Ambivalentes apoyos a la democracia en A. Latina y Caribe | El Nuevo Siglo
Foto archivo
Sábado, 23 de Septiembre de 2017
Giovanni Reyes
Brasil registra un 22% de caída en la credibilidad con el sistema eleccionario, seguido de Venezuela. Donde más sube es en Paraguay

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Una de las últimas publicaciones de Latinoborámetro, muestra los diferentes apoyos que están teniendo los sistemas democráticos en América Latina y el Caribe.  Se trata de datos que dan cuenta del fortalecimiento o debilitamiento en torno a favorabilidad o no, de un sistema político y social abierto, respecto a la democracia que se vive en los países.  En algunos casos existe un marcado desencanto con los sistemas representativos.  En otros, el apoyo a los sistemas electorales parece estancado, o bien se expresan resultados decepcionantes en relación con candidatos, representantes y partidos.

Al comparar los datos de apoyo a la democracia en Latinoamérica de 2016 a 2017, es posible advertir que existen países que dan muestras de aumentar ese respaldo.  Este grupo es encabezado por Paraguay país que reporta  un 11 por ciento de incremento en la encuesta pública de apoyo al proceso eleccionario.  En este grupo también se presentan Costa Rica, Panamá, Argentina y Honduras.  En el grupo de países que prácticamente no cambió su apoyo a la democracia de 2015 a 2016, está México quien mantiene un 48 por ciento de apoyo al sistema político representativo.

Por otra parte, son 12 los países que muestran deterioro en su creencia que será el sistema electoral el que puede resolver sus problemas, es decir es la mayor parte de los países latinoamericanos.  La nación que peores caídas tiene en este indicador es Brasil, en donde el respaldo a la democracia cayó 22 por ciento en los pasados dos años, ese nivel de apoyo es de sólo 32 por ciento.  Un dato que es el más bajo de la región, solo igualando al escaso apoyo que muestran los guatemaltecos con sus representantes.

Eso estaría relacionado, con el descrédito en que ha caído el sistema representativo brasileño luego de las acusaciones generalizadas de corrupción, las que han alcanzado al exmandatario Lula da Silva y desembocaron en la destitución de la ahora expresidente Dilma Rousseff.  No es el que actual presidente Michel Temer las tenga todas consigo, pero es evidente que representa a sectores de amplio poder económico y mediático. Precisamente han sido los medios, quienes han mostrado un trato de mayor condescendencia con el mandatario, en comparación al trato que dieron a Rousseff.

Las naciones que se mantienen casi estancadas en su favorabilidad o no de la democracia, con descensos de 1 y dos por ciento son Bolivia, Colombia y Guatemala.  En este último caso no obstante, el apoyo al sistema representativo tan sólo es de 31 por ciento.  En Colombia un 54 por ciento tiene fe en el sistema democrático, mientras que los bolivianos lo apoyan en un 64 por ciento.

 

Los países que disminuyen el apoyo a los regímenes representativos entre 3 y 4 por ciento son Perú, República Dominicana y Ecuador.  En los países, finalmente en donde la caída es mayor de 5 por ciento, hasta el dato más dramático –la ya citada situación de Brasil con un derrumbe de 22 por ciento- son: Chile, Uruguay, Venezuela, Nicaragua y El Salvador.

A resaltar

Respecto a este reporte hay datos por demás interesantes.  Uno de ellos es que los países que tienen sociedades más funcionales, o menos disfuncionales en la región, casi todos tienen un relativamente alto respaldo a la democracia.  Es el caso de Costa Rica y Panamá, aunque hay también excepciones.

Nótese cómo Chile, que tiene un 14 por ciento de pobreza –el mismo monto de tal indicador que se reporta para Estados Unidos- tiene una baja en apoyo a la democracia de 11 por ciento.  El otro caso que parece excepcional es el de Uruguay –con un 6 por ciento de pobreza entre su población.  En este último país, la decepción con la democracia se traduce en una caída de favorabilidad a la misma de 11 por ciento.

Por otra parte, los países de sociedades menos funcionales –los casos de Nicaragua, Honduras y Guatemala- tienden a tener caídas en el apoyo a los regímenes representativos en mayor o menor grado.  Honduras puede ser la excepción a este grupo, pero allí la volatilidad de las opiniones entre amplios sectores sociales, se ve influenciada por el control que las autoridades realicen sobre las bandas delincuenciales, en muchos casos, asociadas con el narcotráfico.  Sea como fuere, al gobierno hondureño se le pide un control a la delincuencia común que con mucho es la expresión del desempleo armado.

Los devaneos entre el actual Presidente Moreno y el exmandatario Rafael Correa en Ecuador, hacen que la polarización en el país se imponga y que el respaldo al régimen haya decaído.  Pero es de tomar en cuenta que este descenso en Ecuador, ha sido de un 4 por ciento.  El apoyo al régimen eleccionario se mantiene en un 67 por ciento, el nivel de apoyo más alto en Latinoamérica.

Se hace evidente que existen niveles altos de decepción y de desolación entre los electores.  En muchos países se percibe que los sistemas de representación no generan en los gobernantes legitimidad concreta.  Es decir que los resultados de la gestión no se hacen sentir en los ciudadanos de amplios grupos sociales.  A partir de esas condiciones emerge el modelo social formulado por Albert Hirschman (1915-2012) y que consiste en “salida, protesta y lealtad”. 

En efecto, algunos grupos sociales, que tienden a ser minoritarios desafortunadamente, grupos que se benefician de las políticas establecidas, dan a conocer su respaldo muchas veces de manera militante.  Hay otros grupos que ejercen la protesta; en ocasiones logran vincularse o articularse al sistema económico.  Para ello las oportunidades de emprendimiento y de empleo son claves.

Por último están las personas o grupos sociales que se ven forzados a la “salida”.  Expresiones de esto serían los contingentes poblacionales que son migrantes a otros países, quienes optan por una condición pasiva en el escenario económico y social, y muy especialmente los que tienen que ganarse algún medio de vida en los escabrosos senderos de la economía informal.  En países como Colombia, Guatemala o Nicaragua, estos contingentes que sobreviven a como dé lugar en las economías subterráneas superan el 62 por ciento de la población económicamente activa.

La legitimidad concreta de la que hablaba el alemán Jürgen Habermas (1929 -) en su obra “Crisis de Legitimidad” (1973) es decir aquella que se logra mediante resultados, más allá de los estándares formales de las votaciones, aún está por alcanzarse en muchos países latinoamericanos.  De allí las tentaciones populistas –de izquierda o de derecha como fehacientemente lo demuestra Trump desde Washington- constituyen salidas a la desesperada, por las cuales la población puede optar.

En Guatemala, uno de los países más desencantados con la representatividad que ha tenido el sistema político –incluyendo parlamentarios y partidos- al mismo tiempo que se hace un llamado para que “no calle la calle”, las protestas han sido enfáticas en señalar una verdad que puede ser generalizable: “no nos hacen falta recursos, lo que nos sobran son ladrones”.

 

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