El plebiscito sin debate | El Nuevo Siglo
Viernes, 23 de Septiembre de 2016

En las democracias contemporáneas los debates televisados son tal vez uno de sus ingredientes esenciales. Es en ellos, ciertamente, donde el televidente y elector sopesa la personalidad de los contrincantes y la viabilidad de los programas que proponen. Estos cara a cara, incluso, tienen aditamentos modernos por medio de los cuales se puede determinar la adhesión a uno u otro personaje de forma inmediata, a lo que se suma que las redes sociales juegan un papel protagónico para medir la temperatura de las discusiones.

En una campaña presidencial tan extraña y polarizada como la que se lleva a cabo en los Estados Unidos, el próximo debate entre Hilary Clinton y Donald Trump ha despertado, pues, un interés inusitado. Hay expertos que dicen, en general, que los debates no cambian, de modo particular, la intención de voto, pero como están hoy las cosas en el país norteamericano es evidente que ello no podrá tomarse de consigna.

Al debate presidencial del próximo lunes llegan ambos candidatos prácticamente en una situación de empate dentro de las encuestas. Hace unas semanas, después de las convenciones de ambos partidos, Trump bajó considerablemente en los sondeos, lo que hizo pensar que Clinton ya era la virtual presidenta de los Estados Unidos. No obstante, desde que el candidato republicano viajó a México y Clinton cometió el despropósito de decir que a sus electores había que botarlos a la caneca de la basura, las cosas cambiaron. Esto, además, se combinó con el desmayo de Clinton por una neumonía que no fue avisada oportuna y debidamente a la opinión pública, actitud que  finalmente produjo la situación de empate técnico en el promedio de las encuestas. Igualmente, en muchos estados Trump ha tenido un ascenso considerable hasta el punto de que le ha logrado quitar la preeminencia a Clinton en territorios que parecían de su completo dominio electoral.

Tal es la situación, con un fuerte grado de agresividad de uno y otro lado, en la que se llega al debate del próximo lunes. Es por ello, claro está, que se dice que va a ser el más visto en toda la historia de la política estadounidense y tendrá amplios ratings internacionales. Sin duda, es en este tipo de exposiciones mediáticas en donde se jugarán en buena parte los resultados electorales dentro de la recta final hacia las urnas, en noviembre.

En tanto, en Colombia, se vive un tema relativamente similar en el teatro por la campaña del plebiscito en torno a los acuerdos de La Habana. Con la diferencia de que aquí ese elemento esencial de la democracia, que son los debates televisados, no se produjo. Y en tal sentido, de algún modo, ha quedado cojo el escenario de uno de los eventos más importantes de que se tenga noticia en la democracia participativa colombiana.

Muy importante, desde luego, habría sido que el jefe del “Sí”, es decir el presidente Juan Manuel Santos, hubiera podido controvertir tesis con el jefe de la oposición, el expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez.

No se llegó a ello porque ambas partes tuvieron, en uno u otro momento, excusas para no hacerlo. Bien porque trataron de mandar a sus alfiles, bien porque no se encontró el instante correspondiente, en todo caso la campaña por el plebiscito adoleció de ese hecho de gran impacto entre los electores y de un vehículo adecuado para hacer pedagogía en vivo por parte de los actores de primera línea.

No fue así y vale la pena llamar la atención sobre ello. La televisión, con el nuevo aditamento de las redes sociales, es el ágora del mundo contemporáneo y del debate público abierto. Era ese, a no dudarlo, el lugar propicio para que el elector pudiera derivar un voto a conciencia.

Tanto así como que es un hecho tan preocupante como certero, denotado en las encuestas, que la gran mayoría de colombianos no se leyeron el acuerdo de La Habana, inclusive entre los que van a votar. Esto ha producido resultados tan increíbles como el de la última encuesta de Invamer para El Espectador, Blu radio y Caracol televisión, en la cual hay una mayoría de dos a uno por el “Sí” en el plebiscito, pero, a la vez, un 78%, dentro de los mismos votantes, dice estar totalmente en desacuerdo en curules para las Farc.

Mientras en Estados Unidos, entonces, se preparan para el más importante debate de la historia, en Colombia se hizo mutis por el foro… y eso es de lamentar.