, no fue tanto para compartir ideas, sino para indicar que Venezuela está colapsando y no está dispuesto a consentir tal debacle.

Del mismo modo, Trump ha venido deshaciendo todo la política laxa que había tenido Obama con Cuba y, a no dudarlo, se ha alinderado con los criterios del partido Republicano. En ese sentido, el escenario actual es por completo diferente al de años atrás y los Estados Unidos volvieron por el fuero de la tenaza.

Colombia, a su vez, ha sido punto central y permanente en la política de Trump. Aquellos que pensaron que se iba a dedicar única y exclusivamente a la construcción del muro con México, como precedente de su relación con América Latina, se han equivocado de cabo a rabo.

En efecto, de un tiempo para acá los Estados Unidos han sido clave en todo lo que está ocurriendo en el territorio colombiano. El dramático escándalo de Odebrecht, que cada día cobra mayores dimensiones judiciales e impacta al nivel más alto las circunstancias que rodearon las campañas políticas, se originó precisamente en el proceso adelantado por el Departamento de Justicia norteamericano y el traslado posterior de las pruebas pertinentes a Colombia. En estos días, justamente, se han venido conociendo testimonios muy comprometedores en todo lo que rodea al contrato de la Ruta del Sol II y la adición de la variante Ocaña-Gamarra, motivo de millonarios sobornos hoy bajo judicialización.

En el mismo sentido, los Estados Unidos, durante el gobierno Trump, han sido pieza fundamental para conocer todo lo atinente al escándalo suscitado por la compra y venta de sentencias y fallos en la Corte Suprema de Justicia. De no haber sido por esa colaboración, tanto en el caso de Odebrecht como en el denominado “cartel de la toga”, en modo alguno se hubiera descubierto el entramado de corruptelas que tiene estupefactos a los colombianos.

A esos dos elementos sustanciales, en Colombia, el mismo Trump añadió recientemente que había pensado en descertificar al gobierno Santos por el incremento en los cultivos ilícitos y el potencial exportador de cocaína. La verdad es que desde que se cambió la estrategia antidroga, en 2013, sobre la que el país había recibido tantos aplausos, ahora el tiempo y el terreno perdidos tratan de sufragarse a las carreras, bajo una política que no se compadece con la corresponsabilidad, en el sentido de que se ha presentado un evidente cortocircuito, al respecto, en las tradicionales relaciones colombo-americanas.

Todo lo anterior quiere decir que Colombia es evidentemente uno de los puntos focales en la política de Trump hacia la América Latina. Es, además, palpable que él pretende una gran alianza con Bogotá a efectos de acabar con la satrapía y la dictadura de Venezuela.

Visto lo anterior, está claro que el presidente de los Estados Unidos ha venido generando una política internacional diferente a la aislacionista que muchos avizoraron y advirtieron. Todo lo contrario, no sólo el propio Presidente es eje permanente hacia el exterior, sino que tiene hondos contenidos del Partido Republicano. En ese escenario, tanto Venezuela como Colombia cobran una importancia de marca mayor. Con ello es claro que el próximo gobierno de nuestro país, ya con el actual en el ocaso, deberá meditar muy bien la política internacional luego de que los últimos ocho años estuvieron casi única y exclusivamente dedicados al proceso con las Farc.

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