Shimon Peres: un obsesionado por la paz | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Miércoles, 28 de Septiembre de 2016
Pablo Uribe Ruan @UribeRuan

Shimon Persky,  nombre original de Shimon Peres,  fue un hombre que luchó contra la guerra toda su vida. De niño, cuando vivía en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, huyó con su familia a Palestina. Luego, afrontó por más de 70 años diferentes guerras en Medio Oriente. Pudo mediar en  algunas de ellas, pero a sus 93 años murió sin ver la deseada paz entre su pueblo y los palestinos.

Fundador del Estado de Israel, Peres nació en Polonia en una familia judía de clase media. La amenaza que empezaba a crecer en Europa contra los judíos, llevó a su familia a migrar a Palestina, donde se empezaban asentar grupos pequeños de colonos que profesaban su misma religión.

Cuenta Shmuel Rosner, en The New York Times, que su abuelo, víctima del Holocausto Nazi, le dijo cuando salía rumbo a Israel: “Siempre tienes que ser un buen judío”.  No dejó de defender los intereses de su pueblo un solo día.

Unos años después, en 1943, cuando las oleadas de migrantes judíos eran más frecuentes, Peres fundó el kibut “Alumot”, en el valle de Jordania, creando una comunidad en la que la explotación agrícola se hacía de manera colectiva. Empleó, de ese modo, el socialismo que prodigaba desde una perspectiva judía.

Su capacidad política lo llevó a las urnas y, cuando el Estado Israel empezaba consolidarse, fue elegido parlamentario en 1959. Abanderado del Partido Socialista de Israel, defendió los principios de izquierda con su gran amigo, David Ben Gurion, quien lo nombró ministro de defensa.

Fue, en total, 12 veces ministro: de hacienda, defensa y canciller. Su carrera política siempre estuvo marcado por el conflicto judeo palestino que lo llevó en sus primeros años como ministro a sellar acuerdos militares con Occidente para fortalecer las fuerzas armadas.

Algunos palestinos lo juzgan por ello y dicen que permitió el rearme del ejército israelí que enfrentó al mundo árabe en el Siglo XX y conllevó al acorralamiento del pueblo palestino. Pero otros le reconocen sus intenciones de paz y su indiscutible interés, ante todo, por los judíos.

Un hombre de paz

Shimon Peres es un símbolo de paz. Con su muerte, ratifica aquella imagen: él en el medio de Yitzhak Rabin, primer ministro de Israel en 1994, y Yasser Arafat, líder de la autoridad palestina. No fue fácil. Varias guerras habían antecedido ese día, sembrando odio y revancha en ambos pueblos. Pero Peres, pese al velo de negativismo que yacía sobre ese encuentro, logró que se dieran la mano y firmaran los Acuerdos de Oslo, una ilusión que terminó por romperse.

La paz para Peres fue una obsesión de viejo. Entrados los años, entendió que la única manera de vivir tranquilamente era conviviendo con sus vecinos árabes. Así lo planteó en su libro, “El Nuevo Medio Oriente”, que publicó en 1993: “creencias colectivas negativas, deslegitimación del enemigo, estas imágenes fueron utilizadas como un argumento en contra la iniciativa Nuevo Oriente Medio”.

Peres creía en un nuevo Medio Oriente apartado de las terribles calificaciones y guerras. Por ello Rabin le encargó en 1986 que iniciaría conversaciones con Egipto, que había sido su principal enemigo en la región en especial durante la guerra del Yom Kipur, cuyo resultado final fue el acuerdo de Londres.  

Su interés por lograr acuerdos con sus vecinos no cesó con el fracaso de los Acuerdos de Londres. Se dio así la tarea de iniciar nuevas negociaciones con los palestinos, que representaban el principal problemas para la estabilidad en Medio Oriente.

En 1994, tras dos años de negociaciones, logró el Acuerdo de Oslo, en el que se reconocía a la Organización de Liberación Palestina (OLP) como autoridad calificada para representar intereses palestinos y establecía el retiro progresivo de tropas israelíes de Cisjordania y Gaza. La conclusión exitosa de las negociaciones le concedió el Premio Nobel de la Paz, junto Arafat y Rabin.

Con la carga positiva del Nobel, un año después vio cómo se diluía la ilusión de paz entre palestinos e israelíes. De lado y lado grupos opositores, como Hamas, en Palestina, y el Likud, en Israel, desconocieron los acuerdos y llevaron a que finalmente se rompieran. Ese día, quizá, fue el más triste de la vida de Peres.

Su voluntad de paz, sin embargo, no claudicó con un nuevo fracaso. En el año 2000 intentó que las partes se sentaran a negociar de nuevo. No pudo, pero su intención se mantuvo intacta. Nombrado presidente unos años después, se encargó de apoyar los intentos de paz en el mundo y fortalecer los lazos con los aliados de Israel, dominado por el mensaje de su abuelo: “sé un buen judío”.

Con su partida Israel pierde una llama que permanecía encendida y guardaba la esperanza de convivir en paz con sus vecinos árabes. Peres colaboró con el fortalecimiento de las fuerzas militares de Israel, pero ante todo fue un hombre obsesionado por la paz.