Viva Barrabás | El Nuevo Siglo
Domingo, 5 de Agosto de 2018

En Colombia, y en muchos otros países, la juventud (con algunas excepciones) está jugando a la ruleta rusa: viviendo el Síndrome de Peter Pan (ser niños para siempre), en procura del placer, de llevar una vida con poco esfuerzo y más descanso. Se está aislando del mundo real: el egoísmo la tiene ciega, no sabe de dónde viene ni para donde va, y tampoco le importa. Su mundo es de una pobreza intelectual indescriptible: por las mañanas los jóvenes se levantan como zombis, sin sueños, sin retos, sin metas, sin pensar en algo que los lleve a ser más.                                                                                                       

Los celulares, las tabletas o el computador, son la razón de ser de sus vidas. Cuadro que podría ser una caricatura del futuro de estos pobres muchachos y muchachas. Su capacidad de pensar se circunscribe en la farándula: que actor o cantante está viviendo con quien, qué película hay que ver, quien canta o que canta fulano y como se peina. Su idioma también es peculiar: amor y sexo son sinónimos; ideología de género es sinónimo de verdad; la moral, el bien, lo recto, son imposiciones religiosas; sacrificar un hijo en el vientre de su madre por comodidad, vanidad, o para tapar una aventura, es lo lógico. Cualquier sugerencia que les parezca a religión (como familia, responsabilidad, virtudes humanas, conciencia, criterio, autoridad) es fanatismo y un ataque a su libertad. 

Cuando se les da argumentos inteligentes o les hablamos sobre algo fundamental para sus vidas lo rechazan con odio, desprecio, agresividad. Están cerrados a lo que no entienden o les suena a un orden moral. No obstante buscan ser aceptados y llamar la atención, se conmueven con los que sufren y lo justo (a su manera). Les gusta las aventuras y asumir responsabilidades que les exija esfuerzo, y sobre todo el deporte los atrae. Todo lo cual indica que se trata de entenderlos y acercarse a ellos con razones que puedan entender, con su idioma, sin sus errores.

Claramente, el problema se origina en la cristo-fobia que han creado los medios de comunicación comprometidos con ideologías que desconocen la verdad de la persona humana, la fe de los colombianos y una antropología recta; en una educación, reduccionista, que se centra en la memoria y habilidades mecánicas, que no lleva a los estudiantes a pensar en términos metafísicos; en las estrategias publicitarias de unas minorías, muy poderosas, con intereses oscuros; en el desprestigio de la familia indisoluble centrada en el amor verdadero, con miras a la vida eterna. Han logrado sacar a Dios de la vida de las personas y del Estado, dándole un puntillazo mortal a las razones de principios fundamentales como la dignidad humana, el bien común, la solidaridad, la subsidiaridad, el derecho, la justicia, el derecho natural, que solo se pueden justificar y entender a partir de la palabra de Jesucristo. Basta con ver las últimas elecciones: los votantes escogieron la libertad para Barrabás, condenando a muerte a la Verdad que Colombia tanto añora.