Trump cayó en trampa de Clinton | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Lunes, 26 de Septiembre de 2016
Pablo Uribe Ruan @UribeRuan

Se sabía, antes de que encendieran las luces del auditorio de la Universidad de Hofstra, que Clinton y Trump se iban a lanzar anzuelos. Pero el magnate cayó en la trampa de la ex secretaria de Estado mientras que ella, avalada por la experiencia, sonrió al final de la noche, convencida de que había ganado. 

Lester Holt, moderador de la noche, comenzó el debate que duró 90 minutos exactos. Preguntando sobre comercio internacional, abrió el cara cara presidencial con un tema que presentaba dos posiciones totalmente distintas.  

Conocido por su visión proteccionista, Donald Trump criticó los tratados de libre comercio firmados por administraciones demócratas como el NAFTA y el Acuerdo Trans Pacífico, iniciativa de Obama. Estos, según el magnate, son la fuente principal de desempleo y la falta de competitividad de la industria norteamericana, que se ha visto en la penosa necesidad de acabar regiones enteras dedicadas a la industria pesada. 

El NAFTA, que fue firmado por Bill Clinton, fue el primer anzuelo de la noche, para que la ex secretaria de Estado patinara por una presunta mala decisión de su marido. Sin darle mucho alcance al tema, ella saltó al plano de los impuestos y los presuntos impagos de las compañías del multimillonario.

Él, acorralado por un posible mal procedimiento, volvió a traer el tema del comercio internacional. Señaló que las compañías tenían que retornar a Norteamérica ya que su vuelta representa “cinco billones de dólares”, argumentando la importancia de que paguen tributos en el país. 

Clinton sonrió. Por primera vez se dirigió a su contrincante como “Donald”, no como “Señor Trump” -en total se refirió así 20 veces- ¿Falta de respeto? No. Fue una manera más de destacar su experiencia y evidenciar su “superioridad”, llamándolo como un viejo amigo o un niño necio. 

Pero Trump respondió con frases contundentes: “estamos en una burbuja económica en este momento”. El candidato republicano actuó igual a como lo hizo durante la campaña por la nominación de su partido. Generó un estado de miedo en el elector, lo que algunos llaman teorías conspirativas, y otros consideran la cruda y verdadera realidad norteamericana. 

Luego llegó el momento de la raza teniendo en cuenta lo que pasó una semana atrás en Charleston, Carolina del Norte. Los seguidores de Clinton pensaron: “sí, este es nuestro momento”. Y fue así. Este tema sirvió como bisagra para romper la diferencia entre uno y otro. 

Clinton aprovechó lo ocurrido en aquella ciudad para demostrar una problemática de orden estructural. “La raza determina la forma en que te tratan los jueces penales y te da educación”, dijo y agregó: “tenemos que restablecer las relaciones entre las comunidades y la policía”.

Pero Trump apeló a su teoría nixoniana de la “ley y el orden”. En momentos de revueltas sociales y choques policiales faltan esos dos elementos. “Hay que recuperarlos”, expresó el magnate, distanciándose del discurso inclusivo de su rival por la Casa Blanca. No dejó de reconocer, sin embargo, que  “afroamericanos e hispanos están viviendo en el infierno”, decir Trump. Pero ya era tarde: la raza era un ítem de Clinton. 

Entonces Trump,  de un momento a otro, y he ahí cuando empezó a salirse de casillas, trató de no hablar del tema racial cuando Clinton lo acusó de racista por el trato que le dio a Barack Obama. Pero Trump mordió el anzuelo y entró a criticar el certificado de nacimiento del presidente nacido en Kenia. 

Una cosa llevó a la otra así que los candidatos tuvieron que hablar de armas. Sin excepción alguna, ambos fueron políticamente correctos en ese aspecto. Trump, en especial, reconoció la problemática pero no dijo cómo atacarla. La ex secretaria de Estado sí fue más allá y anunció que iba presentar una reforma que incluyera antecedentes y eliminación de las zonas libres de armas.   

Al darse cuenta que se le iban los minutos, Lester Holt pidió que los candidatos presentaran su posición sobre la seguridad cibernética conllevando a que unos minutos después se hablara de la política exterior del gobierno Obama.

Clinton aseguró que hay dos tipos de ataques cibernéticos: uno económico y otro político, refiriéndose a Rusia para introducir a un actor que ha marcado esta campaña, Vladimir Putin.  

Pero Trump contratacó como una hiena y puso contra la pared a la candidata por el uso que le dio a su correo privado.

Sin embargo Clinton hizo lo que debía. “Pido perdón por el uso que le di a mi correo”, espetó la candidata, dejando sin argumentos ofensivos a su rival, que sólo quedó con la opción de decir que no se trataba de disculpas sino de reconocer que fue lo peor que pudo haber hecho un secretario de Estado.

Sin más reparos de los candidatos en ese tema, Holt introdujo el tema de la noche más apasionante para muchos: la política exterior. Trump, pensaron sus seguidores, tenía la oportunidad de dejar en evidencia el presunto mal manejo de su contrincante cuando se desempeñó como representante de los intereses de Estados Unidos en el mundo. 

Pero la verdad, quedaron mano a mano. En parte, porque fue un retazo de pruebas alejado de los argumentos. “Yo no hice eso”, decía Trump y Clinton también alegaba que había actuado de una manera distinta a la que le indilgaba su rival. 

El centro del debate fue Irak. El magnate acusó a la demócrata de votar a favor de la intervención y luego, durante el gobierno de Obama, haber dejado el país sin institucionalidad, permitiendo que el Estado Islámico (EI) creciera y hoy se expandiera en 13 países. 

En contravía, Clinton  aseguró que el republicano hizo negocios con Muamar Gadafi, ex presidente de Libia, donde hoy el EI  tiene su base territorial. Dejando a un lado las acusaciones, el debate finalmente pasó al plano de las amenazas internacionales. 

Para Trump el mayor desafío es el nuclear, enfatizando en Corea del Norte, país con el que se debió haber hecho acercamientos a través de Irán y China. “No podemos ser la policía del mundo”, dijo luego, al referirse al costo de los conflictos en los que participan tropas norteamericanas. 

El debate concluyó con un “ella tiene experiencia, estoy de acuerdo, pero es una mala experiencia”, afirmó Trump, mientras que Clinton permanecía en silencio hasta que le respondió: “las palabras cuestan”.