Milicias: el arma secreta | El Nuevo Siglo
Jueves, 18 de Agosto de 2016

¿Las milicias de las Farc no están incluidas en los acuerdos de La Habana? En los textos conocidos no se mencionan. Podría pensarse que están incluidas en el término genérico “guerrilleros”, pero parece más probable pensar que el tema quedó excluido, pues los milicianos no son guerrilleros en sentido estricto.

Las milicias son civiles dirigidos por el Estado Mayor. Unas con profunda formación militar y política, en la mayoría de los casos, y otras son simples estructuras temporales para eventos específicos –como perpetrar un atentado-. Los milicianos viven por fuera de la vida militar, tienen familias y residencia fija. Sin embargo, son un poderoso aparato no sólo para el adoctrinamiento y reclutamiento en las ciudades, sino para perpetrar acciones ofensivas de gran magnitud. Se infiltran en entidades, obran como espías, organizan y proveen información.

Las milicias son la estructura clandestina de las Farc. Son poderosas y amenazadoras. Por eso preocupa su exclusión en los acuerdos. Su peligrosidad la reconoció el propio presidente Santos ante el Foro Mundial en Medellín. Advirtió Santos que si el plebiscito no era aprobado él -el Presidente- tenía información para asegurar que vendría una tremenda guerra urbana. Aquello, de ser cierto, significaría que las Farc durante toda esta negociación han trabajado en el fortalecimiento de sus milicias, y estaría en capacidad de trasladar la guerra rural hacia las ciudades.

¿Si el Presidente tiene información sobre la posibilidad de una “guerra urbana” qué excusa que las milicias estén por fuera de lo pactado en La Habana? Las cuestiones por resolver son múltiples: ¿Las armas de las milicias serán entregadas?  ¿Los milicianos permanecerán en la clandestinidad? Como nadie los conoce, ¿Debemos suponer que tampoco llegarán al tribunal de paz y por lo tanto tampoco confesarán sus crímenes para contribuir a la verdad?

Es importante que el Gobierno abra los ojos frente al tema de las milicias. Cada frente tiene las suyas, y podrían convertirse en un arma poderosa para la política de las Farc o en focos criminales. Deben identificarse y someterse a la justicia -aunque sea aquella formal del Tribunal de paz, donde quedará al menos el nombre registrado-.

Coletilla: Oyendo a los Ministros sobre el posconflicto descubro que este Gobierno tiene el plan de gobernar a Colombia. Quieren ir a las regiones. Hacer inversiones con alto retorno social. Buscar mecanismos de control para las inversiones. Pretenden ejercicios de descentralización. Todo suena bien,  de inmediato surgen preguntas: ¿Por qué este Gobierno pospuso el ejercicio de gobernar durante más de 6 años? ¿Es que necesitan a las Farc para saber qué hacer? ¿Por qué creen que toda la ineficiencia y corrupción de estos años va simplemente a desaparecer?

Lo grave del discurso -al que le reconozco las buenas intenciones- es la falta de profundidad sobre los escenarios que puede vivir Colombia. No hablan de la necesidad de fortalecer el ejército para controlar el territorio, los cambios en los procesos de reinserción para mejorar las tasas de deserción y los obstáculos de la politiquería y la corrupción para el desarrollo local. No solo la negociación otorga impunidad y premio, sino que su implementación ya se anuncia fallida.