¿Cómo entender la Colombia de Bolívar? | El Nuevo Siglo
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Domingo, 25 de Agosto de 2019
Redacción Nacional

Por: Alberto Abello

PARA entender el verdadero significado que tenía para Bolívar el nombre de República de Colombia, es preciso recordar que, dentro del concepto del Estado Español en América, las divisiones territoriales eran reinos, unos más grandes que otros o más pablados y más o menos ricos, similares a los reinos que conformaban a España en Europa.

Aquí no existía y no podía existir el nacionalismo entre nuestros pueblos, por cuanto todos formaban parte del Imperio, en especial en tiempos de los Habsburgo. Había celos y rivalidades entre poblaciones cercanas, que se avivaban por cuenta de la imitación del modelo federal de Estados Unidos, que entre nosotros carecía de la magia del sistema estadounidense, en cuanto el federalismo en las Trece Colonias unía lo que estaba dividido y aquí ese sistema dividía lo que políticamente se mantenía unido.

Tampoco en el curso de la historia hispanoamericana que en forma comienza con la escritura, se podían dar las divisiones europeas por idiomas y costumbres diferentes entre los descendientes del Imperio Romano, que al desmoronarse se convierten en naciones, que tienen sus idiomas propios, que habían conservado incluso bajo el predominio de las legiones romanas y su cultura, pese a las sangrías de Julio César entre germanos, galos, las tribus de Britania o las españolas, en Europa.

En todo el Imperio Español en América el idioma era el castellano, desde tiempos de Isabel la Católica, que se oficializa durante el reinado de Carlos III. Lo mismo que prevalecía la religión católica, así se toleraran algunos credos de los indígenas. Mal que bien aquí se había formado una mezcla de razas entre la élite criolla, donde prevalecía el poder señorial de los propietarios de la tierra o encomenderos, que pasaban a los cabildos a organizar la vida de las ciudades y, en algunos casos el gobierno regional, como en la Capitanía de Venezuela, en donde el Cabildo de Caracas podía elegir por enfermedad o ausencia, al Capitán General.

Por cinco generaciones vivieron y se reprodujeron los Bolívar en Venezuela, lo mismo que otros descendientes de conquistadores o forjadores de poblaciones en otras zonas de del Imperio, que conformaban el gobierno local. Sistema que le permitía a España, mantener con pocas tropas peninsulares y el apoyo de los criollos el sistema defensivo mediante fortalezas frente a las potencias europeas que pretendían disputarle los dominios americanos.

No existían mayores diferencias entre los criollos granadinos y venezolanos o los de Panamá, Ecuador y el Perú, con costumbres, educación, religión y maneras similares, que se comunicaban mediante la misma lengua. Es apenas el sentido lugareño y de involución que aparece entre los políticos granadinos, venezolanos o de otras regiones, el que va intentar un mal llamado ¨nacionalismo¨ entre nuestros pueblos hermanos.

Por lo mismo hoy, en pleno siglo XXI, hay gente que no entiende que la Gran Colombia comprendía un núcleo geopolítico de nación macro, en el cual incluso Bolívar llegó a pensar en extender con Sucre la incorporación del Perú a la Gran Colombia, con el primero como Presidente y el mariscal en la vicepresidencia. Proyecto “secreto” que trascendió y sirvió para que algunos gacetilleros hablarán de la creación del Imperio de los Andes por cuenta de Bolívar, quien nunca tuvo pretensiones imperiales, ni reales.

Nada de esto será posible un cuanto los lugareños de Bogotá, Caracas, Lima y otras ciudades conspiran para fomentar sus patriecitas al estilo europeo, donde la evolución de siglos había conformado diversos pueblos con costumbres, idiomas divisiones religiosas como la de la reforma y contrarreforma, de católicos y protestantes. Mientras, a la inversa, durante trescientos años de aislamiento hispanoamericano, eran más las similitudes que las diferencias.

Por esa mistura telúrica y racial hispanoamericana, con la mentalidad universal de Bolívar es posible concebir esa unión geográfica, que siendo grandiosa era menor que el vastísimo Imperio Español en América, más extenso que el romano. Y no se quedaba allí la mentalidad global de Bolívar que le permitía concebir un nuevo orden mundial, desde el Palacio de La Magdalena, en Lima, convocando al núcleo de naciones hispanoparlantes, que se constituye en Panamá en el primer gran intento de una sociedad de naciones.

Como plantea Arturo Uslar Pietri, lo más impresionante de la figura histórica de Bolívar: ¨no es solamente lo mucho que realizó, sino su comprensión del momento histórico, de la coyuntura del mundo y del papel de la América en el drama mundial¨. Y sigue Uslar, ¨desde el primer momento su visión es americana y mundial¨. He ahí el fondo del gran drama que enfrentaría a Bolívar y Sucre, con la mueva clase que ellos como mantuanos habían contribuido a encumbrar y llevar al poder, que se quedan gobernando en Venezuela, la Nueva Granada y Quito, mientras ellos hacían la guerra de liberación del Perú y gobiernan, respectivamente, ese país y Bolivia.

Siendo el hinterland o corazón del sistema geopolítico Colombia, por lo que ambos regresan a Bogotá, para intentar impedir que la misma se disgregue. Y al abandonar esos países algunos políticos del Perú y Bolivia, están por perseguir o eliminar a sus ¨libertadores¨. Al Libertador lo intentan asesinar en Lima y le matan al brillante Monteagudo, Sucre se salva en Bolivia de milagro de los tiros con los que lo reciben los alzados soldados en un cuartel o del puñal homicida que los busca.

La importancia de la Batalla de Boyacá, no es solamente que libera el centro del país, desde Venezuela y le da la base fundamental a la existencia de la Gran Colombia, sino que de Bogotá parten a liberar el resto de Venezuela en poder de los realistas, para devolverse Bolívar y Sucre, una vez más y seguir la ruta de la grandeza de liberar el sur del Continente. En ese entonces la importancia geopolítica de Colombia era fundamental, como lo fue en los primeros tiempos de los conquistadores y colones que de aquí siguieron para Venezuela o el Perú, como Pizarro y Alfinger o como sigue siendo hoy, así no lo sospechen algunos de los que se ocupan del Bicentenario.

Sin que sea una ficción de Borges, se rumora en Bogotá que las dos esclavas libertas de Manuelita Sáenz, Nathan y Jonatas, fumando sendos chicotes y bebiendo chicha en una fonda de San Victorino, un tanto alicoradas, espiadas por los curiosos, hablaban de un sueño que había tenido su ¨dueña¨ mediante el cual el Libertador y el Mariscal Sucre, junto con la misma Manuelita y las tropas selectas de Ayacucho, desembarcaban en la noche en Cádiz para liberar España y provocar un alzamiento popular.

Como en la interpretación de Jung de los sueños la realidad sería distinta, los héroes no abandonan nuestra tierra para evitar la desintegración de Colombia, el Libertador estuvo a punto de ser asesinado por los septembrinos de Santander, mientras a Sucre le disparan los antiguos realistas de Obando y Manuelita es expulsada por los valientes ¨demócratas¨ de Bogotá. Todo eso ocurre en 1830, llamado por algunos el año de la desintegración de Colombia y sus dioses tutelares.