Una crucial primera legislatura | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Julio de 2018
  • Consolidar nueva coalición mayoritaria
  • Reformas y ajustes que no dan espera

 

En las democracias modernas los primeros 100 días de un nuevo mandato están definidos como la plataforma clave que permite avizorar, con certeza, el horizonte gubernamental. En el caso colombiano, después de dos mandatos reeleccionistas, el país ha vuelto por los fueros de los gobiernos de cuatro años, sin perpetuación alguna. Quizá sea por eso, precisamente, por lo que el presidente electo Iván Duque deba moverse, como dice el refrán, sin pausa pero sin prisa.

Lo primero, claro está, consiste en crear el ambiente favorable en el Congreso para lograr una agenda legislativa de corto, mediano y largo plazos que permita reorientar al país. No basta, por supuesto, con ajustar los términos de la justicia transicional, sino que en efecto puede ser de igual trascendencia proceder a la reforma de la justicia ordinaria lo más rápido posible.

No menos crucial es incorporar en la agenda legislativa las diferentes aristas de la recomposición económica. No puede seguir el país, desde luego, con tasas impositivas exorbitantes que afligen el consumo y la inversión, y no permiten en modo alguno desarrollar la cultura del ahorro. El colombiano suele vivir al día y el impacto sobre su bolsillo de estridencias como el incremento inusitado del IVA produce un insólito desequilibrio en las finanzas personales. Está demostrado, por lo demás, que el efecto de la última reforma tributaria sobre el empleo comienza a causar estragos. Y la crisis fiscal sigue campante, erosionando al tesoro público, afectado además por los gigantescos niveles de corrupción en todas las instancias de la administración.

La necesidad de una reforma tributaria estructural, tan cacareada, es hoy imperativa. Lo mismo acontece con la reforma pensional. Y en igual nivel de importancia están las modificaciones a los protocolos para surtir las consultas populares y étnicas que, en buena medida, tienen rezagadas las inversiones minero-energéticas y las posibilidades de consolidar la revolución de la infraestructura.

En el mismo sentido, es menester crear las condiciones para una reforma política de gran envergadura que, mucho más allá de la medianamente ambiciosa consulta popular anticorrupción, cambie los contenidos constitucionales en muchos aspectos proclives al fermento de las corruptelas: la circunscripción nacional de Senado, los llamados cupos indicativos, el ‘tú me elijes y yo te elijo’ en las altas Cortes y demás elementos que constituyen caldo de cultivo para las trapisondas y las canonjías.

Es por eso que desde ya resulta de importancia superlativa que se pueda acordar la coalición parlamentaria que, con base en sanos principios y el norte claro de las políticas públicas consensuadas, pueda reinstitucionalizar prontamente el país y traducir la acción parlamentaria en programas que impulsen el progreso económico y social de Colombia.

Según los compromisarios de los distintos partidos, este martes podría existir ya humo blanco respecto a la conformación de la alianza parlamentaria que respaldará al nuevo Ejecutivo. Hasta el momento ha trascendido que la sumatoria de las bancadas que confeccionarían la coalición le daría al entrante Jefe de Estado las mayorías tanto en el Senado como en la Cámara, y por obvias razones también en las comisiones parlamentarias.

Como ya se dijo, anulada la posibilidad de reelección presidencial la primera legislatura del cuatrienio se erige como la mejor oportunidad que tiene el entrante gobierno para radicar, debatir y hacer aprobar en el Congreso sus proyectos más importantes, tanto a nivel legal como constitucional. Todo ello a la par del análisis de iniciativas clave como el proyecto de Presupuesto General de la Nación para 2019 así como el Plan Nacional de Desarrollo, que ahora debe estar más acompasado con las metas y estándares a que se comprometió Colombia, en materia de buenas prácticas de gobierno y políticas públicas, por su reciente ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Visto todo lo anterior, es urgente crear el escenario político para que la productividad legislativa en esta primera legislatura sea la más alta posible, no solo porque el entrante gobierno prometió una serie de reformas de alto calado, sino porque el segundo semestre del próximo año el Congreso seguramente se distraerá en la campaña para las elecciones regionales y locales, en donde partidos y parlamentarios se jugarán a fondo para ratificar o cambiar el mapa político dejado por los comicios legislativos y presidenciales de este año.

El Parlamento, como se ve, tiene muchos y urgentes retos, que debe empezar a tramitar a partir del próximo 20 de julio. Para ello es determinante que se conforme una coalición mayoritaria ágil, transparente y efectiva que aterrice lo más pronto posible el programa de gobierno del nuevo titular de la Casa de Nariño. No hay tiempo que perder.