Obligado adiós de Dilma no será permanente | El Nuevo Siglo
Foto AFP
Miércoles, 31 de Agosto de 2016
Redacción internacional

Fueron 13 años de gobierno de izquierda que terminaron con la destitución de Dilma Rousseff , tras un juicio político en su contra que culminó con un fallo histórico que la sacó de su cargo como presidenta de Brasil, pero paradójicamente le concedió la posibilidad de ejercer cargos públicos al no haber sido inhabilitada.

Acusada de cometer un crimen de responsabilidad por maquillar las cuentas públicas luego de pedir préstamos a los bancos estatales para solventar la crisis económica, la presidenta nunca bajó la guardia y siempre dijo que no era culpable.

Pese a sus argumentos y los de su abogado, Eduardo Cardozo,  durante una sesión extraordinaria el martes en la que se le concedió la palabra para defenderse, el Senado votó por destituirla.

Ricardo Lewandowski, presidente de la Corte Suprema, quien presidió el juicio, explicó tras la votación, que “una mayoría de 61 senadores se pronunciaron en favor del sí", generando el abucheo de los parlamentarios del Partido dos Trabalhadores (PT), que mostraban pancartas cuyas letras decían: “Destitución es golpe de estado”.

Minutos antes uno de los parlamentarios más combativos del PT, Linderbergh Farias, aseguró: “este proceso es una farsa, farsa, farsa", y le dijo sus colegas "¡canallas, canallas, canallas!", palabras que de inmediato tuvieron su respuesta: “canallas son aquellos que llevaron a Brasil a una situación crítica, en el terreno económico y social", pronunciadas por  Ronaldo Caiado, del Partido Demócrata.

Dos tercios del senado (54) eran necesarios para que fuera procedente la destitución. Al momento de votar  se registraron 61, de 81, demostrando la voluntad generalizada del parlamento para que la presidenta fuera destituida.

 

Brasil, en vilo

Con la destitución de Dilma Rousseff se abre paso de manera definitiva al gobierno de derecha de Michel Temer, quien figuró como su vicepresidente y luego se distanció al momento en que se agudizó el juicio político.

Temer, como varios políticos brasileros, presuntamente estuvo involucrado en el escándalo de corrupción de Petrobras y asume el poder en medio de la peor crisis económica de Brasil en 80 años, acompañada por  un sistema político sin legitimidad que se enfrenta a masivas protestas en las calles que piden su dimisión absoluta.

Los índices no lo ayudan.  Más de 11 millones de personas están desempleadas llegando a niveles récord, el Banco Central previó una contracción económica del 3,16% y la inflación sube a pasos de gigante sin fórmulas que la detengan.

Su gobierno, que viene cumpliendo funciones desde mayo cuando Rousseff fue apartada del cargo, no se ve como la solución a la crisis económica y política en el gigante suramericano. Más bien hace parte de la tremenda división que, tras la salida de Rousseff, impera en Brasil, donde los partidarios de la destitución celebran y los seguidores de la presidenta aseguran que no van a dejar “dar el golpe”.

Tras conocerse la noticia, los sectores de izquierda aseguraron que la destitución representa una decisión desesperada de las elites brasileras por sacar de forma ilegítima el gobierno del PT. Así lo expresó uno de los diarios más influyentes de izquierda, Carta Maior: “Después de cuatro derrotas presidenciales sucesivas, la última en octubre de 2014, las élites han decidido no esperar a un quinto revés con Lula en 2018”

Dilma se refugia con “los gauchos”

Rousseff fue destituida, pero no inhabilitada. Esa diferencia jurídica obliga a la presidenta a dejar el palacio presidencial de Planalto hasta 2018, con la posibilidad, si lo quiere, de presentarse a cualquier cargo de elección popular, hasta el de presidente.

Acompañada por su hija y sus nietos, se tomará un tiempo en Porto Alegre, al sur del país, donde probablemente comenzará a construir su campaña para 2018, en la que podría presentarse como candidata o apoyar a Luiz Inacio Lula, quien afronta un juicio por corrupción.

Tras la destitución, algunos piensan que Rousseff pasó de villana a mártir. Su discurso de “perseguida política” le permitirá fortalecerse y criticar la falta de legitimidad de un senado conformado por políticos presuntamente involucrados en el escándalo de Petrobras, quienes la destituyeron pese haber logrado más de 54 millones de votos en 2013.

Su tenacidad, su capacidad para resistir, no quedan en duda. Hace 46 años un tribunal militar la sentenció, conllevando a maltratos y torturas, y esta vez, día antes de que iniciara el juicio político en su contra, dijo que “resistiría”. Nunca derramó una lágrima. 

No son meras especulaciones, hace unos meses Rousseff dijo “volveremos, volveremos”, sepultando su gobierno y abriendo la posibilidad de una nueva aventura política, sin conocer que no sería inhabilitada.

Ayer, tras conocer el fallo, desde Brasilia se dirigió a sus seguidores: “hoy el Senado Federal tomó una decisión que ingresa a la historia como una de las grandes injusticias", y añadió, “Oigan bien: ellos piensan que nos vencerán, pero están equivocados. Sé que todos vamos a luchar”, añadió.

Con su vuelta o no, y con Temer a la cabeza del gobierno, Brasil llora su triste presente agobiado por la saudade de un pasado de no más de seis años cuando Rousseff recibía a manos de Lula la banda presidencial y perfilaba al país como la economía del futuro, ecológica y pacífica. Hoy, poco queda de ese momento.