¿La vida o la honra? | El Nuevo Siglo
Sábado, 19 de Agosto de 2017

Vivimos tiempos difíciles, muy difíciles. Y mucho más si contamos con la caja de resonancia social que son las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, que son omnipresentes y omnipotentes. Hoy los tiempos del secretismo y del oscurantismo han quedado definitivamente atrás y esto hay que celebrarlo en favor de una sociedad más transparente y más comprometida.

Hoy tomar decisiones públicas conlleva una responsabilidad ética y moral que, infortunadamente, no parece tenerla bien definitiva muchos de los funcionarios que a diario aceden irresponsablemente al manejo de los bienes públicos. Porque en verdad, para bien o para mal, esas decisiones comprometen la vida burocrática y hasta la vida física de los involucrados. Los afanes del enriquecimiento rápido y el bienestar exprés son así peligrosas seducciones. Situaciones que tienen iguales consecuencias y responsabilidades en el llamado sector privado como gran corruptor,

En Colombia tenemos una larga y dolorosa lista de magnicidios por cuenta de nobles principios y ejemplares comportamientos de vida.  Esa lista se pierde en la noche de los tiempos, tanto aquí como en otras latitudes. Baste recordar a Sucre, Uribe Uribe, Gaitán, Galán y Gómez. Es la galería de quienes ofrendaron su vida por sus ideales y cayeron víctimas de la intolerancia, la insensatez y la confrontación.

Pero también existe el pabellón de quienes han sido asesinados por circunstancias puntuales,  en diversas regiones del país y que han caído víctimas de una rampante corrupción de un clase política sin clase, En ese ajuste de cuentas infortunadamente nuestra sociedad se ha mostrado en muchas ocasiones indiferente y esto  ha sido  causa del incremento exponencial de esa rampante corrupción. Nuestra Mass Media también tiene su cuota de responsabilidad...

Desde hace décadas  ese pecado colectivo ha contribuido a que muchos hayan establecido sus propias reglas de juego y hayan convertido la expoliación del recurso público en su peculiar modus vivendi. Y todo esto se ha producido, repetimos, en vicioso  contubernio y contumaz amancebamiento con el llamado sector privado. Es toda una galería de áulicos que expolian las nóminas y contratos oficiales, que debiendo beneficiar el bien común lo único que buscan es un insano afán de acrecentar intereses particulares.

Pero también existe el zaguán de los insensatos que buscan y llegan al poder para usufructuarlo impúdicamente y poner en grave peligro la vida y la honra ya no de ellos sino de sus gobernados. Esta lista es larga y desde siempre fue enriquecida por quienes nunca han sentido un mínimo de pudor por el servicio a sus semejantes. Cómo un solo ejemplo, pero quizás el más aleccionador, citemos el de nuestro vecino venezolano. En donde la impudicia, la irresponsabilidad y la demencia política han desbordado todos los límites de la decencia colectiva. Una acción genocida que también ha servido para proyectar al mundo el valor y la determinación del bravo pueblo.

Adenda

Todo este triste y  doloroso panorama se agrava con los escándalos de nuestras corrompidas y contaminadas Cortes. Si la sal se corroe ¿qué futuro nos espera?