La venezolanización nicaragüense | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Julio de 2018
  • El gobierno de Ortega tambalea
  • La indignación centroamericana

El régimen de Daniel Ortega en Nicaragua, que en algún momento intentó presentarse como revolucionario y de avanzada, en contraste con la dictadura de los Somoza, hoy ha degenerado en tal grado de corrupción y violencia represiva que algunos ya dicen que la situación es más grave y crítica que cuando estos últimos hacían y deshacían, criminalmente, en ese atribulado país centroamericano.

La satrapía que ha impuesto el actual mandatario es cada vez más drástica, sobre todo porque ya no recibe los cuantiosos fondos de los tiempos del presidente venezolano Hugo Chávez ni de homólogo Nicolás Maduro. 

A diferencia del modelo social-populista de Chávez, el régimen de Ortega se apoderó en la primera fase de su ascenso, acudiendo incluso a la violencia, de numerosas propiedades y empresas, que de alguna manera mantiene en su poder o se vendieron a terceros. Las iniquidades que cometieron los supuestos “revolucionarios” para apoderarse de los bienes y propiedades de los que estaban ligados al gobierno de Somoza, fueron muchas y graves, pero no tuvieron doliente en cuanto la mayoría se fueron al exilio o terminaron encarcelados o eliminados. Así el gobierno sandinista pronto entró a aplicar las mismas prácticas infames de sus antecesores para asaltar los fondos públicos.

Luego, en el segundo mandato de Ortega, esta vez allanado por la vía electoral, se fomentó la inversión extranjera en el turismo y otros rubros productivos, al tiempo que se hicieron contactos con empresarios chinos que recibieron grandes beneficios en Nicaragua. Esa relación llegó incluso a que inversionistas de la potencia asiática anunciaran que estaban en condiciones de construir un canal interoceánico, accediendo a una zona marítima, históricamente colombiana. Esos empresarios, se supo después, tuvieron graves problemas financieros y terminaron envueltos en diversos escándalos, razón por la cual ya no hablan de la faraónica obra que más que esperanzas en Nicaragua sembraba múltiples sospechas sobre el entorno presidencial.

No hay que olvidar que, precisamente, un falso discurso nacionalista de Ortega, afirmando que Colombia pretendía despojar a Nicaragua de territorio costero y marítimo, le sirvió al cuestionado mandatario para interponer distintas demandas contra nuestro país en la Corte Internacional de La Haya.

Sin embargo, a nivel interno la evidente y abusiva estrategia en los últimos años de Ortega, su esposa y demás clan familiar por perpetuarse en el poder, ya indignó a los nicaragüenses. Un desgastado discurso nacionalista y la demagogia como norte gubernativo, que durante largos años le permitió al déspota atornillarse al poder, ya no funcionan. Por el contrario, lo que hace es acrecentar la indignación entre la población, que se siente engañada, vejada y maltratada por las políticas económicas oficiales, lo mismo que atemorizada por la violenta represión con la que el Ejecutivo intenta mantenerse en el poder. Una violencia que ha causado varios centenares de muertos en meses recientes, tanto en las grandes ciudades como en los pueblos más aislados, en donde las mayorías exigen la renuncia del dictador y soportan estoicamente la reacción agresiva de este.

Es claro que por la relativa pobreza del país, que en la actualidad vive del turismo y -según la oposición- de amparar en su territorio multiplicidad de negocios y capitales ilícitos, Nicaragua carece del valor geopolítico que tiene Venezuela, sin duda el país que más preocupa hoy al continente. Sin embargo, no hay que olvidar que el gobierno de Managua ha sido el foco de penetración de los cubanos en la región centroamericana y que desde allí llegaron armas para la subversión en nuestro país.

La comunidad internacional no está dispuesta a que la nación nica se torne en otra Venezuela. Por ello, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, lo mismo que la ONU y la OEA han condenado la cadena de crímenes que ha cometido el régimen de Ortega para intentar quedarse en el poder. Se dice, incluso, que algunos cubanos están asesorando a las fuerzas de seguridad de Nicaragua, al igual que lo que ocurre en Venezuela, en donde por la represión violenta, violación de derechos humanos, aniquilamiento de la democracia y políticas que arruinan el comercio y la producción, centeneras de miles de ciudadanos desesperados empiezan a abandonan el país. Los que se quedan, ya por su juventud o por su avanzada edad, salen a las calles a enfrentar el régimen o se esconden en sus casas y evitan confrontar con la dictadura.

La disyuntiva es una sola: Ortega se va o llevará a su país al mismo despeñadero en que hoy está hundida Venezuela.