El Sí: preponderante generacional | El Nuevo Siglo
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Sábado, 1 de Octubre de 2016
Jairo Morales

En la primera parte de este ensayo publicado por EL NUEVO SIGLO el 10 de septiembre pasado, ofrecí a los lectores mis argumentos para sustentar el Sí por los acuerdos de paz. La tesis que expuse es que el Sí es un preponderante histórico y generacional, al cual no le debemos dar la espalda. Las argumentaciones en torno a la proclama del preponderante histórico fueron expuestas prolijamente en el mencionado ensayo. Esta segunda parte está dedicada a explicar mi opción por el Sí como preponderante generacional.

Debo anticipar que este es un tema muy complejo en su abordaje y narrativa. Por eso, antes de entrar de lleno a su discusión, he considerado necesario hacer una breve introducción conceptual que me ayude a establecer una apropiada comunicación y conversación con el lector.

La estructura de este ensayo es como sigue. Comienzo con dos definiciones básicas sobre lo que es una generación. Paso luego a discutir el tema de las relaciones generacionales. A continuación observo la asociación entre los conceptos de generación, cambio social y consciencia generacional. Finalmente, a partir de todo  este conocimiento, hago una interpretación de lo que denomino la dialéctica generacional de la paz que es el núcleo argumentativo central de este ensayo.

¿Qué es una generación?

Esta pregunta tiene aquí dos respuestas: una lexicográfica y otra sociológica. La definición lexicográfica la tomo prestada del Diccionario de Oxford que nos dice que una generación la conforma gente que nace y vive en la misma época dentro de una misma familia o sociedad constituyéndose como un grupo de referencia por el tiempo hasta cuando este grupo se hace adulto, procrea o adopta sus propios hijos, es decir, da origen a una nueva generación o descendencia. El  tiempo promedio entre una generación y la que le sigue puede oscilar entre 20 y 30 años dependiendo de la demografía del país o sociedad en cuestión. 

La definición sociológica de una generación tiene su más reconocido origen en la teoría de las generaciones del sociólogo alemán Karl Mannheim (1893-1947), brillantemente expuesta en su clásico ensayo (traducción) “El problema sociológico de las generaciones” (1923). En palabras muy abreviadas, Mannheim define una generación como un grupo de individuos de edad similar que nace y vive en un mismo entorno geográfico y momento histórico de modo que sus miembros comparten similares valores, percepciones, preocupaciones y comportamientos derivados de un ambiente cultural y temporal común. Esta definición nos hace recordar la famosa frase de “yo soy yo y mi circunstancia” del célebre filósofo español José Ortega y Gasset escrita y pronunciada también en 1923, la cual hace alusión a la influencia que ejerce un entorno (físico y temporal) en un individuo como parte de un grupo generacional dado.

La distinción entre la definición lexicográfica y la sociológica es muy importante, pues mientras la primera usualmente pone énfasis en la edad cronológica para diferenciar una generación de otra y resalta los aspectos biológicos del grupo generacional (por consanguinidad, vínculos familiares y relaciones entre padres e hijos), la definición sociológica de Mannheim no se fija mucho en establecer una línea divisoria estricta entre la edad de las generaciones sino que más bien  las observa como unidades temporales en la historia que están ubicadas en un espacio geográfico y una estratificación social y entorno cultural determinado. Todos esos factores juntos  le otorgan importantes elementos distintivos a una generación en particular.

Este ensayo se elabora acudiendo a ambas definiciones pero poniendo más atención al pensamiento sociológico del Karl Mannheim y a las corrientes de conocimiento que le han sucedido tanto desde la tradición sociológica germana como inglesa. Esta última tiene una excelente personificación en Jane Pilcher a partir de su brillante ensayo (traducción) “La sociología de las generaciones de Mannheim: un legado subvaluado” (1993) que actualiza y revalora la teoría de las generaciones de Mannheim desde la perspectiva histórico-estructural que es la que más nos interesa considerar aquí.

Identidades y diferencias

De la definición y concepción sociológica de Mannheim se deriva que una generación tiene elementos comunes que la caracterizan y distinguen de otras. Una generación suele tener comunidad de comportamientos y similares experiencias formativas y educativas que las adquiere desde los primeros momentos de socialización en la familia y en la escuela. Estas experiencias y vivencias configuran un cierto sentido de identidad generacional común.

Pero una generación no es un todo homogéneo e indiferenciado ni en su interior y tampoco en sus relaciones con las otras generaciones. Hay obvias diferencias entre la generación de un padre y la de sus hijos. Aunque las diferencias generacionales no son muy visibles en la infancia, sí se manifiestan relevantes en la adolescencia y en el estado juvenil-adulto cuando el entorno externo tiende a predominar frente al de la familia.

Por otro lado, hay marcadas diferencias al interior de un mismo grupo generacional en razón a la estratificación social, status y poder  de los individuos, lo cual hace que los miembros de una determinada generación tengan reacciones diferenciadas frente a los desafíos del mundo exterior en el que viven.

La contemporaneidad cronológica es un atributo de una generación pero no es su mejor distintivo, pues puede darse el caso de lo que Mannheim describe como  “no contemporaneidad de los contemporáneos”, es decir, no necesariamente la gente que nace y vive en el mismo tiempo comparte la misma historia y experiencia existencial; unos van más adelante y otros más atrás. Las razones para que ello ocurra son diversas: pueden provenir de las diferencias por la estratificación social, por vivencias y experiencias personales y familiares distintas, y/o por estados de consciencia o madurez distintos sobre la realidad social que los influencia para bien o para mal.

Generaciones y cambio social

Las generaciones no son unidades sociales estáticas o inmutables en el tiempo. Están en permanente proceso de evolución bien sea por razones seculares (biológicas, sociales, culturales, ambientales y tecnológicas)  que ocurren a lo largo del tiempo, o por efectos de procesos de cambio social estructural que se producen por la acción intencionada de intervenciones de naturaleza política, principalmente, que inciden directamente en el comportamiento de los individuos y de las instituciones que los gobiernan.

Pero ¿Qué es el cambio social estructural y qué lo produce?  El concepto de cambio social es muy complejo y tiene muchas teorías e interpretaciones, pues los cambios sociales tienen diversos orígenes, motivaciones, tiempos, velocidades y profundidades. En este escrito, un cambio social estructural se interpreta como un proceso de alteración, modificación o reemplazo deliberado de una estructura social en sus formas y normas de  funcionamiento. Las causas que ocasionan un cambio social estructural son múltiples y diversas de modo que se hace muy difícil determinar los factores incidentes, pues no existe un único factor determinante. Desde mi perspectiva (siguiendo a Douglas North), el cambio social se produce cuando existe una  latente y evidente disfunción estructural entre el funcionamiento y progreso de una organización social y las instituciones (normas, valores, organizaciones) que la rigen. Por lo general, la sociedad evoluciona más rápido que las instituciones y, por ello, hay que modernizar muchas de esas instituciones y/o reemplazarlas para hacer una adecuación y armonización estructural de la sociedad como un todo.

Consciencia generacional

Sabemos que las generaciones desarrollan una consciencia distintiva que las identifica en sus actitudes y comportamientos frente a su entorno familiar y social. Pero no necesariamente esta consciencia corresponde a una ambición por producir un cambio en las instituciones que gobiernan o pautan su comportamiento social.

Una generación adquiere un rol distintivo frente al cambio social cuando logra un estado de consciencia de sí y para sí y cuando concreta un proyecto de cambio social generacional. Consciencia de sí significa identidad con los miembros de su propia generación en términos de visiones, lenguajes y estilos de vida compartidos. Consciencia para sí significa identidad de la generación con un proceso de cambio social que incide directamente en sus vidas en los términos que hemos expuesto de adecuación de las instituciones al proceso de modernización social. La existencia de una visión o proyecto de cambio social es fundamental para poder determinar el rol de una generación en la viabilización de las transformaciones o alteraciones sociales deseadas.

Quisiera ejemplificar este punto de la visión o proyecto de cambio social con el caso de la llamada “Primavera Árabe” que fue una linda emancipación espontánea de la juventud árabe contra las tiranías y gobiernos despóticos del Mediterráneo Africano y del Medio Oriente próximo. La Primavera Árabe comenzó  en Túnez en el 2010 y se extendió rápidamente hacia Egipto, Libia, Siria, Yemen, Bahréin, Arabia Saudita y Jordania.  Infortunadamente, este incipiente proceso de cambio estructural fracasó, pues los impetuosos jóvenes no dispusieron de una organización social y política sólida y menos de una teoría de cambio social reflexiva y orientadora.  Lograron a través de las redes sociales una reconocida consciencia del sí pero no construyeron una consciencia del para sí. Un reciente libro de la periodista inglesa Rachel Aspden (traducción) “Generación, Revolución: en la frontera entre la tradición y el cambio en el Medio Oriente” (2016) da cuenta de la penosa historia de esta revolución generacional frustrada, pues al final, según lo revela la autora con material biográfico de primera mano, muchos de los jóvenes líderes fueron alejados o absorbidos por las viejas élites de poder, de modo que “se cambió todo para que todo siguiera igual” parafraseando de mi parte a Giuseppe Tomasi di Lampedusa en su memorable novela El Gatopardo (1958).

Dialéctica de la generación de paz

En el artículo anterior he planteado que con la firma de los acuerdos de paz en La Habana y su ratificación plebiscitaria se termina el ciclo dialéctico de la guerra y se da comienzo al ciclo dialéctico de la paz.

Mi impresión personal es que estamos en un excelente punto de partida para  comenzar el ciclo dialéctico de la paz. La razón: desde los años del Caguán hasta hoy, hemos presenciado el nacimiento de un fabuloso movimiento generacional por la paz sin precedentes en la historia política del país. En las calles,  plazas y aulas cientos de miles de jóvenes de centros de formación pública y privada y en los puestos de trabajo (sin mayores distingos de clase social, sexo, credo político o religioso), han incorporado en sus agendas personales o grupales un capítulo existencial sobre la paz. Las jóvenes generaciones de hoy no han sido indiferentes a la guerra. La han rechazado de manera magistral sin ninguna expresión de violencia o beligerancia, vistiendo jeans, camisetas blancas, morrales y portando sus `Smartphones` como los más caracterizados símbolos de una generación globalizada, informal y cibernética que busca la paz y no la guerra para ser feliz.

Sobre esta emancipación generacional de la paz me gustaría escribir mucho más,  pero lo que quiero resaltar aquí es que el ciclo dialéctico de la guerra prodigó en las jóvenes generaciones una maravillosa consciencia del sí como generación de paz. Ahora, con los acuerdos de paz, es el momento de configurar una consciencia para sí, que haga de las nuevas generaciones los actores más importantes en la construcción de la sociedad del futuro o lo que yo llamo la sociedad postconflicto. Recordando la experiencia de la Primavera Árabe, la base para la formación de la consciencia para sí es la construcción de un libreto de cambio social para establecer una relación creativa e innovativa con la nueva historia política del país.

En mi libro ¿Qué es el postconflicto? he intentado descifrar los elementos principales de lo que considero fundamental para hacer esa nueva historia bajo el reconocimiento de que la fase postconflicto es acaso más estratégica y fundamental para la estabilidad global del país y el bienestar en el largo plazo que las mismas negociaciones de paz, de por sí vitales y sine qua non.  Pero ese libreto necesita una generación que se apropie de él y lo perfeccione; esa generación eres tú, joven votante reflexivo.

*Doctor en Economía. Experto Internacional en Paz y Desarrollo. Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Septiembre  2016. jairo@inafcon.com