A ritmo de tambor | El Nuevo Siglo
Lunes, 4 de Septiembre de 2017

“Está mal que olvidemos enrumbarnos hacia un mejor estar"

Repetía Roberto Camacho W (QEPD) en su amena forma de conversar, que los países, en general, podían diferenciarse entre sí como desarrollados o atrasados, según fueran sus temas diarios de conversación predominantes.

Los países adelantados y maduros constantemente hablaban, según él, de ciencia y tecnología; los más atrasados en su desarrollo, pero con vocación de progreso, lo hacían de política o economía, pero que los que aún no tenían claridad sobre lo que querían ser, ni tenían planes concretos de avance, andaban únicamente en su diario transcurrir al ritmo del tambor…

Evidentemente Colombia no está, desafortunadamente, en el primer grupo, del que ni siquiera parece que nos quisiéramos acercar. La prueba está en la escasa financiación para la investigación y la ciencia que nunca ha sido prioridad y los permanentes recortes y restricciones de que son objeto dichos rubros; como sucede justamente ahora cuando presenciamos estupefactos que el presupuesto de Colciencias es recortado so pretexto de construir carreteras terciarias para las Farc y oímos al Ministro de Hacienda afirmar, en desafortunada frase, que con pocos recursos la ciencia puede avanzar entre nosotros.

Sin embargo, algunas veces damos la impresión de pertenecer al segundo grupo, ya que de cuando en cuando nos sumergimos en debates tan interminables como intrascendentes y superficiales sobre el acontecer político o la situación económica coyuntural en que vivimos; sin llegar desafortunadamente a  planteamientos definitivos sobre la solución  de nuestros males y terminamos repitiendo  los mismos temas en forma recurrente, lo que nos impide consolidarnos como miembros permanentes del segundo grupo.

Pero en cambio, el retumbe del tambor es nuestro ritmo siempre presente. Basta con escucharlo para sentir una irresistible tentación a sumergirnos en prolongadas parrandas, olvidándonos de todo y aplazando la necesidad de trabajar duro en arreglar los múltiples problemas que nos aquejan. Solo hay que recordar lo que sucede cada vez que juega la selección de fútbol algún partido o la forma incluso en que agasajamos a algún ilustre visitante y le mostramos lo que consideramos que es nuestra mejor cara; tambores, maracas y flautas por doquier, como acontecerá con la llegada del Papa o el recibimiento a cualquier figura ilustre.

Está bien que seamos un pueblo con vocación alegre y festiva, pero muy mal que olvidemos enrumbarnos hacia un mejor estar, con un sistema democrático consolidado y libre de la corrupción generalizada que vemos a nuestro alrededor.

Se hace necesario que nos levantemos para exigirles a los múltiples precandidatos presidenciales que aparecen por doquier, que queremos  escuchar verdaderas soluciones para acabar con los  escándalos que afloran en las distintas ramas del poder y en los servicios esenciales como salud y educación; clamando además por una dirección más eficaz que nos conduzca hacia un sistema económico que, basado en la economía de mercado y en la libertad de empresa, sea humano y justo.

Es increíble que  aun no hayamos escuchado por parte de ninguno de ellos  alguna propuesta concreta sobre cómo mejorar la justicia y erradicar la enorme corrupción rampante…