Francisco y la “Alegría del amor” (III) | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Agosto de 2016

Inició el Papa su Exhortación de claros párrafos introductorios al tema de ella (nn.1-7). En el Capítulo I recuerda textos bíblicos relacionados con la trascendencia de la familia, la que relaciona con la realidad de Dios, que no es soledad sino familia de las tres divinas Personas, (nn- 8-30). Avanza, luego, en el Cap. II con magistrales reflexiones, sobre la Realidad y Desafíos de las Familias”. Afronta para aterrizar en lo tratado en los Sínodos de 2014 y 2015.

Inicia estas reflexiones con esta aseveración: el bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia”. En 26 párrafos enumera múltiples situaciones que es preciso tener en cuenta en la pastoral de la Iglesia, con acercamiento a ellas a imitación de Jesús (n.38), con comprensión, pero con firme rechazo por el mal para la humanidad de algunas tendencias que descalifica como la “intervención coercitiva del Estado a favor de la anticoncepción, de esterilización y del aborto (n. 42).

Hace llamado, el Papa, a mirar el pensamientos de la humanidad  de hoy, que describe en varios numerales, advirtiendo que no se puede ceder en varias pretensiones “por estar a la moda” (n.35). En la aproximación a la realidad, alude al “cambio antropológico” que se ventila en esta época, con solicitud de más espacios de libertad y rechazo a “pervivencia indiscriminada de formar modelos del pasado” (n.32). Anota “individualismo exasperado” que desvirtúa los vínculos familiares, y convierte a cada componente de la familia en una isla. En esa situación reclama la libertad de cada cual de elegir su propia vida” (n.33), y convertir la familia en “lugar de paso  (n.34), dentro de “decadencia cultural  que no promueve el amor y la entrega”, sino algo pasajero de conectar y desconectar, al gusto del consumidor (n.39).

Hace llamada a los cristianos, pastores y familias, a reconocer, con humildad, fallas en la presentación de las verdades y exigencias de la doctrina evangélica p.e. con presentación abstracta del ideal teológico, con idealización excesiva, con indecisión de presentar el matrimonio “como un camino dinámico de desarrollo”. Pero, también, no “dejar espacio a la conciencia de los fieles”, sin  que puedan hacer “su propia discernimiento ante situaciones en donde se rompen todos los esquemas” (n.37. 36-37).

Señala, como grave problema, entre los mismos creyentes, el “debilitamiento de la fe”, y dejar puerta abierta a pretensiones de la “cultura”, que se quiere imponer en nuestro días, rechazadas por el Papa con firmeza, como  el aborto, la eutanasia y el suicidio asistido, “que son graves amenazas para las familias” (n. 48). Especial alusión, y rechazo, hace a la ideología del género, que “vacía el fundamento antropológico de la familia” (n.56). Hace defensa del matrimonio como “unión exclusiva e indisoluble entre un hombre y una mujer”, con no aceptación, como ideal, de las uniones  de hecho, y total descalificación a uniones entre personas del mismo sexo, que no pueden equipararse al matrimonio (n.52).

Ante la realidad circundante de fuertes presiones en contra de la familia según el  diseño natural y la sensación de impotencia frente a ellas, confía, el Papa, en la asistencia divina en los esfuerzos para no dejar hundir la familia. Presenta lo atractivo del valiente y convencido testimonio de tantos hogares que se mantienen en pie. Pide a los gobiernos asuman sus obligaciones con políticas familiares en defensa de la salud, la vivienda, el trabajo, la atención a niños y jóvenes, a los indigentes, a los discapacitados, ancianos y drogadictos. Destaca la necesidad de defender a la mujer, advirtiendo, también, el fundamental aporte a el varón en la familia. Advierte que no ha quedado definida, por los Sinodales, un “estereotipo de familia ideal, sino que hay tantas realidades diferentes colmadas de gozos, dramas y sueños” (n.57). (Continuará).

*Obispo Emérito de Garzón

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