Enfriamiento económico | El Nuevo Siglo
Martes, 30 de Agosto de 2016

La economía colombiana se continúa desacelerando de forma lenta pero progresiva. Esa es la conclusión que deja el informe del DANE en torno al crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) durante el segundo trimestre de 2016, que fue apenas del 2,0 por ciento, el más bajo para este lapso en los últimos siete años.

Esto implica, entonces, que el enfriamiento del sector productivo es más preocupante de lo que se preveía al comienzo de este año, cuando los cálculos más pesimistas indicaban que a diciembre próximo el PIB colombiano debería estar por encima del 3 por ciento, en el peor de los casos. Hoy, transcurrida ya la primera mitad del año, el panorama resulta más complicado, a tal punto que mientras el Gobierno se continúa aferrando a esa meta del 3 por ciento, el Banco de la República ha recalculado a la baja su proyección, dejándola en 2,6 por ciento, en tanto que el Fondo Monetario Internacional (FMI) es más cauteloso aún, y apuesta por un 2,5 por ciento. Otros organismos internacionales y centros de estudios económicos locales también prevén que difícilmente se puede pensar en que la economía crezca este año más del 2,5 por ciento, no sólo porque la recuperación del petróleo aún no supera la barrera de los 50 dólares el barril, sino porque a nivel internacional la desaceleración china sigue encendiendo las alarmas globales, en tanto que en el vecindario latinoamericano la recesión brasileña y la crisis sin fondo de Venezuela continúan lastrando el dinamismo regional. A ello se suma que a nivel interno el impacto en el sector real de la economía de fenómenos climáticos como el del Niño o el paro camionero fue más grave de lo previsto, aunado ello a una inflación y desempleo crecientes que se acercan al 9 por ciento en ambos casos, las tasas de interés al alza por cuenta de la política del Banco de la República para atajar el costo de vida y los altibajos en la tasa cambiaria, que así como en determinado momento tuvieron al dólar alrededor de los 3.100 pesos por divisa, hoy ya está por debajo de los 2.900 pesos.

Así las cosas, es claro que el crecimiento de la economía en el segundo trimestre no iba a ser el mejor. Si bien es cierto que la industria manufacturera tuvo un crecimiento superlativo entre abril y junio, cercano al seis por ciento,  la entrada en funcionamiento pleno de Reficar continúa siendo el principal motor, más que un aumento en la manufactura como tal. A ello se suma que aunque rubros como el de los servicios financieros y sociales estuvieron por encima del magro promedio del 2 por ciento, el comercio, la construcción y las comunicaciones se ubicaron por debajo. Más crítico aún lo del agro, que tuvo un comportamiento negativo del 0,1 por ciento. De acuerdo con el DANE, la actividad que registró la mayor caída fue explotación de minas y canteras, lo que se explica por la crisis en los precios de estos productos y la descolgada consecuente de toda la industria relacionada con hidrocarburos y actividad extractiva.

Visto todo lo anterior, es evidente que las alarmas de la economía colombiana tienen por qué estar encendidas y que los desempeños positivos de algunos sectores como el de la industria no alcanzan para equilibrar la caída o la evolución irregular de otros, sobre todo de varios que son muy dinámicos en materia de mano de obra y efecto transversal en el sector productivo, como agro, comercio y construcción.

Lo más complicado de todo ello, es que este enfriamiento económico se produce en momentos en que las finanzas del Estado atraviesan una difícil coyuntura y tanto los déficits fiscal como de cuenta corriente alertaron ya a las calificadoras de riesgo. Aunque el Ejecutivo apuesta a que con el proyecto de reforma tributaria estructural -que sólo se radicaría en octubre en el Congreso- se podría solventar en parte un hueco fiscal que los expertos tasan en 38 billones de pesos, es obvio que aumentar la carga de impuestos a una economía que se desacelera no parece la más ortodoxa de las medidas. Ya el consumo de hogares se afectó porque las familias se han ajustado el cinturón y el volumen de inversión pública se está restringiendo, como lo evidencia el recorte a este rubro en el proyecto de presupuesto general de la Nación para 2017.

Aunque es entendible que el país tenga el foco en las incidencias del proceso de paz, no puede descuidar el flanco económico en donde el panorama es cada día más preocupante.