El mundo de tasas casi cero | El Nuevo Siglo
Lunes, 26 de Septiembre de 2016

Sin que se haya advertido en Colombia, viene consolidándose un cambio fundamental en la economía global: el mundo de bajas tasas de retorno. Gracias a excepcionales condiciones económicas y empresariales, los rendimientos en bonos y participaciones accionarias durante los últimos 30 años fueron en EE.UU y Europa significativamente mayores que las tendencias de largo plazo. Buena parte de estas condiciones se han deteriorado o simplemente reversado. 

Prácticamente todos los análisis informados concluyen que en las próximas dos décadas rendimientos totales, incluyendo dividendos y apreciación de capital, serán considerablemente menores que en las tres anteriores. Las repercusiones de este hecho, no sólo para inversionistas, sino dentro de todas las economías, serán definitivas. Así, las autoridades económicas colombianas deben estar preparadas.

Miremos brevemente números. Pese a las fuertes turbulencias, rendimientos reales totales en acciones  entre 1985 y 2014 promediaron 7,9 por ciento. Ello es entre 1,4 y 3,0 puntos porcentuales [entre 140 y 300 puntos de base] sobre el  promedio de 100 años. Rendimientos reales sobre bonos promediaron 5,0 por ciento en EE.UU y 5,9 por ciento en Europa, 420 puntos de base por encima del promedio.

El descenso en tasas de inflación e interés dio principalmente la bienvenida a estos promedios. Pero también los incrementos espectaculares en el PIB de economías emergentes, escenarios demográficos convenientes, el despegue de China, utilidades corporativas continuas que reflejaban ingresos fuertes y frescos en nuevos mercados, tasas tributarias corporativas competitivas, avances en métodos logísticos y cadenas productivas que pusieron en costos cintura.

Lo afirma con claridad un informe reciente de McKinsey Global Institute [“Diminishing Returns: Why investors may need to lower their expectations”, May 2016]. Y lo corroboran varios otros publicados durante los últimos seis meses: estas tendencias llegaron a su fin. El paraíso de baja inflación y tasas de interés se evaporó. El PIB bajará a lo largo y ancho del mundo como resultado de disminuciones en cantidad y calidad de oferta laboral. Productividad ha entrado en ciclos más pausados. Así la digitalización y nuevas tecnologías hayan impactado márgenes de ganancia, el ingreso silencioso pero evidente de nuevos agentes africanos a los mercados empieza a introducir presiones que ponen fin a esquemas prefigurados de competencia cuando se abren espacios para rivales más pequeños, dotados de plataformas de producción perfectamente capaces de enfrentar a los más grandes.

Las tasas de retorno ingresaron en escenarios donde títulos de renta fija pueden estar -sin que deba llamarse a sorpresa- entre 0 y 1 por ciento. En Colombia es común escuchar aún a banqueros deficientemente informados que “el mal” pronto pasará y ya veremos tasas altas. Pero equivocados se encuentran. El mundo de oro de las altas tasas pasó.

Las implicaciones son colosales. Los ajustes tendrán que ser dolorosos. Será necesario trabajar mayor tiempo para disfrutar el retiro o reducir consumo durante el periodo de jubilación. Los fondos de pensión -tanto públicos como privados- enfrentarán serios huecos en su financiación y riesgo mayor de insolvencia. Los gobiernos enfrentarán mayores demandas de servicios sociales gratuitos y asistencia a segmentos irreversiblemente lastimados.

Este panorama se vuelca sobre una Colombia en medio de finanzas públicas deficitarias, exportaciones y precios de crudo golpeados, entidades territoriales azotadas por corrupción inatajable que drena recursos y, para cerrar la atractiva coreografía, demandas del llamado postconflicto. Pero -lo más inquietante- desdeño colectivo [y mediático] de los peligros muy graves que tiene el país encima.


Sólo un despegue en renglones fundados en capital humano, mejoras en productividad y profundización en infraestructura pondrán a Colombia en posición de ganarle el pulso al mundo de bajos rendimientos financieros.

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Tanto con el Sí como con el No victorioso, sólo queda la opción de encontrar el punto definitivo a la paz de La Habana después del próximo domingo. Y allí tendrá que estar la Corte Suprema de Justicia que borraron en La Habana.