Urge emprender renovación cultural | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Agosto de 2017

Durante las últimas décadas a nivel nacional ocurrieron tres grandes escándalos que han afectado sensiblemente la legitimidad de los tres poderes públicos fundamentales de nuestra democracia: el proceso ocho mil al poder ejecutivo, la para-política al legislativo, y en estos días, con la investigación a cuatro exmagistrados de las altas cortes, al poder judicial. Y “si la sal se corrompe…”

Ha habido algunos efectos purificadores de esa especie de catarsis por capítulos, pero el que no paren de ocurrir los escándalos nos muestra que falta llegar al fondo del problema para encontrar soluciones efectivas. Los funcionarios públicos sin ética -o con una hipócrita- tienen una mayor responsabilidad social por sus faltas y hay que sancionarlos y reemplazarlos, pero ellos provienen de las mismas entrañas de nuestra sociedad que los elije o permite su nombramiento, lo que quiere decir que el problema es más amplio…, es cultural.

En realidad, hoy día quienes que no ven una raíz de índole moral en los frecuentes escándalos son más bien pocos. Entonces, más allá de crisis en la política y en la justicia hay que hablar de una crisis moral en nuestra sociedad. De esta manera, si hablamos de una crisis moral en nuestra cultura estamos diciendo que nuestra sociedad no sabe proponernos cuál es nuestro fin en la vida para que sea logrado. Y es aquí donde encuentra su espacio la corrupción, pero no porque los políticos o funcionarios públicos desconozcan el bien, sino porque es el conjunto de la sociedad quien es incapaz de establecerlo como una realidad objetiva, superior a nuestros bienes particulares.

Ahora bien, si hablamos de un problema cultural debemos mirar hacia la familia y la educación. El modelo educativo vigente tiende a formar personas para el éxito en la sociedad capitalista, para conseguir dinero, disfrutar del placer y tener poder. Sus resultados están a la vista: corrupción, falta de fortaleza para superar fracasos, egoísmo e incapacidad para emprender proyectos comunes. No estamos formando gente dispuesta a trabajar por el bien común, que combata la profunda inequidad social, personas de conducta recta, austeras, solidarias y dedicadas a servir de verdad a la comunidad.

Hacen falta centros educativos con profesores (as) que re-dignifiquen la profesión, que enseñen a pensar, que busquen el equilibrio cabeza-corazón, que orienten, que sean ejemplares, que sean líderes encabezando una gran ola que se proponga renovar la cultura dominante. Sobre todo, profesores con el corazón puesto en los demás y no en ellos mismos. El gran desafío de la educación es, ante todo, formar la mente y el corazón de las nuevas generaciones para atender las grandes necesidades de la sociedad, para reparar el tejido social de la inequidad, la violencia, la corrupción y la injusticia, y para soñar con un futuro mejor con base en un proyecto de nación en el cual brille la verdadera cohesión social. Urge emprender una renovación cultural.