¿ONU está en crisis? | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Domingo, 28 de Agosto de 2016
Ernesto José Camargo

EL  pasado 18 de agosto el Washington Post publicó un artículo titulado “U.N. accepts role in deadly Haiti cholera outbreak for first time”, en el cual se afirma que tras la labor humanitaria de la misión de cascos azules en Haití se generó un problema de salud pública. En otras palabras, miembros de estos cuerpos militares y policía de Naciones Unidas fueron los responsables de propagar una epidemia de cólera que acabó con la vida de al menos 10.000 personas.

Ante esta situación, el artículo sostiene como Naciones Unidas ante la presión de algunos líderes de derechos humanos y organizaciones no gubernamentales, se vio obligada a enviar una comisión de auditoría para verificar la situación. Tras la labor de esta comisión y otras que ya se habían desplegado en otros países se demostró que no solo en el caso de Haití, sino que también en algunos países de África y Medio Oriente en donde se encuentran estas misiones, los índices de enfermedades en la población han aumentado sustancialmente.

Además, los informes también constataron que dentro de los campamentos de los cascos azules las condiciones de tratamiento de aguas, estado de las trincheras y de cocinas son los focos de producción de bacterias peligrosas.

Sin embargo, el problema de los cascos azules va mucho más que de la propagación de ciertas epidemias. Sumado a la crisis sanitaria, también podríamos recordar cómo durante los últimos años estas misiones se han visto envueltos en un número considerable de escándalos. Controversias relacionadas con corrupción, abuso sexual, tráfico de influencias se han transformado en temas comunes respecto a la gestión de este cuerpo militar alrededor del mundo. Adicionalmente, el descontento generalizado de la población de los lugares de donde existen estas misiones se ha manifestado en la hostilidad de los locales ante la labor de estos cuerpos militares.

En el caso de Haití, por ejemplo la población considera que las misiones se comportan como fuerzas de ocupación. Por esto, podríamos reducir la controversia de los cascos azules a la falta de comunicación y cercanía entre este cuerpo militar y la población a la que se ha comprometido proteger.

Ahora parece que esta problemática está relacionada con los parámetros que ha desarrollado la organización para seleccionar a los miembros de estas misiones. Consideremos que varios de los miembros de las misiones, en primer lugar, pertenecen a países que no han tenido una tradición democrática y de derechos humanos. Pensemos en el caso de Pakistán y Nepal. En segundo lugar, es importante considerar que estas fuerzas han evidenciado una dificultad para apropiarse de las normas que competen una misión de mantenimiento de la paz.

Además, que dentro de las mismas filas de estos cuerpos se ha creado el falso mito de que ante cualquier situación pueden gozar de inmunidad internacional.

A pesar de que Naciones Unidas ha reconocido estas dificultades, es evidente que la organización ha carecido de herramientas para mejorar la escogencia, la función y la implementación de los miembros de estas fuerzas en un país en crisis. Parece entonces como si esta organización no hubiera podido adaptarse a los cambios de comienzo de siglo, lo que la ha obligado a tener que secundar las operaciones individuales de algunos Estados ante una crisis humanitaria. 

Esta apuesta por respaldar las intervenciones individuales, obedece al deseo de la organización por mantenerse viva mediante su relación con países como Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Canadá, entre otros. Esto se materializó en el llamamiento realizado por la organización para la intervención en Libia en 2011, cuya operación posterior se convirtió en un referente de intervención humanitaria. 

Aunque esto resulte como una nueva estrategia utilizada por Naciones Unidas para mantenerse vigente, es claro que ante los escándalos y la falta de mejoras de las misiones para mantenimiento de la paz, Naciones Unidas se encuentra en una de las situaciones más difíciles desde su fundación en 1945.

Todavía es muy complicado mencionar una posible solución para el mejoramiento de la situación de la organización, sin embargo, se puede decir que la falta de modernización de algunos de los comités y asambleas dentro de Naciones Unidas es un primer paso para mejorar la toma de decisión, y por tanto, la implementación de esta organización alrededor del mundo.

Aún quedan interrogantes sobre que más se podría hacer en torno al mejoramiento de la organización y sobre a qué tipo de mecanismos tendrá que recurrir para seguir desempeñando su papel como garante de la seguridad y la paz internacional. Ahora este interrogante lo podríamos llevar al caso colombiano, pensando que la organización es la encargada de supervisar la implementación de los acuerdos negociados en  La Habana entre Gobierno y las Farc. 

(*) Investigador de las Facultades de Ciencia Política, Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.