¡Colombia olímpica! | El Nuevo Siglo
Domingo, 21 de Agosto de 2016

El triunfo nítido de la delegación olímpica colombiana, que obtuvo ocho medallas entre los 154 participantes nacionales, merece tanto la admiración como el mayor respeto posibles. Por tanto, sería un verdadero despropósito que la celebración, en vez de un acontecimiento de júbilo nacional, derivara en manipulaciones políticas y escenarios incongruentes como los del plebiscito y el proceso de paz.

Ni más faltaba que ello fuera así, cuando es sabido de antemano que muchos de los deportistas, inclusive aquellos que ganaron diploma olímpico o que participaron en disciplinas completamente desconocidas para la mayoría de los colombianos, deben la victoria nada más que a su pundonor, disciplina y esfuerzo.

Por el contrario, todos y cada uno de los deportistas han demostrado que han llegado al podio o a competir con los grandes del mundo sin que, en buena medida, hubieran recibido el debido patrocinio estatal o la sociedad en general les hubiera brindado oportunidades. Tan es así que, a diferencia de los Estados Unidos o países europeos, los atletas locales, en lugar de recibir beneficios educativos en los colegios y las universidades, incluso permitiéndoles programas o currículum especiales, deben saltar matones y ponerse en la disyuntiva de enfocarse en sus habilidades deportivas o dejar los estudios. De hecho, en muchos casos, ni siquiera han tenido la oportunidad de tocar una escuela y en ciertas ocasiones, por el contrario, han sido fugitivos de la violencia.

De tal manera, que no se puede cantar victoria con avemarías ajenas y a no dudarlo el único grito posible es darles las gracias a ellos mismos porque sin ninguna ambición diferente a la gloria han sabido enarbolar la bandera colombiana en su expresión más pura. Un rubro de 37 mil millones de pesos en el presupuesto de 2016 parecería exiguo frente a los grandes logros conseguidos por los deportistas colombianos. Desde luego se ha mejorado la disposición financiera pero está demostrado que faltaría mucho más en un país que se está convirtiendo en un semillero deportivo. Por eso nos duele ver cómo se recortó el gasto de inversión oficial en el deporte para el 2017.

Despertar a ese león dormido, que muchos sospechábamos desde hace mucho tiempo, bien valdría un PLAN COLOMBIA DEL DEPORTE, con la garantía de no desmedrar los recursos en tanta burocracia e instituciones ineficaces. La representación colombiana es, por lo demás, orgullo latinoamericano. Las reinas del oro Mariana Pajón y Caterine Ibarguen son símbolo de una raza mestiza que tiene un caudaloso significado latinoamericano. Lo mismo, por supuesto, que el pesista Óscar Figueroa, cuyas lágrimas estremecieron el sentimiento nacional. Ni qué decir de la judoca Yuri Alvear así como del boxeador Yuberjen Martínez, en sus medallas de plata. Y en igual proporción los bronces de Ingrit Valencia, Javier Mosquera y Carlos Ramírez, galardones que fueron celebrados con un regocijo inusitado por las condiciones en que se dieron. Sin descartar, igualmente, que si bien en algunas otras áreas no se consiguieron preseas, sí hubo campeonatos mundiales y glorias en otros escenarios en el último año.

De otra parte, es verdaderamente lamentable que un deporte de la categoría del patinaje, donde Colombia por descontado arrasaría, no tenga todavía la credencial olímpica. Un caso que no es entendible, siendo esta disciplina de las más populares en el mundo y que tiene un arraigo más que centenario.

El PLAN COLOMBIA DEL DEPORTE no requeriría, desde luego, ministerio alguno, sino una voluntad política decidida para financiar las ligas así como para que también el Estado entrara a adecuar, en el Ministerio de Educación, el caso de los deportistas-estudiantes.

Sumadas las medallas de Europa se ratificaría, de lejos, que los Juegos Olímpicos son una expresión particular de ese continente. Pero el triunfador individual sigue siendo los Estados Unidos, en donde el deporte es consustancial a la vida. Rusia se vio claramente disminuida con las sanciones por dopaje, mientras que el Reino Unido continúa dando nuevas sorpresas. Brasil, pese a lo que se pensaba en contrario, se lució y fue un huésped de primer orden del magno evento universal. Aún con sus problemas políticos, esa nación demostró, muy por encima de ello, la calidez y la capacidad organizativa de su gente y también dejó en claro que la política no debe mezclarse con el deporte.

En estos Olímpicos dos monstruos como Michael Phelps y Usain Bolt se afincaron en el máximo escalafón deportivo de la historia universal. Ha sido un privilegio verlos competir y dejar en claro su humilde supremacía.

Cerrada la fiesta del deporte, resta reiterar las gracias a la delegación colombiana. Han sabido interpretar sus integrantes lo que, sin retórica, queremos hacer de este país.