Soledad del poder | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Agosto de 2017

Corren ya los últimos meses del actual inquilino de la Casa de Nariño y eso que no debería tener la menor importancia en este caso la cobra por cuenta de la gran cantidad de tareas que anuncia, sobre todo legislativas, producto de que la guerrilla de las Farc logró imponerle en el mal acuerdo del teatro Colón.

Verdaderamente, la agenda a desarrollar en el Congreso no será fácil; compromisos tan exigentes como los anunciados son normalmente propios de gobiernos que se inician, cuando todavía gozan de una luna de miel con sus electores y que aprovechan, en los regímenes presidencialistas, como es el nuestro, de congresos aun dóciles que, a su vez, desean aprovechar esos momentos para congraciarse con el recién posesionado Presidente aprobando sus propuestas, construyendo así una senda de apoyos recíprocos.

Sin embargo, algunos presidentes muy populares lograron sacar adelante agendas legislativas ambiciosas en épocas muy avanzadas de sus periodos, siendo eso cosa poco usual por cierto. 

Claramente ese no es el caso que vive el Presidente Santos, quien llegó a su ocaso con la olla presupuestal agotada y por tanto sin la mermelada que tanto le sirvió para conseguir apoyos políticos, careciendo también de respaldo popular para cobijar con él a sus aliados y para rematar con el fantasma de corrupción desatado por Obedrecht amenazando por extenderse a muchos  otros miembros de los partidos políticos que le respaldan, lo que no hay duda no juega tampoco a su favor.

Sin mermelada, ni popularidad y con amenazantes espectros, es necesario preguntarnos ¿Cómo podrá el Presidente sacar adelante esa exigente agenda?

La respuesta parece tenerla la reciente crisis burocrática con la que el mandatario se jugó sus restos. Ahí está la clave no solo para la aprobación de esas leyes sino para posicionarse como factor determinante en la elección de un candidato presidencial que se comprometa a darle continuidad a su obra en el futuro.

Esa parece ser la explicación para que, por ejemplo, haya salido Cristina Plazas de la dirección del ICBF a pesar de haber desarrollado una estupenda labor y manteniendo a raya a politiqueros de todos los rincones y pelambres que tanto daño le han hecho a la niñez colombiana.

Los parlamentarios de la coalición que han respaldado tozudamente al Presidente Santos han recibido un mensaje claro: si aprueban las leyes presentadas por el Gobierno podrían beneficiarse de la enorme bolsa de puestos y contratos que existe en esa entidad, que ha sido utilizada en el pasado, según lo dijo en entrevista radial la propia directora saliente, como un gigantesco botín politiquero.

La zanahoria para mover el pesado carro de la rama legislativa se mostró ya. Es posible suponer que con otros movimientos burocráticos efectuados recientemente pase lo mismo.

Es lamentable que esta estrategia no se coteje con el episodio bautizado como la Yidis-política. Si se hiciera podríamos entender cómo se mueven los hilos del poder en nuestro medio. Lástima que la justicia y los medios “mermelados” prefieran mirar para otro lado.