Birmania: un museo étnico de difícil reconciliación | El Nuevo Siglo
Foto Anadolu
Domingo, 1 de Octubre de 2017
Redacción internacional con AFP
Hindúes y budistas desconfían de musulmanes rohinyás cuyos rebeldes se enfrentan al ejército y sus compatriotas se refugian en Bangladés 

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Hubo un tiempo en Birmania en el que los barberos hindúes recortaban las barbas de sus vecinos musulmanes rohinyás. Pero después de un mes de violencia mortífera y del descubrimiento de fosas comunes de civiles hindúes, la reconciliación parece imposible.

"Éramos barberos para los musulmanes, nuestras mujeres iban a vender sus mercancías a los pueblos musulmanes. Tenía amigos musulmanes, todo iba bien", recuerda Kyaw Kyaw Naing, un hindú de 34 años, capaz de cambiar sin dificultad de una lengua regional y expresarse en otra, en función de si se dirige a un budista o a un musulmán.

"Queremos regresar, pero no si los musulmanes están todavía allá", dice el hoy refugiado, con centenares de miembros de su comunidad, en un estadio de fútbol abandonado de Sittwe, la capital regional del estado de Rakáin, en el oeste de Birmania.

Sittwe se ha librado de la violencia que azota desde hace un mes las localidades de la zona de Maungdaw, en el norte de esta región, en la frontera con Bangladés.

Y miles de hindúes y budistas que huyen de los enfrentamientos entre los rebeldes musulmanes y el ejército han hallado refugio en el lugar.

La dimensión del movimiento no tiene nada que ver con el éxodo de los rohinyás a Bangladés (más de 490.000 en un mes, según la ONU que habla de "limpieza étnica"). Pero, en Birmania, el hecho de que localidades hindúes y budistas también hayan sufrido violencia es destacado por las autoridades, que denuncian además la parcialidad de la comunidad internacional en favor de los rohinyás.

Entrevistada por la AFP, Khin Saw Nyo, de 48 años, una peluquera budista refugiada en un monasterio de Sittwe, cuenta cómo los habitantes de un pueblo musulmán vecino la obligaron a irse. "Nos dijeron que la próxima vez no escaparíamos", "moriremos si volvemos", dice esta mujer que también se niega a volver si sus vecinos musulmanes siguen allí.

"Toda nuestra familia murió en el pueblo (...) No regresaremos", explica por su parte Chaw Shaw Chaw Thee, en el estadio de Sittwe.

Esta joven de 20 años asegura que 23 miembros de su familia murieron a manos de rebeldes rohinyás en Kha Maung Seik. El ejército anunció a mitad de septiembre el descubrimiento de una fosa común con 28 cadáveres de hindúes cerca de esta localidad.

Chaw Shaw Chaw Thee está todavía a la espera de saber si se trata de sus familiares, mientras el ejército busca otras fosas comunes en la zona. Otros 17 cadáveres fueron descubiertos un día después en el mismo lugar.

Mosaico étnico

Con algo más de 8.500 habitantes hindúes en el estado de Rakáin, esta comunidad representa solo el 0,28% de la población total, frente a un 34% de musulmanes y un 57% de budistas, según datos del gobierno birmano que datan de julio pasado.

En el distrito de Maungdaw, epicentro de la violencia entre los rebeldes rohinyás y las fuerzas del orden, la población musulmana era mayoritaria: más del 90% de los habitantes antes del éxodo de las últimas semanas. Los hindúes por su parte sólo representaban algo más del 0,6% y los budistas menos del 5% de la población total.

Esta fuerte presencia musulmana en el estado de Rakáin contrasta con una población birmana budista de más del 90% en todo el país. Suscita todo tipo de tensiones, sobre todo desde que la dictadura militar, en el poder durante décadas, convirtió a los musulmanes en el enemigo interno de la nación.

Hindúes y budistas acusan actualmente a los rohinyás de haber incendiado sus casas y secuestrado a sus mujeres para convertirlas. Acusaciones que hay que interpretar con precaución debido a la guerra de información que libran las comunidades.

Los rohinyás denuncian redadas del ejército, acompañado de milicias budistas, contra sus pueblos.

Para la inmensa mayoría de los birmanos, los rohinyás son inmigrantes del vecino Bangladés que llegaron mayoritariamente a Birmania en la época de la colonización británica.

Es el mismo caso que los hindúes, pero la integración de éstos no plantea problema dado que el hinduismo y el budismo son muy próximos.

"No hay solución a corto plazo (...) Llegar a la armonía puede tardar décadas", analiza Oo Hla Saw, del Partido Nacional del Arakan, que representa los intereses políticos de los budistas del estado de Rakáin (antiguamente Arakan).

Ullah, el líder rebelde rohinyá

Para sus detractores, el comandante rohinyá Ata Ullah es un imprudente que ha sumido a su pueblo en la crisis lanzando una rebelión en Birmania. Para sus partidarios, un héroe intrépido que ha renunciado al lujo para defender a esta minoría víctima de una represión implacable. 

Ata Ullah es el rostro más conocido del Ejército de Salvación de los Rohinyás de Arakán (ARSA), un movimiento rebelde que atacó decenas de puestos fronterizos birmanos, desatando una represión del ejército que ha forzado a unos 490.000 rohinyás a huir a Bangladés, desbordando la capacidad de este país

"Es muy carismático", afirma Richard Horsey, analista independiente radicado en Birmania. "Habla de una forma que resuena con las quejas de esta comunidad".

Se dio a conocer en octubre pasado reivindicando en vídeos varias operaciones armadas en el estado de Rakáin, en el noroeste de Birmania. Varias personas del entorno del líder aseguraron que el treintañero Ullah dirigía una red de grupúsculos poco entrenados y mal equipados para el combate.

En los vídeos, Ullah, flanqueado por hombres armados y enmascarados, denuncia los crímenes cometidos por el gobierno birmano contra los rohinyás y promete liberar a la comunidad de una "opresión inhumana".

La inmensa mayoría de los rohinyás, apátridas desde hace décadas, vive en condiciones muy difíciles en guetos en Birmania o hacinada en campos de refugiados de Bangladés.

Ullah es una excepción. Él nació en Pakistán, en una familia de clase media. Su padre estudió en la prestigiosa madrasa Darul-Uloom y fue profesor en Arabia Saudita, afirma una fuente que lo conoce.

El joven Ullah aprendió a recitar el corán. Unos ricos saudíes lo contrataron para que diera clases a sus hijos. Pronto entró en su círculo, participando en fiestas suntuosas y en cacerías.

Ullah abandonó esta vida después de los disturbios en el estado de Rakáin en 2012, que provocaron el desplazamiento de más de 140.000 personas, en su mayoría rohinyás. Se fue de Arabia Saudita para luchar en Birmania.