Excombatientes de escoltas | El Nuevo Siglo
Miércoles, 16 de Agosto de 2017

La aprobación en el Congreso de la ley orgánica que permite incorporar a la planta de la Unidad Nacional de Protección a excombatientes de la guerrilla sorprendió al país, y claro, prendió alarmas en contra de la ley. Al respecto tenemos muchos puntos de vista, y sin el ánimo de terciar sobre el tema, me voy a permitir hacer algunas reflexiones, para que sean mis amables lectores quienes califiquen lo acertado o equivocado de decisión parlamentaria.

A lo largo de los años en las distintas ciudades del país y ante  diferentes motivos,   varios personajes  han debido ser protegidos  en su persona, familia y entorno, por grupos pertenecientes a diferentes instituciones de seguridad estatal; estas personas aceptan el  servicio, a la vez que se someten a una serie de condiciones y protocolos, necesarios para un buen entendimiento y eficaz asistencia de protección, pero no tiene mando directo sobre el grupo, y la inexperiencia los convierte en invitados de piedra ante las actuaciones de sus escoltas.

De otro lado estos equipos, que son entrenados por expertos en protección y asisten  permanentemente a cursos de refuerzo y actualización, en repartidas oportunidades transgreden la normas de transito, olvidan recomendaciones de prudencia, desconocen sugerencias de respeto por los otros usurarios de las vías, tornándose  en un estorbo y  molestia para ciudadanos motorizados o de a pie que se convierten sin proponérselo en blanco de  exceso y tropelías venidos con desfachatez de esquemas  que dan prioridad a la seguridad de su protegido por encima de cualquier estimativo o norma. Actuaciones como las descritas, en la mayoría de ocasiones, son aceptadas por los personajes, quienes no se percatan de lo nocivo que resultan para su imagen y prestigio  o simplemente no tiene la fuerza para fijar normas de conducta más acordes con su conveniencia y figura.

 Ahora, en cuanto a el mencionado grupo de exguerrilleros responsabilizados de la custodia y seguridad para los miembros del secretariado, seguramente la UNP tomará medidas tendientes a capacitar, entrenar y profesionalizar estos hombres, que como bien sabemos viene de sufrir una situación de confrontación muy grave  y agresiva. Seguros estamos del gran esfuerzo para desarmar los ánimos y cambiar la agresividad por prudencia y  sensatez; no nos cabe duda que los personajes objeto  de estos esquemas tendrán claro el cuidado y responsabilidad que les asiste en el comportamiento ciudadano de sus esquemas de seguridad, responsabilidad que se reflejará en  el control y  las instrucciones que impartan en busca de atemperar los ánimos,  potenciando  la preparación y adiestramiento.  Sobre el asunto tenemos experiencias positivas y negativas y el Director de la UNP sabe la responsabilidad que asume, pero seguramente ya tomó contacto con los líderes para socializarles el boque de compromiso que les compete, de cara los ciudadanos.