España: la conjura de los necios | El Nuevo Siglo
Foto Agence France Press
Martes, 30 de Agosto de 2016
Pablo Uribe Ruan

Cansado por la monotonía legislativa o aburrido del reiterativo discurso, Albert Rivera cerró los ojos y se durmió, mientras Mariano Rajoy, jefe del gobierno español, ayer presentaba sus razones para lograr el apoyo de los escépticos parlamentarios en un segundo intento por formar gobierno. Esta imagen fue el abrebocas de una jornada más dentro del proceso de investidura en España, cuyo resultado  final tiene pinta de fracaso. Parece que Rajoy no convence, aburre; igual, lo intenta y paraliza la política española.

En un mismo escenario, pero con diferentes actores, Pedro Sánchez llegó al hemiciclo hace cuatro meses convencido que lograría la mayoría suficiente para ser investido como jefe de gobierno. Líder del Partido Socialista (PSOE), una de las fuerzas políticas más importantes de España, salió -tras presentarse dos veces-  por la puerta de atrás: fracasó en el intento; no logró los votos necesarios.

Rajoy parece que contará con la misma suerte hoy y, probablemente, el viernes. Sin la retórica esperada, ayer leyó 36 páginas ante el pleno del Congreso y en 82 minutos no le hizo un guiño, ni siquiera le dijo -“Señor Sánchez”, como los suele hacer- para que el líder socialista cambie, o por lo menos piense en cambiar, su “no” contra su candidatura.

La cerrada de ojos de Rivera, ahora, parece entendible. Fueron muchas páginas que contenían un programa de gobierno que hasta la saciedad conocen los españoles y en vez de enfocarse en convencer a los socialistas para lograr la mayoría, prefirió reiterar sus programas. A Rajoy le faltan seis votos, pero su nostalgia de un reciente verano o el desgano de este proceso le pudieron más.

Al fin y al cabo ellos, los socialistas, ni hablar de los de Podemos, han dicho que no van a irse por el sí. Pero Rajoy no sólo le dio razones a ellos para no apoyarlo, sus palabras también sirvieron para que sus aliados, Ciudadanos, duden que tan conveniente es estar a su lado.

Juan Carlos Girauta, portavoz de Ciudadanos, mostró su decepción luego del discurso de Rajoy. "No acabamos de entender cómo a pesar de faltarle seis votos o unas cuantas abstenciones no haya habido ni una sola referencia al PSOE para pedir una abstención aún que sea parcial", dijo Girauta, molesto por el papel que él y su partido habían jugado la semanas previas buscando el apoyo de los socialistas. Para qué, seguramente se preguntó Girauta, Rivera y sus delegados. Aún queda la duda de por qué se durmió el líder del partido, pero se sabe que terminaron decepcionados.

Y, ¿el Partido Popular como quedó tras el discurso? Bien, al parecer. Algunos vieron a Rajoy propositivo y conciliador, buscando, sin disparar al punto blanco, los socialistas, un pacto basado en la necesidad. Fueron tres razones las que expuso: “la urgencia de formar gobierno”; la fortaleza del PP, su partido, como partido más votado en las elecciones generales de junio; y, una crítica a los partidos de izquierda que serían una “aventura de radicalismo, ineficacia e incertidumbre”.

Uno de los puntos más llamativos del discurso de Rajoy fue que sólo habló dos minutos de corrupción, de 82. En España, ese tema ha sido portada de todos los periódicos los últimos cinco años y los españoles han buscado explicaciones ante la presencia varios miembros del partido de gobierno en múltiples escándalos. No hubo una sola palabra al respecto.

¿La tercera será la vencida?

En España si hay algo que de miedo, son unas terceras elecciones generales. Por eso los partidos, pese a la falta de convencimiento de Rajoy, evitarán citar otra vez a las urnas. ¿Cómo? Votando o absteniéndose en la votación que tendrá lugar hoy en el Congreso.

Como explica El País de España, existen dos votaciones esta semana. En la de hoy Rajoy requiere mayoría absoluta, 176 votos, para ser investido por el parlamento y convertirse por segunda vez en jefe de gobierno. Con la alianza con Ciudadanos cuenta con 170 votos, teniendo que conseguir seis votos. Si no los obtiene, el viernes habrá una segunda votación.

En ella, Rajoy necesita conseguir una mayoría simple, que consiste en obtener más “síes” que “noes” en un parlamento compuesto por 350 miembros. Es decir, debe contar con el mismo número de votos que el miércoles: 176. Esa cifra la puede obtener si el PSOE se abstiene o vota afirmativamente, posibilidad bastante restringida dada las palabras de Pedro Sánchez que ha reiterado su negativa; o, si pide un reconteo teniendo en cuenta las votaciones para elegir el presidente del parlamento, Ana Pastor del PP, que contó con el apoyo de los nacionalistas vascos y catalanes de derecha.

Si el viernes en la tarde Rajoy no logra las mayorías, el Rey Felipe IV tendrá que intervenir de nuevo y estudiar las posibilidades. Puede abrir otra vez la investidura, volviendo a consultar a los líderes de los partidos y elegir el candidato que le parezca mejor. Esto puede suceder las veces que desee el Rey en un tiempo de no más de un mes. Luego, el elegido tendría que hacer el mismo proceso que Rajoy y Sánchez: convencer al parlamento que es idóneo para fungir como jefe de gobierno y lograr la mayoría absoluta.

De no ser así y tras dos meses, el Rey disolvería el parlamento y convocaría a las terceras elecciones, situación que, al parecer, no está dispuesta aguantar España. La monotonía de este proceso cansa, aburre, hasta los mismos políticos, como Rivera. Imagínense como está el elector.