La paz con las Farc | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Septiembre de 2016

La firma hoy en Cartagena del acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc si bien es la protocolización formal, y ante un amplio grupo de presidentes y altos dignatarios de la comunidad internacional, de lo ya anunciado y suscrito por los respectivos jefes negociadores semanas atrás en La Habana, representa el punto culminante de un proceso que arrancó cinco años atrás y que afortunadamente llega a su fin. El pacto que termina una confrontación militar de varias décadas con esta organización guerrillera es, sin duda, un logro muy importante para el presente y futuro del país.

Pero en medio del ambiente festivo y de esperanza que prima en Colombia y el mundo por la firma del acuerdo de paz es necesario llamar a actuar con cabeza fría y entender que el acto de hoy es un punto de inflexión clave en el objetivo de tener un país con una paz estable y duradera, pero aún falta mucho camino por recorrer para poder concretar ese fin.

En principio está el reto del próximo domingo, ya que la vigencia y aplicación de lo que hoy se suscribe formalmente por parte del Presidente de la República y el máximo jefe de las Farc depende del resultado en las urnas. Es claro que el país se encuentra polarizado y que a medida que la campaña avanzó los choques de criterios frente a los alcances e implicaciones del pacto han sido más visibles, así gran parte de la controversia todavía esté sustentada en posturas marcadamente emotivas más que en argumentos racionales. Las mismas encuestas, por más escenarios inciertos que proyecten, no sólo ponen en evidencia que muy poco porcentaje de colombianos ha leído y comprendido el largo y confuso texto del acuerdo, sino que el fantasma de una abstención igual o superior a la característica de elecciones ordinarias, amenaza con restarle credibilidad y legitimidad a la decisión de los colombianos, más allá de cuál de las dos opciones gane en las urnas o la distancia entre ambas.

Otro de los retos, en caso de una refrendación popular positiva, será el relativo al proceso de implementación. No son pocos los sectores políticos, económicos y jurídicos, tanto del orden nacional como internacional, que han llamado a que muchas de las dudas y prevenciones frente a temas como el modelo de justicia transicional y otros sean despejados en la reglamentación que se realizará mediante el proceso legislativo especial o fast track. Hasta el momento no es claro cuál será el escaso margen de acción que tendrán senadores y representantes para aprobar o improbar no menos de treinta proyectos de ley y de reforma constitucional derivados del acuerdo de paz firmado.

De otro lado, pese a lo detallado de los protocolos sobre el funcionamiento, vigilancia y verificación de la treintena de zonas veredales y campamentarias en que se concentrarán las Farc para el cese del fuego y dejación de armas, es obvio que  sobre el terreno los desafíos serán muchos. Habrá problemas coyunturales que deberán superarse con criterio proactivo. Por ejemplo, aún no se sabe cuándo comenzará la concentración de los contingentes subversivos, pues mientras el Ejecutivo insiste en que hoy es el “Día D” y empieza a correr el cronograma pactado, los voceros de la guerrilla recalcaron la semana pasada que era necesario para proceder en ese sentido que estuviera aprobada primero la ley de amnistía a subversivos acusados de delitos políticos y conexos leves.

Otro de los retos sobre la mesa es el relativo a cómo el Estado evitará que el Eln y las Bacrim copen las zonas de las que saldrán las Farc, con el claro objetivo de adueñarse de las operaciones de narcotráfico -más ahora que la extensión de narcocultivos se duplicó-, minería ilegal, contrabando y otro universo múltiple de delitos. En este aparte uno de los asuntos más delicados será el nivel de disidencia de los guerrilleros hacia esas organizaciones criminales.
Y, como si todo lo anterior fuera poco, es evidente que todavía le faltaría al acuerdo de paz con las Farc una especie de ‘prueba ácida’ referida a si la Corte Penal Internacional avala o no las condenas laxas que se dicten dentro del modelo de justicia transicional pactado. 

Como se ve, la firma del acuerdo de paz hoy en Cartagena es un hecho de suma importancia. Un logro superlativo que debe reconocerse y ponderarse en su justa dimensión. Pero todavía quedan muchos retos y desafíos, a cual más complejos. Hay que celebrar pero también actuar con cabeza fría para que todo el esfuerzo de los últimos cinco años no se trunque.