Teoría | El Nuevo Siglo
Sábado, 28 de Julio de 2018

El capítulo inicial de Cambiar el Futuro. Historia de los procesos de paz en Colombia (1981-2016) (Debate, Penguin Random House, Bogotá, 2017), por Eduardo Pizarro, sirve como fundamento para la formulación de una teoría sobre las guerrillas o para enriquecerla. Se distinguen, en Colombia, dos generaciones; la primera incluye al Ejército de Liberación Nacional (Eln), las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo (Farc-Ep) y el Ejército Popular de Liberación (Epl) y la segunda al Movimiento 19 de Abril (M-19), el Movimiento Armado Quintín Lame (Maql) y fracción del Eln.

 La evolución ininterrumpida requiere etapas: guerra de guerrillas, guerra de movimientos y, como fase final, guerra de posiciones. En cierto momento, durante el siglo pasado, las guerrillas, en particular las Farc-Ep y el M-19, creyeron que triunfarían y se tomarían el poder y es más preciso referirse a la certeza y no a posibilidad: hubo temor en el Estado y ¿las fuerzas armadas? Se entiende que la reconquista de Mitú significó la imposibilidad paulatina de tal aspiración. Pudo contribuir, al fracaso, la falla en la formación de un estado mayor conjunto y de una coalición con lo cual fue imposible negociar de manera conjunta.

 La guerrilla pretende dar la impresión de fuerza, poder y vigencia a través de la violencia, inclusive durante las negociaciones y se considera que la solución de los conflictos suele requerir el procedimiento indicado, en especial al no concretarse un triunfador. Es difícil derrotar a un Estado consolidado, unido y decidido, pese a éxitos parciales en las iniciativas guerrilleras sobre escogencia de tiempo y lugar de los ataques y retiro rápido a voluntad. Pizarro piensa que los mandos medios tienen más tendencia a la paz que las cúpulas guerrilleras.

La ayuda externa puede ser decisiva en la solución de los conflictos internos armados y vienen a la mente el Plan Colombia y Bill Clinton. Otro ejemplo puede ser la colaboración del régimen de Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, al Eln, cuyos dirigentes están refugiados en el país vecino. La violencia, e inclusive, las negociaciones aparentes de paz, pueden ser un recurso para fortalecimiento político y militar y así ocurrió en el Caguán. Las negociaciones decisivas requieren madurez, confianza y sinceridad, lo cual sucedió en La Habana. Entendible la desconfianza en el Eln.