El reto es explicar | El Nuevo Siglo
Viernes, 26 de Agosto de 2016

Pasadas las felicitaciones y el reconocimiento al presidente Juan Manuel Santos y sus avezados plenipotenciarios por el esforzado cierre de las negociaciones de La Habana, tendrán que concentrarse mucho los colombianos para poder leer, a consciencia, las 300 páginas del Acuerdo Final con las Farc. Pacto, por lo demás,  aún pendiente de la protocolización exigida por la Corte Constitucional y texto en el que la agrupación guerrillera debe deponer formalmente las armas.

De su parte, el fin del conflicto armado se perfecciona, desde luego, con la última arma entregada por la subversión y eso, acorde con los procedimientos, será a lo menos dentro de un semestre después de un largo y metódico proceso de localización, manutención, dejación del armamento y preparación para la reincorporación. Por lo pronto, se espera que al cese del fuego se añada el cese de las hostilidades, es decir la suspensión definitiva de casos como las amenazas y la extorsión, aún vigentes en ciertas partes del territorio, lo que se supone comenzará a regir el próximo 23 de septiembre, unos ocho días antes del plebiscito, cuando las firmas del Jefe de Estado y el comandante de la guerrilla pongan en plena vigencia el Acuerdo Final y también se dé curso definitivo tanto al cese de las acciones bélicas como a la proscripción de cualquier delito.  

Para esa época, con el día del plebiscito prácticamente encima, será indispensable para los colombianos ya tener digerido, numeral por numeral, el contenido del convenio  de La Habana puesto que en este, inciso por inciso, se denota una aguda filigrana de procedimientos administrativos, legislativos y resolutivos, propios de expertos en las materias que se tocan. No es fácil, sin duda, para cualquier mente desprevenida, descifrar muchos de los acápites y ellos, por lo general, se desenvuelven en elementos adicionales para ser llevados a cabo durante cierto número de años. Para el caso, la reforma agraria integral, que se mantenía en algunos de sus alcances como uno de los llamados “pendientes” y que ahora se compondrá de tres millones de hectáreas, en el Fondo de Tierras a repartir, y siete millones de hectáreas a formalizar para un total de 10 millones de hectáreas. Una cifra por descontado mucho más ambiciosa de lo que se tenía calculado inicialmente, cuando incluso se hablaba en términos genéricos.

Así ocurre, de otra parte, con la asignación de curules, porque si bien el movimiento derivado de las Farc tendrá diez escaños garantizados, cinco en Senado y cinco en Cámara, igualmente en ésta corporación habrá 16 curules adicionales, producto de jurisdicciones especiales en las zonas de violencia, para movimientos o partidos que no tengan representación actual congresional y cuyos votantes podrán sufragar doblemente.

Hay que desmenuzar, de la misma forma, los criterios de la amnistía puesto que ellos vienen dados, taxativamente y en forma de ley, dentro del mismo Acuerdo Final, de modo que el Congreso no tendrá ningún margen para discutir lo allí consignado. En realidad, la amnistía tiene unas cláusulas automáticas, previstas de antemano, de suerte que será la ciudadanía, en el evento plebiscitario, la que otorgue o no los beneficios sobre la gran amplitud de los delitos allí descritos. No está claro, por ejemplo, si el secuestro se asimila con la toma de rehenes, prohibida por el Estatuto Penal de Roma, y cuáles son los parámetros para incluir el cultivo y tráfico de drogas ilícitas como delito conexo. Por lo demás, se propone un Acuerdo Político Nacional para los mecanismos de sometimiento de fuerzas irregulares como las denominadas “bacrines”.

Así las cosas, entre centenares de disposiciones el reto pedagógico es todavía más superlativo de lo presupuestado. No basta, por supuesto, con poner a la ciudadanía al tanto del Acuerdo y entregar el documento que es una cartilla indescifrable si no se procede a una explicación fácil y rigurosa. Para ello no es suficiente con las ruedas de prensa de los negociadores puesto que se requiere de un ejercicio de mucho mayor alcance. El Acuerdo, a no dudarlo, es histórico. Y precisamente por lo histórico se necesita de una pedagogía sin parangón en la historia del país.